El que presumiblemente será candidato presidencial de los republicanos divide a EE. UU. e, incluso, a su propio partido. Pero, nos guste o no, el ganador siempre tiene la razón, opina Miodrag Soric.
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A uno lo refuerzan las victorias. Las primarias republicanas han afianzado la candidatura de Donald Trump. Y eso que competía contra 16 rivales, muchos de ellos senadores y gobernadores. Los expertos no pudieron pronosticar el éxito cosechado por el magnate. Pero hay que tener en cuenta lo que dicen los analistas: Trump no será presidente.
El novato en la política, de 69 años de edad, obedece a su lema “América primero”. Aunque no ha especificado lo que significa concretamente el término en política exterior y de seguridad, la estabilidad es un concepto clave en el lenguaje de Donald Trump. La democracia o el respeto a los derechos humanos, por ejemplo, no tanto. Algo significativo o alarmante, depende de cómo se mire.
Aplausos desde Moscú
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha mostrado su admiración por Trump en varias ocasiones. El candidato republicano, por su parte, sabe que con Putin podrá “hacer negocios”. Los términos que utiliza el estadounidense recuerdan al vocabulario que empleaba en su día la primera ministra británica Margaret Thatcher. En 1984, a la “Dama de Hierro” le ocurrió lo mismo con Mijaíl Gorbachov, el por entonces nuevo inquilino del Kremlin. Thatcher, hija de un comerciante colonial, formuló en su día la siguiente frase en un telegrama dirigido a la Casa Blanca: "El señor Gorbachov me gusta", dijo Thatcher, y añadió: "Es una persona con la que se pueden hacer negocios".
Comparar no significa equiparar. Putin no es Gorbachov. A pesar de que muchos estadounidenses anhelen tener complicidad con un puñado de países para lograr la estabilidad en un mundo cada vez más complicado, las encuestas dicen que los ciudadanos de EE. UU. no quieren seguir el modelo de “construcción de una nación” en el extranjero. Muchos sienten el rol de “policía mundial” como una carga, sobre todo económicamente hablando. Y es que, ¿para qué construir escuelas o carreteras en Afganistán si los propios afganos las destruyen?
Herencia como munición electoral
El precandidato Trump rechaza la política exterior intervencionista puesta en práctica por Estados Unidos durante los últimos 25 años y, al mismo tiempo, cuestiona el juicio político de su rival Hillary Clinton. Y es que, después de todo, Clinton apoyó una guerra, la de Irak, que ha costado miles de millones de dólares a los contribuyentes estadounidenses. Clinton es en parte responsable del desastre en Afganistán, de la anarquía que sufre Libia, de la situación desesperada de Siria, del distanciamiento de Rusia y de la propagación internacional del terrorismo islamista.
Menos idealismo y más pragmatismo. Así es como ve Trump el mundo. El dinero de los contribuyentes estadounidenses no está para quemarlo. Ni para apoyar gobiernos extranjeros ni para extender la democracia en el mundo. Por otro lado, los Estados que quieran protección estadounidense tendrán que pagar por ella. O por lo menos más de lo que están pagando ahora. Los seguidores de Trump lo adoran por palabras como estas. Los gobiernos de países como Corea del Sur, Japón o Arabia Saudí y los principales Estados que forman la OTAN esperan que Trump pierda el próximo otoño.
La polarización de Trump
Mientra tanto, Trump divide incluso a los propios republicanos. Sus diatribas con México, con el conjunto de los latinos o contra el libre comercio son sentidas por muchos estadounidenses conservadores como irrazonables. A Trump, sin embargo, esto no lo inquieta. No tiene prisa por “suavizar” sus posturas. El tiempo corre a su favor. Ni siquiera el establishment de su partido puede ignorar lo que votaron las bases republicanas.
De esta división interna aún no ha podido sacar provecho Hillary Clinton. Sobre todo porque carece de mensaje para enganchar a sus votantes. Como mucho, habla de continuación. Apuesta por un “tercer mandato de Obama” solo que, sin Obama. Incluso si Trump no llega a la Casa Blanca, algo bastante probable, la presidenta Clinton no será capaz de obviar completamente el nuevo Zeitgeist –clima intelectual y cultural de una era.
Trátese de Merkel, Putin, Trump o Bush: cada quien tiene su propio estilo de hacer política y también reacciona de forma diferente a la sátira.
