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Opinión: Victoria sobre nazis no trajo a todos la libertad

Ivan Krastev
5 de mayo de 2020

La pandemia del coronavirus, la revolución digital, la migración y el cambio climático hacen parte de nuestra época, pero el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial se está desvaneciendo, opina Ivan Krastev.

Polen Warschau Ehrenmal der Roten Armee im 2. Weltkrieg
Imagen: Imago/mm images/David Ewing

Lamentablemente, con la muerte de la generación que vivió la guerra personalmente, también se está desvaneciendo la convicción de que la guerra era parte del pasado de Europa, pero en ningún caso debería ser parte del futuro de este continente.

En mayo del año pasado, una encuesta encargada por los ministros de Asuntos Exteriores de la UE en varios Estados miembros reveló que los europeos de 18 a 24 años son los que más creen que una guerra entre las naciones europeas es posible en los próximos diez o veinte años.

Este resultado marcó definitivamente el final del "período de posguerra", incluso antes de que el coronavirus llegara a Europa. "Tal vez la razón por la que nunca aprendemos de la historia", escribió el poeta estadounidense Charles Simic, "es que somos incapaces de imaginar la realidad de la guerra y sus consecuencias".

Las guerras de la memoria

75 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, no habrá grandes celebraciones para conmemorar la ocasión en ninguna capital europea por culpa de COVID-19. Pero no es sólo el coronavirus el que ha afligido a Europa, sino también el virus del revisionismo histórico. Lo que estamos presenciando en Rusia y en algunos países de Europa del Este una criminalización instrumentalizada de la memoria de la guerra. Se considera un crimen rechazar el punto de vista del gobierno.

Ivan Krastev, comentarista invitado de DW.Imagen: Nadezhda Chipeva

La verdad es siempre la primera víctima en la guerra. En el caso de las guerras por la memoria histórica, la primera víctima es la complejidad. En la guerra propagandística sobre la Segunda Guerra Mundial, ni Rusia ni algunos de los gobiernos de Europa del Este han sido modelos a seguir.

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En opinión oficialista del Kremlin, cualquiera que critique la ocupación soviética de Europa del Este después de 1945 es un fascista. Y cualquier crítica a la política de Stalin es vista como un intento deliberado de disminuir el papel decisivo del Ejército Rojo en la victoria sobre Adolfo Hitler. En toda una serie de Estados de Europa del Este, la reacción a esto es tomar la visión exactamente opuesta de la historia: todos los que lucharon contra los soviéticos - incluso los que estaban aliados con los nazis - son ensalzados como héroes allí.

No hay solo blanco y negro

Pero la historia es más compleja. Como ya dijo el director de la Fundación Buchenwald, Volkhard Knigge, a la filósofa estadounidense Susan Neiman, autora del libro "Aprendiendo de los alemanes": para que tal narración en blanco y negro sea verdadera, "habría que tener un campo de concentración sin comunistas y un campo soviético sin nazis". Pero Buchenwald, que los nazis construyeron como un campo de concentración en el "Tercer Reich" y que se convirtió en un campo soviético después de la guerra, es el mejor ejemplo de cómo esos campos políticamente correctos no son más que ficción.

Pero el reconocimiento de esta complejidad no significa que ambos bandos estén igualmente equivocados sobre la memoria histórica. El Kremlin puede insistir con razón en que se reconozca a las víctimas del pueblo soviético. Pero el énfasis aquí debe estar en "soviético", en lugar de "ruso", puesto que hubo millones de ucranianos, georgianos y centroasiáticos que murieron luchando contra Hitler. En Bielorrusia, una de cada tres personas no sobrevivió a la guerra.

La definición de liberación

Las guerras suelen llevarse por territorios. Se luchan guerras de memoria histórica por el significado de las palabras. Y las actuales guerras de memoria ruso-ucranianas, ruso-polacas o ruso-checas se refieren al significado de la palabra "liberación".

El Presidente Richard von Weizsäcker el 8 de mayo de 1985 ante el Parlamento alemán.Imagen: picture-alliance/dpa

En 1985, el presidente alemán Richard von Weizsäcker hizo historia al declarar el 8 de mayo como el día de la liberación de Alemania. Dijo a sus compatriotas que aunque era cierto que los alemanes también habían sufrido mucho durante la guerra y que se habían cometido injustician contra ellos después de la guerra, los alemanes no tenían derecho a considerarse víctimas porque eran responsables del Holocausto y el sufrimiento de los demás. Además, los alemanes deberían ver el final de la guerra como "liberación" - Alemania puede haber perdido la guerra, pero ganó su libertad como resultado. Y lo que cuenta no es la victoria, sino la libertad.

La lección no entendida en el Kremlin

Es esta lección de los alemanes, que no ha sido entendida en el Kremlin hasta hoy. Porque esto es precisamente lo que distingue a Europa Central y Oriental de Europa Occidental al final de la Segunda Guerra Mundial: los europeos orientales no pudieron declarar el 8 de mayo de 1945 como el día de su liberación. Aunque la llegada del Ejército Rojo fue una victoria sobre la Alemania nazi, no liberó a estos países.

El Presidente Vladimir Putin no quiere aceptar que el hecho de que millones de ciudadanos soviéticos murieran cuando expulsaron a los nazis de Europa Oriental no le da a Moscú el derecho de decidir cuándo los países de Europa Oriental deben celebrar su liberación. El sacrificio de los soldados soviéticos exige respeto, y cualquier intento de disminuir el papel de la Unión Soviética en la derrota de Hitler equivale a un revisionismo histórico. Pero los monumentos a los mariscales y tanques soviéticos no pueden llamarse monumentos a los libertadores, porque las sociedades de Europa del Este no los consideran como tales.

No fueron los Aliados, sino el Presidente alemán quien, 40 años después del fin de la guerra, declaró el 8 de mayo como el día de la liberación de los alemanes. Y son los europeos del Este los que deciden por sí mismos qué día consideran el día de su liberación.

*El politólogo búlgaro Ivan Krastev es director del Centro de Estrategias Liberales de Sofía y miembro del Instituto de Ciencias Humanas de Viena. La editorial Klett-Cotta y la Fundación Allianz han concedido este año el Premio Jean Améry de Estudios Europeos de Ensayo a Ivan Krastev. La ceremonia de entrega fue el 4 de mayo de 2020.

(gg/jov)

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