Grupos de jóvenes atacaron a la Policía en Hamburgo y Schorndorf. Esto sucedió especialmente por una razón, opina Kersten Knipp: los agresores sabían que no habría castigo.
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La pureza de la provincia a veces permite echarle una mirada más profunda a las cosas. Eso la diferencia de las grandes urbes. Algo de ello se puede ver al comparar, por ejemplo, la pequeña localidad de Schorndorf con Hamburgo. En la cumbre del G20, que se celebró hace dos semanas en la ciudad hanseática, ocurrió algo que, con buena voluntad, podemos calificar de desconcertante. ¿Tenía un fondo ético la violencia que cientos de vándalos desataron en Hamburgo? ¿Se puede describir a quienes destruyeron el barrio de Schanzenviertel como héroes de la resistencia o luchadores de la libertad que con el dolor de sus corazones decidieron responder a la presión del capitalismo y a la miseria del mundo con los últimos medios disponibles, es decir, la violencia física?
No, no es así. La prueba está en los desmanes ocurridos en Schorndorf en el marco de una festividad local. Entre quienes lanzaron botellas a los policías en ese lugar había un número importante de estudiantes de secundaria, jóvenes emborrachados por un ánimo etílico y, puede uno suponer también, provenientes de las capas medias de la sociedad, aquellas que no son precisamente las más perjudicadas por el sistema. La violencia viene, también, de aquellos a los que les está yendo bien en la vida.
Pérdida de respeto
Esta observación contradice ese extendido intento de explicar la violencia y, quizás, hasta legitimarla: que el Estado debe preocuparse más por el bienestar de los ciudadanos, pues solo entonces será posible esperar que los niveles de violencia disminuyan. Esta tesis ha quedado superada por lo acontecido en Schorndorf.
En vez de ello, es posible hacer otra apreciación: la violencia se practica porque no hay riesgo alguno en hacerlo. El vandalismo que se ve cada fin de semana en los partidos de la Bundesliga ocurre precisamente porque no hay castigo, pues el Estado decidió dejar de aplicar las normas y hacer respetar los estándares mínimos de una civilización.
Cosa de cada día
Las consecuencias de esto son preocupantes también al nivel de las pequeñas escenas de la vida cotidiana, pues allí donde las normas –subjetivas– son percibidas como algo poco válido, las relaciones se ven dañadas. Permítame una disquisición personal: yo vivo en uno de los distritos de entretenimiento más populares de Colonia. Allí a la gente le gusta estar en la calle; frente a los bares, en la vereda, y no dentro. Esto ocurre de forma tal que las personas ocupan toda la acera. El que quiera pasar se ve forzado a caminar por la calle. Lo mismo cuando grupos de tres o cuatro personas deciden ocupar todo lo ancho del espacio, impidiendo que otros circulen. El que no quiera chocar con ellos debe ser o muy delgado o muy afortunado.
El que haya otras personas más allá de nuestros propios horizontes es una reflexión que no puede ser considerada, como antes, como algo evidente. El pensamiento complejo y prudente ahora viene a la baja. El resto de la humanidad es hoy vista como un paisaje irrelevante que acompaña la vida del verdadero protagonista: uno mismo.
¿Vuelve la ley de la selva?
Tanto en Hamburgo como en Schorndorf la violencia se centró en los agentes de la Policía, que fueron atacados por vándalos que conocen la violencia de los videojuegos. Los policías son, desde su perspectiva, figuras para jugar, necesarias como blancos de los ataques. Para muchos, es una oportunidad para agredir y dar rienda suelta a la violencia sin esperar consecuencias, precisamente como en los videojuegos. La pérdida de control es precedida por la pérdida del respeto a las normas. La idea de que el Estado debe aplicar mano dura en favor del respeto no es algo que suene absurdo. De lo contrario, la amenaza del retorno de la ley de la selva se cierne sobre todos nosotros.
Autor: Kersten Knipp (DZC/ERC)
Hamburgo, escenario de una batalla campal (07.2017)
La violencia se ha apoderado de distintos barrios de la ciudad alemana de Hamburgo, donde las protestas contra el G20 se han convertido, por momentos, en verdaderos actos de vandalismo.
