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Opinión: la incómoda visita de un Papa lejano

Christoph Strack (JAG/ERS)28 de julio de 2016

Los polacos tienen fama de ser muy católicos. Pero durante la visita del Papa a Cracovia para la Jornada Mundial de la Juventud, quedaron patentes algunas diferencias, opina Christoph Strack.

Polen Weltjugendtag 2016 in Krakau Papst Franziskus und Andrzej Duda
Imagen: picture alliance/dpa/P. Supernak

Podría haber sido perfecto. Durante cinco días, el Papa, sucesor del apóstol Pedro, de visita en Cracovia. Todo el mundo con los ojos puestos en los cientos de miles de jóvenes entusiasmados. Todo dispuesto en el mejor sitio de la ciudad, en el palacio real del Wawel, y a pocos metros de la tumba de Lech Kaczynski, el nuevo héroe nacional laico que falleció en 2010 en un accidente de avión.

Pero el Papa llegó y dijo sin disimulo que no le gustaba el curso de la política polaca y que le gustaría ver un cambio. Este discurso de Francisco quizás no haga tanto ruido como sus críticas contra Europa en el Parlamento de Estrasburgo en 2015 o cuando recibió el premio Carlomagno, pero sí fue lo suficientemente claro.

Christoph Strack, periodista de DW.Imagen: DW

Como Juan Pablo II

En el discurso, no habló solo de las restricciones de los líderes nacional conservadores de Varsovia a la acogida de refugiados. La crítica se adivinaba hasta en el homenaje a sus anfitriones polacos. Con palabras que podrían ser de su antecesor Juan Pablo II, Francisco habló del “sueño de un nuevo humanismo europeo”, de la comunidad, de una cultura europea marcada por el cristianismo. Se refirió a una conciencia identitaria sin prepotencia. Apeló a estar “abierto ante las novedades” e instó a “la unidad pese a las diferencias de opinión”. También alabó la reconciliación polaco-germana impulsada por la iglesia y recordó ante su devoto auditorio que Dios puede convertir las dificultades en oportunidades. Después, siguió hablando sobre la migración, sobre la “disposición a acoger a los necesitados que huyen de las guerras y el hambre”, sobre la “solidaridad con aquellos a los que les han robado sus derechos fundamentales”. En suma, dijo que se trata de “hacer lo posible para aliviar el dolor”.

Entre los altos cargos presentes en Wawel, estaba la primera ministra Beata Szydlo, que poco antes había criticado vehementemente a la canciller alemana por su política de refugiados. Su ministro del Interior dijo, antes de las palabras del Papa, que Alemania y Francia eran ejemplos del fracaso del multiculturalismo y que, dijera lo que dijera el visitante de Roma, Polonia mantendrá su rumbo. Todos tuvieron que esforzarse en mostrar sus caras más amables. También los obispos del país, muchos de los cuales vivieron como curas el comunismo y ahora se alegran de que haya tanto conservadurimo, aunque sea nacionalista.

Francisco apeló a la conciencia de todos ellos, a la de los obispos también, después, a puerta cerrada. El “Papa venido de lejos” recuerda a Europa y Polonia sus valores, el mensaje cristiano. No espera que el Gobierno polaco reaccione como por momentos lo hizo Merkel e ignore reglas europeas. Pero sí planteó expectativas. Esperanza que, en vista del nuevo debate tras los últimos ataques, deberían valer para toda Europa. Muy significativo fue que el Vaticano aclarase antes de la visita que el Papa y los obispos polacos compartían la misma opinión sobre el tema de los refugiados. Aunque, al parecer, los obispos todavía no se habían enterado.

Diferentes interpretaciones

Basta un detalle para mostrar cuán necesarias eran estas palabras del Papa para Polonia. El nuevo Gobierno del Partido PiS puso a raya a las emisoras estatales. Sus páginas de internet abrieron con el discurso del Papa, hablando de que Polonia, como país de emigrantes, tenía que apoyar el retorno de sus emigrados. Solo después mencionaron que el “Papa exhortó a Polonia a aceptar a los refugiados” tal y como habían informado los medios de todo el mundo.

Uno sospecha cuán grande debe haber sido la discusión previa sobre el discurso del Papa. Otros detalles de la planificación de su visita también fueron delicados. La élite política quiso que el Papa visitase la tumba de Lech Kaczynski, situada junto a los reyes polacos. Solo eran un par de pasos, pero Roma dijo no. Los rumores decían que era por los escalones, pero que las altas esferas polacas habían offrecido instalar una escalera mecánica. A final, el Papa no fue a la tumba de Kaczynski, pero sí se le pudo ver subiendo con soltura la escalera para encontrarse con el presidente. Mucho puede ocurrir todavía en los próximos días de la visita de Francisco a Polonia.

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