Cancelando el encuentro con el ministro alemán de Exteriores, Netanyahu pierde una oportunidad, opina Dagmar Engel. Y pone de manifiesto el problema que amenaza a Israel como única democracia de la región.
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Así es como se hacen las cosas: se cancela un encuentro y con ello se anulan las posibilidades de hablar de lo que realmente importa. El primer ministro israelí ha impedido, con la escena que hizo al cancelar la reunión con el ministro alemán de Exteriores, Sigmar Gabriel, que se trataran cuestiones de fondo.
Seguramente, Netanyahu no quería hablar de temas que Gabriel consideraba importantes durante su visita: la solución de dos Estados, la política de asentamientos de Israel y las nuevas leyes para organizaciones no gubernamentales, que recuerdan a leyes vigentes en Rusia y Turquía. Netanyahu hubiera preferido hablar sobre su enemigo acérrimo, Irán, y hubiera situado el conflicto en la propia región a la sombra de la guerra en Siria y la lucha contra el terrorismo global.
Un tema pendiente
Y precisamente ahí reside el peligro: si nada cambia en este antiguo conflicto, crece el riesgo de radicalización de toda una generación de jóvenes palestinos, tanto en la franja de Gaza como en Cisjordania. Y habrá un momento en que esa radicalización ya no lleve el nombre de Hamás, sino el de Estado Islámico.
Impedirlo iría en beneficio del interés tanto de Israel como de las distintas fracciones palestinas. Y haber identificado un interés común es el primer paso para que tengan lugar negociaciones honestas. En ese terreno, Alemania y Europa pueden ser actores importantes. Aunque Israel nunca confiaría su seguridad a ningún otro país que no sea Estados Unidos, las partes implicadas sí pueden imaginarse un desarrollo económico de las áreas palestinas impulsado por Europa.
Cuestiones para la próxima vez
Una colaboración así no fracasará por el hecho de que se haya anulado el encuentro de hoy, igual que tampoco se verán afectadas las relaciones germano-israelíes. La especial relación, el compromiso y la responsabilidad de Alemania hacia Israel no disminuirán por ello.
Este 25 de abril de 2017, los ministros de Exteriores de ambos países no se han encontrado. Una de las razones es que el Gobierno alemán había cancelado previamente las consultas conjuntas germano-israelíes hasta mayo. La negativa de Netanyahu es también una clara revancha. Eso no es apropiado, ya que los ministros de Exteriores deberían poder hablar incluso en las más difíciles situaciones.
Pero lo más desagradable de todo es que Netanyahu recibe crédito a nivel interno cuando trata de evitar encuentros con organizaciones no autorizadas por él. Eso suena a cosas que ocurren en Rusia y Turquía y no en la única democracia de la región, que Israel –todavía– sigue siendo. También sobre ese tema deberían hablar con urgencia los ministros de Exteriores. Cuando se reúnan la próxima vez, porque habrá con seguridad un próximo encuentro.
Autora: Dagmar Engel (MS/DZC)
Delicias gastronómicas israelíes y palestinas
En la ciudad de Jerusalén, los israelíes y palestinos poseen una amplia y variada tradición culinaria. Una mirada al interior de las cocinas ofrece un panorama de ambas culturas, unidas por el buen gusto gastronómico.
Imagen: Daniella Cheslow
El restorán "Azura"
Los israelíes y los palestinos reclaman a Jerusalén como su capital, y la ciudad es siempre centro de tensiones. Sin embargo, en su rica y tradicional cocina, ambas culturas se dan la mano. En el restorán "Azura", en el mercado principal, su jefe, Moshe Shrefler, prueba un guiso de lentejas. Azura es muy popular en la sección iraquí del mercado.
Imagen: Daniella Cheslow
Estofado de rabo de buey
La especialidad del restorán Azura es un estofado de rabo de buey, que se cocina durante dos días, en una exquisita salsa de ajíes colorados. Se sirve solo los martes, y los israelíes acuden en multitud para conseguirlo antes de que se acabe.
Imagen: Daniella Cheslow
A fuego lento
El guiso de rabo de buey se cocina a lo largo de dos días en una gran olla de aluminio antes de ser servido a los comensales. El restorán Azura ofrece cocina tradicional iraquí, sefaradí y kurda, preparada de manera artesanal.
Imagen: Daniella Cheslow
Hornos a queroseno
Estos hornillos a queroseno, que en hebreo se llaman “ptiliyot”, son un símbolo de los restoranes judíos tradicionales. Los cocineros del “Azura” dicen que las ollas más antiguas son las que le dan el mejor sabor a la comida.
Imagen: Daniella Cheslow
Tradición e innovación
En el restaurant Kosta’s, en el casco antiguo de la ciudad, su dueño, Fareed Harroubi, ofrece paloma acompañada de un arroz con nuez moscada, una especialidad palestina. Se sirve sobre una mesa en la que ya hay nabos en vinagre y ensaladas verdes y rojas. Además, también hay hummus, un plato hecho con una base de puré de garbanzos y una pasta de sésamo o tahina.
Imagen: Daniella Cheslow
Pequeña gran cocina
Fareed Harroubi dice que aprendió el arte de preparar platos con carne de paloma de un cocinero griego. Su plato especial, que lleva también un pastrami casero, lo prepara en la pequeña cocina de este restaurante de la antigua Jerusalén.
Imagen: Daniella Cheslow
Cocina abierta
Asaf Granit es uno de los tres dueños del Machneyuda, y dice que planeó el lugar con una cocina abierta, para que los clientes pudieran ver cómo trabajan los chefs. El restorán se convirtió en un éxito en el oeste de Jerusalén, y es uno de los pocos que también sirven comida no kosher.
Imagen: Daniella Cheslow
Alimentos frescos
En el restorán Machneyuda, llamado así por el emblemático mercado del oeste de Jerusalén, los chefs hallan sus ingredientes y también su inspiración en los puestos de alimentos frescos. El restorán se enorgullece en ofrecer nuevas interpretaciones de la platos tradicionales, y no solo de la región. Aquí, ensalada de ceviche con guarnición de fresas.
Imagen: Daniella Cheslow
Moliendo garbanzos
En el restorán Idkedik, en Jerusalén antigua, el cocinero Wafa Ishad Idkedik Walaa muele garbanzos a mano para hacer hummus. Dice que eso hace que tengan un mejor sabor.
Imagen: Daniella Cheslow
Recién exprimido
En el casco antiguo de Jerusalén se puede disfrutar tanto de una cena con ensaladas frescas en un restorán, hasta de un jugo de pomelo recién exprimido al paso.