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Opinión: La tenaz democracia polaca

Bartosz Dudek 20 de diciembre de 2015

Tras las masivas protestas del pasado fin de semana, los opositores al Gobierno conservador de Polonia volvieron a salir a las calles. Bartosz Dudek opina que lo que buscan los polacos es defender su democracia.

Bartosz Dudek

El pueblo polaco es resistente. Después de siglos de ser amenazado, dividido, ocupado y esclavizado por potencias extranjeras, ha aprendido a luchar por su propia libertad y la de los demás. Lo demostró con creces al menos en dos ocasiones durante el siglo XX. En 1920, cuando frenó el avance del Ejército Rojo hacia Europa occidental, impidiendo así la expansión de la revolución rusa. La segunda vez ocurrió entre 1980 y 1989, formando de forma pacífica e inteligente un movimiento que finalmente condujo a la caída del Muro de Berlín. La construcción de la democracia y el subsiguiente milagro económico son un ejemplo y un modelo de iniciativa propia para muchos otros países.

Rápido desencanto

Ahora, tras 26 años de éxito, los votantes polacos han tomado una extraña decisión a ojos de los observadores: han echado del poder a un Gobierno liberal, de orientación europea, a pesar de que su balance arrojaba uno de los mejores resultados económicos de la UE. El voto polaco se decidió en cambio por un partido nacionalista, conservador y euroescéptico, que había prometido un “buen cambio” y muchas prestaciones sociales. Cuatro semanas después de su llegada al poder, los polacos están desencantados.

Según las encuestas más recientes, el partido conservador Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), de Jaroslaw Kaczynski, ha perdido abruptamente el apoyo de su electorado. Aquellos que durante la campaña confiaron en el tono moderado, conciliador y cercano al pueblo del presidente del país, Andrzej Duda, y de la actual primera ministra, Beata Szydlo, están ahora asustados, pues la dulce ovejita parece haberse transformado en lobo feroz. Cegados por su incontestable victoria en las urnas, Jaroslaw Kaczynski y su radical séquito buscan de forma brutal y sin contemplaciones acaparar el poder absoluto para sí mismos y para su partido. En estos días, el fin parece justificar los medios.

Es cierto que el anterior Gobierno no observó la constitucionalidad de algunas leyes e ignoró a la oposición al designar los cargos de las instituciones más importantes, pero todo ello queda ensombrecido por el hambre de poder de Kaczynski y sus ansias de venganza. En lugar de comenzar el mandato implementando las ayudas por hijo, tal y como había prometido al electorado, Kaczynski ha declarado la guerra al Tribunal Constitucional. Además ha difamado a los críticos que han aparecido en medios occidentales llamándolos “polacos de la peor calaña” y “cómplices de la Gestapo”. No parece que eso sea “un buen cambio”.

El despertar de la sociedad civil

Muchos polacos no quieren permanecer inactivos. Como ya se hiciera en las décadas de los 70 y los 80, se han formado “Comités para la defensa de la democracia”, organizaciones de la sociedad civil que toman este nombre del legendario “Comité para la defensa de los trabajadores”, precursor del sindicato Solidaridad. Decenas de miles de personas salen a la calle para protestar. Personalidades como el mítico líder de Solidaridad y Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa, así como el expresidente Alexander Kwasniewski y varios ex primeros ministros y presidentes del Parlamento están detrás de estos movimientos civiles que exigen una defensa pacífica de la democracia. Esta reacción está acorde con la mejor tradición del país. Y en ella hay depositada una gran esperanza: hasta el momento no ha habido en la historia polaca un poder tan fuerte que fuera capaz de doblegar el anhelo de libertad de los polacos.


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