Imagen: Reuters/H. Hanschke
Policías por montones
Casi 20 mil agentes de la Policía se desplegaron en Hamburgo durante la realización de la cumbre del G20. Como vemos, algunos de ellos estaban fuertemente armados. Sus tareas no se remitieron a resguardar la seguridad de los importantes invitados, sino también a enfrentar las manifestaciones y controlar los desmanes que se desataron en el curso de las últimas jornadas.
Imagen: picture-alliance/dpa/B. Marks
Batallas campales
Aunque no todas las protestas fueron violentas, sí hubo varias que se vieron superadas por los excesos de grupos violentistas y transformaron la ciudad en campo de combate. Las autoridades esperaban estos escenarios, aunque este sábado 8 de julio la policía reconoció "niveles nunca antes vistos" de violencia. Al menos 213 agentes resultaron heridos, algunos de ellos con lesiones graves.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/M. Schrader
Barricadas y gases
Los enfrentamientos entre grupos antiglobalización y las fuerzas de seguridad se sucedieron en distintos sectores de la ciudad, y prácticamente a toda hora. Los choques más duros fueron protagonizados por el llamado "bloque negro", un grupo antisistema cuyos miembros van encapuchados. La Policía les exigía dejar al descubierto su identidad, lo que daba pie a disputas.
Imagen: picture-alliance/ZUMAPRESS/O. Messinger
Una ciudad que sufre
Nadie sabe qué culpa purgó este paradero de buses, pero fue víctima de la violencia de los enfrentamientos, así como numerosas vitrinas, cajeros automáticos, máquinas expendedoras de boletos de transporte, señalización y toda clase de mobiliario urbano que ahora debe ser repuesto. Los más perjudicados con estos destrozos son los vecinos de Hamburgo.
Imagen: DW
Violencia nocturna
Bicicletas que tenían la mala fortuna de estar estacionadas en la calle, señales de tránsito y prácticamente cualquier cosa que estuviera al alcance de la mano servía para montar barricadas que dificultaran la acción de la policía. Las autoridades reportaron decenas de vehículos quemados y 63 detenciones solamente en la madrugada del sábado.
Imagen: Reuters/H. Hanschke
Fuego en Hamburgo
Las barricadas terminaron convertidas en enormes llamaradas, mientras grupos violentistas lanzaban piedras, trozos de madera, petardos y otros fuegos de artificio a las fuerzas de seguridad. En el barrio de Schanzenviertel se vivieron escenas de violencia inusitada. Entre los lesionados hay un policía al que le reventó un petardo en la cara y que podría perder la visión de un ojo.
Imagen: Reuters/F. Bensch
Destrucción y saqueos
En la calle Schulterblatt, conocida por sus cafés, restaurantes y tiendas de ropa, un supermercado Rewe fue saqueado y destruido por decenas de exaltados. La policía se vio obligada a desplegar grupos antidisturbios para controlar una situación que estaba escapando de sus manos. Helicópteros apoyaron desde el aire. Pocas veces Hamburgo había visto escenas de este tipo.
Imagen: Getty Images/AFP/O. Andersen
¿Qué tiene que ver esto con el G20?
No solo el supermercado Rewe sufrió la ira de los encapuchados. La droguería Budnikowsky fue destruida y arrasada por grupos que también golpearon a vecinos y a personal médico de las ambulancias que llegaban al lugar. El periódico Die Welt habló de una "absurda mezcla entre guerra civil y happening" y de agentes diciendo que esto "es una guerra".
Imagen: Reuters/P. Kopczynski
Malestar policial
El jefe en Hamburgo del sindicato policial, Jan Reinicke, criticó lo sucedido: "La situación ha exigido a la policía hasta el extremo", dijo el dirigente, según recoge el semanario Der Spiegel. "La política es la única responsable de la enorme cantidad de agentes heridos y de la destrucción de la ciudad", agregó. Para él está claro que "Hamburgo nunca debió ser sede de la cumbre del G20".
Imagen: DW/J. Witt
A limpiar este caos
Las primeras luces del día dejaron en evidencia la magnitud de los destrozos. La situación es tan grave que llegó al campo político, donde la Unión Cristiano Demócrata (CDU) acusó al alcalde de Hamburgo, el socialdemócrata Olaf Scholz, de haber subestimado la capacidad de acción de los violentistas. La Policía, en tanto, realiza una búsqueda casa por casa de miembros de grupos ultraizquierdistas.