Luiz Inácio Lula da Silva fue condenado en segunda instancia por corrupción y lavado de dinero. El fallo desencadenará una batalla judicial que impedirá cualquier debate programático en este año electoral en Brasil.
Manifestación anticorrupción en diciembre de 2016.Imagen: Reuters/W. Alves
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La sentencia contra Lula es el punto culminante del escándalo de corrupción que sacude a la política brasileña desde hace cuatro años y afecta a figuras de todo el espectro político. Y mancha profundamente la reputación de aquel que fuera considerado "el político más popular del planeta", como Obama calificó a Lula en 2009.
La decisión de los jueces de Porto Alegre estaba condenada a tener un impacto político inmensamente mayor que el jurídico. La condena puede dejar a Lula -favorito en los sondeos de intención de voto- fuera de la carrera presidencial 2018, aunque quedan recursos judiciales que podrían permitir su candidatura e impedir que vaya a la cárcel.
Irónicamente, la sentencia satisface las pasiones tanto de los partidarios como de los detractores de Lula, y da munición a la turba enardecida que solo ve el proceso a través de los lentes del amor o el odio incondicionales hacia el expresidente. Sus oponentes ven la prueba de que Lula es corrupto. Sus seguidores, la de que es un perseguido político.
Quien intenta observar los hechos desde afuera y llegar a una conclusión neutral, quisiera ver indicios más contundentes, tanto de culpabilidad como de inocencia. La sentencia contra Lula tiene algo de justicia "premonitoria": Lula no es el propietario del departamento que le habría dado la constructora OAS a cambio de favorecer sus negocios con Petrobras, y nunca usufructuó de él, pero, según los jueces, tenía intenciones de hacerlo.
Francis Franca.
Los que apoyan a Lula, a su vez, no logran explicar qué legitima una relación tan próxima entre el ex trabajador metalúrgico y las grandes empresas que se enriquecieron durante su gobierno. Empresas que, como hoy se sabe, operaron por años con un eficiente sistema de intercambio de favores con el mundo político.
La sentencia en segunda instancia tendrá ahora réplicas en los tribunales y el tema monopolizará el debate político en este año electoral. Es una pena. Sería bueno que la discusión en torno a Lula se superara pronto y que Brasil se ocupara de su problema real, que es la democracia del amiguismo.
Al final, Lula consiguió gobernar porque pagó "grandes mensualidades". Dilma Rousseff fue depuesta por no cumplir la voluntad de los parlamentarios. Que no era "buena política", decían. Y Michel Temer usa millones de las arcas públicas para comprar los votos de cada medida impopular que castiga a los más pobres mientras mantiene los privilegios de los más ricos.
La democracia brasileña es rehén desde hace décadas de un Congreso cuya mayoría solo legisla en beneficio propio. Se podría caer en el cinismo de decir que "así es la política". En ese caso, surge la pregunta: "¿para qué sirven entonces esa política y esos políticos?"
Mientras algunas personas racionales reflexionan sobre cómo escoger un Congreso mejor y fiscalizarlo más de cerca, gran parte de la población, cansada, prefiere repudiar del todo al establishment y poner su destino en manos de cualquiera que ofrezca soluciones populistas y autoritarias con la promesa de poner al país en vereda. Así es como colapsan democracias. Brasil navega rumbo a aguas turbulentas. Y no va solo.
Francis Franca (ERS/VT)
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La trayectoria política de Lula
Natural de Caetés, Pernambuco, Luiz Inácio Lula da Silva fue el primero en llegar a la Presidencia de la República desde la clase obrera. Recordamos los principales momentos de su carrera política.
Imagen: Reuters/D. Vara
Lula y las huelgas del ABC
En 1975, Lula fue elegido presidente del Sindicato Metalúrgico de São Bernardo do Campo y Diadema y ganó proyección nacional al liderar una serie de huelgas a finales de la década. En 1980, fue arrestado y procesado por la Ley de Seguridad Nacional tras comandar una paralización que duró 41 días. Lula pasó 31 días en la cárcel del Dops (Departamento Estadual de Orden Político y Social).
Imagen: Instituto Lula
Fundación del PT
El 10 de febrero de 1980, poco antes de ser arrestado, Lula ayudó a fundar el Partido de los Trabajadores (PT) con el apoyo de intelectuales y sindicalistas. En mayo de ese año, al salir de la cárcel, fue elegido como primer presidente del partido. El pernambucano, entonces, se dedicó a la política: en 1982, concurrió al gobierno de São Paulo y, en 1986, fue elegido diputado constituyente.
Imagen: Getty Images/AFP/C. Petroli
Campaña de 1989
El PT lanzó la candidatura de Lula en las primeras elecciones presidenciales directas tras el fin del régimen militar. Con una imagen de obrero y un discurso de izquierda, Lula provocó temor en varios sectores de la economía, que se alinearon a favor del candidato Fernando Collor. El 'petista' fue derrotado en la segunda vuelta. Hubo acusaciones de manipulación de la prensa en favor de Collor.
Imagen: picture-alliance/dpa/R. Gostoli
Campaña de 1994
Con las primeras denuncias de irregularidades en el gobierno de Collor, Lula lanzó en 1991 el movimiento "Fuera Collor" en apoyo al 'impeachment'. En 1994, concurrió nuevamente a la presidencia, con Aloizio Mercadante como segundo, pero fueron derrotados en la primera vuelta por Fernando Henrique Cardoso (PSDB). El PT, por otro lado, conseguía sus primeros gobernadores.
