Tras las masivas protestas del pasado fin de semana, los opositores al Gobierno conservador de Polonia volvieron a salir a las calles. Bartosz Dudek opina que lo que buscan los polacos es defender su democracia.
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El pueblo polaco es resistente. Después de siglos de ser amenazado, dividido, ocupado y esclavizado por potencias extranjeras, ha aprendido a luchar por su propia libertad y la de los demás. Lo demostró con creces al menos en dos ocasiones durante el siglo XX. En 1920, cuando frenó el avance del Ejército Rojo hacia Europa occidental, impidiendo así la expansión de la revolución rusa. La segunda vez ocurrió entre 1980 y 1989, formando de forma pacífica e inteligente un movimiento que finalmente condujo a la caída del Muro de Berlín. La construcción de la democracia y el subsiguiente milagro económico son un ejemplo y un modelo de iniciativa propia para muchos otros países.
Rápido desencanto
Ahora, tras 26 años de éxito, los votantes polacos han tomado una extraña decisión a ojos de los observadores: han echado del poder a un Gobierno liberal, de orientación europea, a pesar de que su balance arrojaba uno de los mejores resultados económicos de la UE. El voto polaco se decidió en cambio por un partido nacionalista, conservador y euroescéptico, que había prometido un “buen cambio” y muchas prestaciones sociales. Cuatro semanas después de su llegada al poder, los polacos están desencantados.
Según las encuestas más recientes, el partido conservador Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), de Jaroslaw Kaczynski, ha perdido abruptamente el apoyo de su electorado. Aquellos que durante la campaña confiaron en el tono moderado, conciliador y cercano al pueblo del presidente del país, Andrzej Duda, y de la actual primera ministra, Beata Szydlo, están ahora asustados, pues la dulce ovejita parece haberse transformado en lobo feroz. Cegados por su incontestable victoria en las urnas, Jaroslaw Kaczynski y su radical séquito buscan de forma brutal y sin contemplaciones acaparar el poder absoluto para sí mismos y para su partido. En estos días, el fin parece justificar los medios.
Es cierto que el anterior Gobierno no observó la constitucionalidad de algunas leyes e ignoró a la oposición al designar los cargos de las instituciones más importantes, pero todo ello queda ensombrecido por el hambre de poder de Kaczynski y sus ansias de venganza. En lugar de comenzar el mandato implementando las ayudas por hijo, tal y como había prometido al electorado, Kaczynski ha declarado la guerra al Tribunal Constitucional. Además ha difamado a los críticos que han aparecido en medios occidentales llamándolos “polacos de la peor calaña” y “cómplices de la Gestapo”. No parece que eso sea “un buen cambio”.
El despertar de la sociedad civil
Muchos polacos no quieren permanecer inactivos. Como ya se hiciera en las décadas de los 70 y los 80, se han formado “Comités para la defensa de la democracia”, organizaciones de la sociedad civil que toman este nombre del legendario “Comité para la defensa de los trabajadores”, precursor del sindicato Solidaridad. Decenas de miles de personas salen a la calle para protestar. Personalidades como el mítico líder de Solidaridad y Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa, así como el expresidente Alexander Kwasniewski y varios ex primeros ministros y presidentes del Parlamento están detrás de estos movimientos civiles que exigen una defensa pacífica de la democracia. Esta reacción está acorde con la mejor tradición del país. Y en ella hay depositada una gran esperanza: hasta el momento no ha habido en la historia polaca un poder tan fuerte que fuera capaz de doblegar el anhelo de libertad de los polacos.
Lech Walesa, ícono de "Solidaridad"
Consiguió doblegar al comunimo en Polonia. Hoy puede mirar hacia atrás consciente de que su liderazgo sindical ayudó a cambiar el mundo.
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Rebelde, premio Nobel y expresidente
El antiguo líder del sindicato Solidaridad y posteriormente presidente de Polonia consiguió doblegar al comunismo polaco. Lech Walesa ha recibido incontables reconocimientos por sus logros políticos. El 29 de septiembre (de 2013) cumplió 70 años.
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Instigador
Cuando en el verano de 1980 se disparó el precio de la carne, se desató una oleada de huelgas por toda Polonia. Walesa, que había trabajado como electricista en un astillero de Gdansk desde 1967 y que había pasado un tiempo en la cárcel por su activismo a favor del sindicalismo libre, estaba fichado por las autoridades. Aún así, el 14 de agosto se convirtió en líder del movimiento Solidaridad.
