Para sus habitantes, la ciudad siria de Alepo ha vuelto a convertirse en un infierno. Las cruentas batallas que han vivido en carne propia obligarán a muchos de ellos a abandonar sus hogares para no regresar jamás.
Publicidad
Con la batalla por el control de Alepo, la guerra de Siria regresó de un solo golpe a la conciencia de la comunidad internacional. Mientras las tropas leales al líder sirio Bashar al Assad asedian a esa ciudad, reduciendo cada vez más el anillo a su alrededor, los rebeldes se empeñan en conectar a Alepo con el resto del territorio en su poder. Es mucho lo que está en juego para ambos bandos: el régimen de Assad quiere que las cuatro urbes sirias más grandes –Damasco, Alepo, Homs y Hama– estén en sus manos. De perder a Alepo, el área dominada por los opositores armados, en el norte y sur del país, sería estrictamente rural; Idlib sería la ciudad más grande bajo su mando. Los otros rincones de Siria se los reparten los kurdos y el autoproclamado Estado Islámico.
Alepo tiene además una importancia simbólica nada despreciable para las partes enfrentadas, tanto para Assad como para sus adversarios. Eso explica las cruentas batallas por hacerse del control de esa localidad. Las dimensiones de la tragedia humana causada por este conflicto se dejan intuir por el hecho de que ya ni se habla sobre las víctimas mortales que deja. La situación es catastrófica para los habitantes de Alepo. Las Naciones Unidas estiman que 300.000 personas están completamente aisladas del mundo exterior. Alepo está sitiada como nunca lo había estado desde que comenzó la guerra en 2011. Los alimentos más básicos se han agotado y, aún así, el régimen sirio y su aliado, la Federación Rusa, se niegan a que uno de los corredores humanitarios controlados por la ONU sirva para llevarles comida y medicamentos a quienes todavía están acorralados en Alepo.
Rusia se está haciendo cómplice de otro crimen de guerra. Sus aviones y helicópteros de combate bombardean el este de la ciudad –bastión de los rebeldes– cuarenta veces al día. A nadie le sorprendería que, de abrirse corredores humanitarios hacia fuera de Siria, los habitantes de Alepo se pusieran en camino hacia la Unión Europea en busca de refugio. Sobre todo considerando que, por estos días, los aviones rusos disparan hasta contra los campamentos de refugiados en el norte de Siria. Con la batalla decisiva en torno a Alepo queda claro: la mayoría de los sirios no regresará a sus hogares jamás.
Usted puede leer la versión original de este comentario en alemán, aquí.
¿Qué queda de Palmira?
En 2015, el Estado Islámico impactó al mundo al destruir monumentos de la antigua ciudadela de Palmira. Una exposición en Colonia muestra dibujos que documentan el esplendor de esas maravillas de la humanidad.
Imagen: Wallraf-Richartz-Museum/Daniel Lohmann
Artista, arquitecto, arqueólogo
Como muchos de quienes viajaron hacia Oriente en el siglo XVIII, el artista francés Louis-François Cassas provenía de una familia de clase acomodada. Su padre era marqués y agrimensor real. En 1785, Louis-Francois estuvo dos meses en Palmira, haciendo croquis de prácticamente todas las ruinas de ese legendario centro cultural de la Antigüedad.
Imagen: Wallraf-Richartz-Museum/Fondation Corboud
Lo que quedó
Cassas encontró solo ruinas en Palmira. Sin embargo, en lugar de dibujar lo que veía, intentó reconstruir la ciudad y poner sobre el papel su antiguo esplendor. El museo Wallraf-Richartz de Colonia tiene 123 de esos dibujos en su colección. Algunos de ellos fueron restaurados para la exhibición "Palmira: ¿qué queda?", que también muestra la destrucción provocada por los terroristas en la región.
Imagen: Wallraf-Richartz-Museum/Fondation Corboud
Oasis para comerciantes
Palmira está ubicada a medio camino entre Damasco y la frontera con Irak. Erigida entre los siglos I y III d. C., los monumentales edificios se mantenían bien preservados, como mudos testigos de la magnificencia de la ciudad greco-romana. Caravanas de comerciantes trasladaban especias, gemas preciosas y ropas a la ciudad.
Imagen: Wallraf-Richartz-Museum/Daniel Lohmann
Diferentes estilos e influencias
Con el tiempo, Palmira fue mezclando su arquitectura greco-romana con estilos locales. El teatro romano semicircular tiene una fachada diseñada al estilo de un palacio oriental. En ese escenario se presentaban obras en arameo.
Imagen: picture-alliance/dpa/M. Marczok
Fascinación con la historia
Artistas y arquitectos han intentado desde fechas tan tempranas como el siglo XV revivir el espíritu de la antigua ciudad. Pero la perspectiva de Cassas era única: usando colores diferentes, distinguió la arquitectura existente de la imaginaria en sus dibujos. El negro representa a la realidad, el rojo señala sus reconstrucciones.
Imagen: Wallraf-Richartz-Museum/Fondation Corboud
El centro de la vida religiosa
El templo de Bel fue construido hacia fines del siglo II d. C. bajo dominio romano. Bel era el equivalente local para el dios griego Zeus. La arquitectura combina tradiciones arquitectónicas romanas y griegas, con la adición de ornamentaciones orientales.
Imagen: Wallraf-Richartz-Museum/Fondation Corboud
Perdido para siempre
El templo de Baalshamin, de aproximadamente dos mil años de antigüedad y una de las estructuras más completas halladas en Palmira, fue una de las maravillas destruidas por el Estado Islámico. Baalshamin, el "Señor del Cielo", era una de las deidades supremas de Palmira.
Imagen: Reuters/Stringer
Cuánto se perdió y cuánto queda
La Gran Columnata fue la principal avenida de la ciudad. Allí había tiendas a ambos lados de la calle, además del mercado del Ágora, un teatro y un complejo de baños romanos. Cuánto destruyeron los fanáticos del Estado Islámico y cuánto quedará para la posteridad es hoy un misterio. Habrá que esperar que las fuerzas del gobierno sirio terminen de expulsar a los insurgentes de la región.