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Sociedad

Opinión: La hipocresía de la industria automotriz alemana

Henrik Böhme
29 de enero de 2018

El diéselgate, la presunta formación de un cártel ilegal y, ahora, pruebas de gases tóxicos con monos y humanos. La industria automotriz alemana va de un escándalo a otro. Henrik Böhme duda que haya consecuencias.

Imagen: picture-alliance/dpa/H. Schmidt

Monos encerrados en una pequeña cámara en la que es introducido dióxido de nitrógeno, es decir un gas. Personas sentadas en una habitación inhalando este gas durante varias horas. Estos fueron experimentos encargados o fomentados por una asociación de investigación de la industria automotriz alemana.

Más información:

-Científicos alemanes involucrados en pruebas de gases tóxicos de diésel en humanos

-Informe de Volkswagen no satisface a víctimas en Brasil

A raíz de estas imágenes, a muchos alemanes les vendrán a la mente terribles recuerdos de la Segunda Guerra Mundial. Recuerdos de las cámaras de gas de campos de exterminio como Auschwitz-Birkenau; de la acción de exterminio T4 de los nazis, que asfixiaron con gas a más de 70.000 personas con discapacidades y enfermedades terminales. Recuerdos del capítulo más oscuro de la historia de Alemania.

Uno pensaba realmente que la industria automotriz, el orgullo de la economía alemana, había tocado fondo. Pero lo que comenzó como el diéselgate de Volkswagen en Estados Unidos, que se extendió a otros fabricantes; lo que se amplió con las revelaciones de la revista "Der Spiegel", según la cual diversos fabricantes alemanes habrían fijado ilegalmente precios y proveedores durante años, ha alcanzado nuevas dimensiones.

Un perfecto manejo de la crisis

Es necesario aclarar cómo se llevaron a cabo los experimentos con humanos. ¿Acaso se está exagerando una prueba más bien inofensiva? Hasta ahora se sabe que personas sanas estuvieron expuestas durante tres horas a los gases tóxicos. Sin embargo, aquellos alemanes que viven en una calle altamente transitada inhalan una cantidad mucho mayor. Los experimentos con animales, en cambio, solo pueden ser descritos como estúpidos y despreciables.

En 2015, cuando se llevaron a cabo las pruebas con los monos, los fabricantes de automóviles probablemente estaban tan sumidos en problemas que solo estaban tratando de ponerse a salvo. Precisamente en septiembre de 2015 explotó el diéselgate.

Desde que se dio a conocer el nuevo escándalo, se ha podido observar sobre todo una cosa: los rituales interiorizados de los fabricantes de automóviles funcionan realmente bien. Daimler se apuró a explicar que está "consternado por lo que ha sucedido en nombre de la industria automotriz alemana". Añadió que se distancia de tales prácticas y aseguró que sus coches no fueron utilizados para los experimentos.

También BMW se distanció claramente de las pruebas y sobre todo de los experimentos con animales. Volkswagen tardó un poco más en pronunciarse, y finalmente solo se disculpó por los "errores cometidos por algunas personas". Juntos, estos fabricantes quieren investigar cómo pudo suceder esto.

La gran hipocresía

¿Cómo pudo suceder? ¡Qué pregunta más hipócrita! Si fueron justamente estos tres fabricantes de automóviles, más la multinacional Bosch, quienes en 2007 fundaron el Grupo Europeo de Investigación sobre Medio Ambiente y Salud en el Sector del Transporte (EUGT, por sus siglas en alemán).

Henrik Böhme, de la redacción de economía de DW.

Este organismo, que no es otra cosa que un grupo de lobby para la campaña del diésel limpio, encargó las pruebas. También llevó a cabo los experimentos con humanos en Aquisgrán, que originalmente no estaban pensados para la industria automotriz, pero que encajaban bien porque no se habían podido "comprobar reacciones negativas al dióxido de nitrógeno inhalado", según se lee en el reporte respectivo del EUGT.

En la junta directiva de este ominoso -y entretanto disuelto- organismo de investigación había altos ejecutivos de los fabricantes de automóviles. Pero en este caso probablemente se argumentará igual que en el diéselgate: solo un determinado grupo de personas fue responsable y los miembros de la junta directiva no estaban enterados. Habrá uno que otro chivo expiatorio, como en Estados Unidos, donde fue sentenciado recientemente el mánager de Volkswagen Oliver Schmidt - listo. Y el resto del grupo se lavará las manos. Los fabricantes de automóviles alemanes son verdaderos genios del engaño y camuflaje.

Lo curioso (y profundamente tranquilizante para las altas esferas) es el hecho de que los escándalos no parecieran importarles a los clientes. 2017 fue un año récord para Volkswagen, y los números de ventas de Daimler son excelentes. Y en muchas ciudades alemanas, los gases tóxicos inhalados por los habitantes superan los niveles de cualquier prueba realizada en nombre de la industria automotriz.

Henrik Böhme (VT/ERS)         

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