Imagen: ZDF Neo Magazin Royale
Angela Merkel
Durante el apogeo de la crisis del euro, muchas revistas y periódicos griegos retrataron a la canciller alemana, Angela Merkel, con símbolos nazis. En la portada que se puede ver en la imagen, la revista satírica "Mystiki Ellada" mostró en 2012 a Merkel vestida con el uniforme de soldado del Ejército de la Alemania nazi. En ningún momento la canciller sopesó proceder legalmente contra el medio.
Imagen: picture-alliance/Rolf Haid
Vladímir Putin
Las fotos vacacionales del presidente ruso, Vladímir Putin, sirven de inspiración a humoristas satíricos de todo el mundo. Desde que el hombre fuerte del Kremlin se dejó fotografiar montando a caballo a pecho descubierto, el torso desnudo del presidente es un motivo muy popular, por ejemplo en el Carnaval de Colonia de 2015.
Imagen: picture-alliance/dpa/R. Weihrauch
Donald Trump
El precandidato presidencial republicano Donald Trump es el blanco predilecto de muchos caricaturistas y humoristas. No obstante, el magnate es muy sensible a las críticas. El periódico Boston Globe publicó un encabezado ficticio, en el que hace parodia de las propuestas del precandidato en torno a la política de inmigración. Trump calificó al diario de “estúpido” y “despreciable”.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/The Boston Globe
Kim Jong-Un
El dirigente comunista de Corea del Norte no tiene mucho sentido del humor. Para impedir que la película satírica “La entrevista” se estrenara en 2012 en los cines estadounidenses, el régimen norcoreano lanzó una serie de ataques cibernéticos. Los estudios cinematográficos Sony fueron hackeados, y también se registraron muchas amenazas de atentados contra cines estadounidenses.
El expresidente estadounidense George W. Bush es uno de los políticos que más ha inspirado a los cómicos en Estados Unidos. La supuesta falta de intelecto del exmandatario de origen tejano ha sido motivo de burla por parte de los humoristas.
Imagen: Getty Images/M. Tama
Jaroslaw Kaczynski
A principios de año, un carro alegórico del desfile del Carnaval de Dusseldorf provocó tensiones diplomáticas entre Alemania y Polonia. Esta es representada como una mujer maltratada y pisoteada por el líder del partido de los nacionalconservadores, Jaroslaw Kaczynski. El ministro de Relaciones Exteriores polaco dijo que el carro mostraba el “desprecio hacia Polonia y los políticos polacos”.
Imagen: picture-alliance/dpa/F. Gambarini
Benjamín Netanjahu
El primer ministro israelí suele ser objeto de burla del programa de televisión “Eretz Nehederet” (Un país hermoso). En esta escena, los cómicos hacen una parodia de las negociaciones entre el jefe de Estado de Israel y la organización palestina Hamás. No obstante, Netanyahu nunca se ha indignado. Al contrario, en 2013 visitó el programa como invitado estelar.
Imagen: Getty Images/AFP/J. Guez
Winston Churchill
La sátira política tiene una larga tradición: esta caricatura británica de 1915 muestra a Winston Churchill, que en aquel entonces era ministro de Marina, como un Aquiles desaliñado en la guerra de Troya. El dibujo que lleva el título “La lucha de los barcos” hace alusión a la guerra marítima por los Dardanelos, que perdió Churchill.
Imagen: picture-alliance/akg-images
Hugo Chávez
El difunto expresidente venezolano Hugo Chávez tampoco se salvó de la sátira, como se puede apreciar en esta caricatura de 2012. Muchas personas cercanas al exmandatario aseguran que tenía un excelente sentido del humor y que sus bromas estaban cargadas de metáforas. Por ejemplo, se hizo famosa su frase “huele a azufre” con la que se refirió a George W. Bush.
Imagen: Roberto Weil
Jamenei y Carrell
En 1987 una sátira del líder de la revolución iraní, el ayatolá Jamenei, provocó un escándalo en la televisión alemana. El moderador Rudi Carrel había mostrado un montaje fotográfico de Jamenei: durante una visita de Estado a Alemania manifestantes supuestamente lanzan ropa interior contra el ayatolá. Como consecuencia, dos diplomáticos alemanes fueron expulsados de Teherán.
Imagen: picture-alliance/dpa/I. Wagner
Erdogan y Böhmermann
Aún está por verse si el poema del cómico alemán Böhmermann sobre el presidente turco llevará a una crisis diplomática parecida a la de 1987. Está claro que no es la primera ni la última vez que la sátira política provoca tensiones diplomáticas a nivel internacional.