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Solidaridad
Tras ocupar los astilleros de Gdansk, trabajadores de toda Polonia probaron suerte con esta táctica. Walesa era el único que negociaba con el Gobierno en nombre del recientemente fundado sindicato Solidaridad. Esta movimiento de trabajadores, sin parangón hasta entonces, pronto se convirtió en una organización independiente con más de 10 millones de miembros.
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Con la bendición de la Iglesia
Tras décadas de gobierno comunista, la mayoría de los polacos seguía manteniendo su fe en la Iglesia católica, resistiéndose a adoptar el ateísmo promovido por el Estado. La influyente Iglesia polaca apoyó desde el principio las movilizaciones obreras. El obispo Henryk Jankowski se codeaba con Walesa, que había sido educado en la fe católica.
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Una larga lucha
El 31 de agosto de 1980 concluyeron las huelgas masivas con un acuerdo entre el comité sindical y la delegación de Gobierno. Se pactó el derecho legal a la huelga, la fundación de un sindicato independiente, mejoras en el sistema social y la liberación de prisioneros políticos. En noviembre, un tribunal de Varsovia legalizó el movimiento Solidaridad.
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De líder a prisionero
Hasta diciembre de 1981, Walesa dirigió el Comité de Coordinación Nacional de Solidaridad. Cuando, ese mismo mes, el líder del partido comunista y primer ministro Wojciech Jaruzelski decretó la ley marcial, Walesa fue encarcelado durante casi un año en una prisión cercana a la Unión Soviética.
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1983: Premio Nobel de la Paz
En 1982, la revista Time declaró a Walesa como el "hombre del año". Tras esta distinción, llegaron otros reconocimientos. Cuando se anunció a Walesa como destinatario del Nobel de la Paz en 1983, el líder sindicalista pensó que el Gobierno comunista no le dejaría entrar de nuevo en el país si asistía a la ceremonia de entrega. Su esposa y su hijo de 13 años recogieron el Premio en Oslo.
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Dona el dinero del Premio Nobel
Cientos de creyentes fueron testigos de cómo Walesa dedicó el Premio Nobel a la Virgen Negra, en la ciudad de Częstochowa, al sur del país, uno de los lugares más importantes de peregrinación de la Iglesia católica. Walesa donó el dinero del galardón sueco a una fundación de ayuda a los necesitados.
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Pulso al Gobierno
En 1983, Walesa pidió permiso para volver a los astilleros de Gdansk, pero debió permanecer bajo arresto domiciliario hasta 1987. El movimiento Solidaridad continuó convocando huelgas en minas, astilleros y sector transportes entre 1981 y 1988.
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El Papa
Walesa conoció al papa Juan Pablo por primera vez en julio de 1983, durante una visita del prelado a su país. Ocho años después, Walesa besó la mano del pontífice convertido en el primer presidente de la Polonia postcomunista. Lo hizo mientras sostenía en la mano la primera edición de la Constitución polaca, de 200 años de edad.
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Retirarse con dignidad
A finales de 1995, Walesa había perdido el apoyo del pueblo polaco y no fue reelegido presidente. Pero todavía disfrutaba del aprecio del resto del mundo, incluyendo al Dalai Lama, que se arrodilló ante el hombre que logró grandes cambios en Polonia.
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Amistad germano-polaca
En Alemania se considera que Walesa allanó el camino de la reunificación. En el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, Walesa acudió como símbolo de la reconciliación entre Polonia y Alemania.
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Un icono decadente
Hoy día se mira a Lech Walesa con actitud crítica, entre otras razones, por sus declaraciones discriminatorias contra los homosexuales. Una película del famoso director Andrzej Wajda, proyectada este año en el Festival de Venecia, presenta al exlíder no exento de defectos.
Imagen: Labiennale
Multitud de reconocimientos
El camino de Lech Walesa desde electricista a premio Nobel y presidente de Polonia ha sido largo. Actualmente cuenta con doctorados honoríficos y distinciones. Puede echar la vista atrás y recordar cuando, hace más de tres décadas, lideró a quienes buscaban un cambio político en Polonia.