Imagen: Getty Images/AFP/A. Scorza
Campaña de 1998
En 1998, Lula sufrió una de sus peores derrotas electorales. Entonces tuvo como candidato a vicepresidente al exgobernador Leonel Brizola (PDT), uno de sus rivales en la elección de 1989 y con quien disputaba la hegemonía de la izquierda. La fórmula no funcionó. Lula obtuvo sólo el 31% de los votos y no llegó a la segunda vuelta: el presidente Fernando Henrique Cardoso fue reelegido con el 53%.
Imagen: picture alliance/AP Photo/R. Gostoli
La toma de posesión de Lula
El eterno candidato del PT finalmente asumió la presidencia en enero de 2003, tras ocho años de gobierno del PSDB. Lula fue elegido con el 61% de los votos válidos en la segunda vuelta. La victoria llegó tras una intensa campaña, que vendió una imagen más moderada, simbolizada en el lema "Lulinha paz y amor", con el objetivo de calmar los mercados y ampliar el espectro electoral del partido.
Imagen: O. Kissner/AFP/Getty Images
Economía al alza
Tras las turbulencias finales de la era Cardoso, la economía brasileña volvió a crecer con Lula, sobre todo por el boom de las materias primas. Fue una época de grandes inversiones en obras de infraestructura. Y del descubrimiento del yacimiento del Presal. El crecimiento medio del PIB en el segundo mandato alcanzó el 4,6% anual. Esto catapultó la popularidad de Lula, que llegó al 87% en 2010.
Imagen: AP
Caída de la desigualdad
Los programas sociales lanzados por Lula, como Mi Casa, Mi Vida y ProUni, también contribuyeron a la popularidad del presidente. La Bolsa Familia, creada en 2004 a partir de la unificación de otros programas de transferencias de renta, se convertiría en su motor principal. Casi 28 millones de brasileños salieron de la pobreza en los ocho años del gobierno de Lula, según un balance de 2010.
Imagen: Vanderlei Almeida/AFP/Getty Images
El escándalo del mensajero
En 2005, el gobierno Lula fue alcanzado de lleno por el escándalo de compra de votos de diputados, el 'mensalão'. A pesar del desgaste, Lula sobrevivió a la crisis. Otros, como el ministro José Dirceu, una de las figuras fuertes de su gobierno, sucumbieron. Lula afirmó inicialmente que sus asesores lo habían "apuñalado", pero luego dijo que el caso era una invención de la oposición y la prensa.
Imagen: picture alliance / dpa / picture-alliance
La elección de Dilma
Tras ser reelegido en 2007 con más del 60% de los votos, Lula comenzó a preparar el terreno para su sucesión. Para ello eligió a su entonces ministra jefe de la Casa Civil, Dilma Rousseff, una tecnócrata sin experiencia electoral. En los tres años siguientes, Lula promovió la imagen de Dilma junto a los brasileños. La estrategia funcionó y salió elegida en 2010.
Imagen: Fabio Rodrigues Pozzebom/EBC
Lucha contra el cáncer
En octubre de 2011, a Lula le fue diagnosticado un cáncer de laringe. Se sometió a un agresivo tratamiento. Por primera vez desde 1979 se le vio sin barba. Los exámenes apuntaron a la remisión completa del tumor unos cinco meses después y Lula volvió a involucrarse en las campañas del PT. Una de las grandes victorias electorales de 2012 fue la de Fernando Haddad en el Ayuntamiento de São Paulo.
Imagen: AFP/Getty Images
Lula y el caso 'Lava Jato'
En marzo de 2016, Lula se vio involucrado en la 'Operación Lava Jato', que investiga el escándalo de corrupción en Petrobras. El expresidente fue llamado a declarar sobre un sitio en Atibaia, un triplex en el Guarujá y sus relaciones con contratistas investigados por corrupción. El mismo día, la Policía Federal hizo registros en residencias del petista y de su familia, además del Instituto Lula.
Imagen: Reuters/P. Whitaker
Demandado en varios procesos
En los meses siguientes, Lula fue denunciado de delitos como corrupción pasiva, lavado de dinero, obstrucción de la justicia y tráfico de influencias, viéndose acusado en cinco procesos diferentes, incluido el de 'Lava Jato'. Él siempre desmintió las acusaciones, negó cualquier delito y dijo ser víctima de una persecución política. También niega ser propietario de los inmuebles investigados.
Imagen: picture-alliance/abaca
Declaración ante Moro
En mayo de 2017, Lula declaró por primera vez como acusado ante el juez Sergio Moro. En un testimonio prestado en Curitiba, volvió a negar las acusaciones y alegó estar siendo perseguido políticamente. Y exigió la presentación de pruebas de que sea dueño de los inmuebles en Guarujá y Atibaia. El interrogatorio fue el último paso antes de la sentencia dentro de la Operación 'Lava Jato'.
Imagen: Abr
Lula, condenado
Lula fue condenado por primera vez el 12 de julio de 2017. La sentencia del juez Sergio Moro impone 9 años y 6 meses de prisión por los delitos de lavado de dinero y corrupción pasiva. El petista se habría beneficiado de una oferta pagada por la empresa OAS en la compra y reforma de un triplex en el Guarujá. Es la primera vez que un expresidente es condenado por corrupción en Brasil.