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Opinión: La vergüenza francesa de Calais

25 de octubre de 2016

El Gobierno de Francia ha dado un espectáculo muy lamentable con el desalojo de la "Jungla de Calais", opina Barbara Wesel.

Desalojo del campamento de Calais.
Imagen: Getty Images/C. Furlong

De golpe, lo imposible se hizo realidad. Tras el anuncio realizado hace un mes por el presidente François Hollande, quien aseguró que se desalojaría el campamento de refugiados de Calais, la administración francesa encontró de un momento a otro 7.000 cupos en distintos centros de acogida repartidos por toda Francia para acoger a los habitantes de la llamada "jungla". Durante años, París se había negado a atender de forma digna a quienes habían llegado al norte de Francia con la esperanza de cruzar hacia Reino Unido. La respuesta siempre fue la misma: "No hay espacio, todo está lleno".

Signo de cobardía política

La llamada "jungla" de Calais fue el resultado de una política migratoria ciega. Y el campo muestra, además, el fracaso del gobierno de Hollande y su debilidad a la hora de enfrentar sus responsabilidades. La situación de Calais es conocida desde hace años: la enorme "jungla" surgió en las afueras del puerto luego que se cerrara el centro que existía antes, sin que se les ofreciera alternativas a las personas que vivían en él.

Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.

Este campamento de refugiados era una monstruosidad. En el verano apestaba y en el invierno se llenaba de barro. Pero Londres y París hicieron como si no tuvieran nada que ver con ello. Los británicos trasladaron sus puntos de control fronterizos en suelo francés, lo que traspasó la responsabilidad por los inmigrantes a manos francesas. París, de vuelta, consideró a los inmigrantes un problema británico y, en consecuencia, no hizo nada. Solamente el comienzo de las campañas políticas permitió que la situación se moviera, pues los radicales del Frente Nacional usaron a la "jungla" con éxito como artillería contra el Gobierno.

Una vergüenza para Europa

Desde el comienzo de la crisis de los refugiados, Gran Bretaña se ha escondido tras el canal de la Mancha. Como es usual, desde Londres hubo cero solidaridad. Y Francia, como consecuencia de su derecha radical, no se comprometió a instaurar una política de refugiados humanitaria y sencillamente desvió la mirada. Pero la permanente atención que prestaron los medios a la "jungla" hizo de ésta una vergüenza política que no podía seguir siendo ignorada.

Lamentablemente en esta historia el final no es feliz, pues los migrantes fueron repartidos por toda Francia, sin saber qué les depara el futuro. No les explicaron cuáles son sus derechos y no hubo compromisos humanitarios, salvo la promesa de un par de semanas de tranquilidad en alguna provincia francesa.

Seguramente muchos de ellos estarán de vuelta en un par de meses en la costa norte, para intentar nuevamente salir de Francia. Otros se ocultan en los alrededores de Calais, con la esperanza de cruzar el canal. Sus vidas en los nuevos campos improvisados de refugiados serán todavía peores que las que tenían en Calais.

Tema al olvido

El gobierno francés estará satisfecho cuando haya retirado el campamento y repartido a los refugiados por todo el país. Pero eso no ha resuelto el problema de la "jungla", sino que lo ha dispersado. Pero para París acá vale la premisa de "ojos que no ven, corazón que no siente". Si la prensa deja de escribir sobre el desastre de Calais, pronto nadie se acordará del asunto. Sin embargo, la responsabilidad política y humana debiera dictar otra cosa.

Autora: Barbara Wesel

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