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Opinión: lo que no se ve, no se juzga

Oliver Sallet20 de junio de 2016

El destino de los refugiados es tema de debate mundial debido a la crisis. Pero poco es lo que ha cambiado en la situación de las personas que huyen de la guerra, opina Oliver Sallet.

Imagen: picture-alliance/dpa/S. Kahnert

En Grecia las cosas han vuelto al orden. Desaparecieron las carpas de los grandes campos de refugiados en la frontera con Macedonia. Llegó a su fin la vida en medio de la suciedad, el humo, la basura y las materias fecales. El gobierno griego limpió esa zona. Luego de la evacuación de Idomeni, las autoridades también han desalojado los demás campos. Europa puede respirar tranquila y no debe soportar más las imágenes de niños viviendo en el lodo.

Pero los griegos no pueden mitigar la acusación de que Europa ha fracasado en la crisis de refugiados. El sufrimiento de los refugiados se mantiene intacto, solo que ahora está lejos de los reflectores. Más de 50.000 personas se encuentran aún en Grecia la mayoría bajo la tutela del gobierno heleno, en los campos oficiales. Ahí, la situación es apenas un poco mejor que en los anteriores. Las Naciones Unidas califican como inhumanas las condiciones que ahí imperan. Pero tanto las organizaciones humanitarias como la prensa deben permanecer alejadas. Lo que no se ve no se juzga.

60 millones de refugiados

Con todo, el destino de los refugiados varados en Grecia es solo un capítulo en la historia de la crisis de refugiados en todo el mundo. La ONU estima que globalmente hay unos 60 millones de refugiados. La mitad de ellos son niños. En Europa su destino es mayormente desconocido, pues la mayoría jamás llega a nuestras cercanías. Refugiados de la guerra civil en Siria acampan por decenas de miles en Jordania o en Turquía. En Libia, cerca de un millón de personas aguardan el conducto a Europa.

La causas que los llevan a huir son muy diversas. Los escenarios de crisis están repartidos por todo el mundo. En Malí, más de 200.000 personas huyen de la guerra y la destrucción. En Birmania, el gobierno expulsa a la etnia de los Rohingya. También en los supuestos “países seguros” como Pakistán y Afganistán, muchos son desplazados por el miedo a perder la vida.

Alambre de púas como algo “normal”

En Alemania buscamos de manera incierta mantener la situación bajo control; se supone que la cifra de refugiados debe bajar. A cambio de 6.000 millones de euros, Turquía toma del cuello a los refugiados y los moviliza a campamentos que son como ciudades enteras. Austria y los Estados balcánicos han cerrado por completo sus fronteras. El alambre de púas en las fronteras de la Zona Schengen se ha vuelto algo casi normal en nuestros días.

El círculo vicioso de la inmigración ilegal y las deportaciones lleva ya algún tiempo. Es cierto que las cifras de refugiados han descendido drásticamente. Se supone que estamos al mismo nivel que el verano anterior. Negociantes sin escrúpulos prometen llevarlos a Europa. Tan solo este año, más de 3.000 refugiados han perdido la vida, ahogados. Son cerca de 1.000 más que el año anterior.

Y, aún así, los políticos venden estas medidas como un éxito en Europa. Es cierto que las cifras de nuevos refugiads han bajado drásticamente. Pero con ellas, se vende a los “preocupados ciudadanos” la falacia de que los gobiernos tienen bajo control al crisis de refugiados. Si hay menos refugiados en el país significa que el problema se ha solucionado, parecen decir. Es la política de la evasión, de barrer debajo de las alfombras aquello que aquí puede causar inquietud. Se trata de una hipocresía insuperable. No hay una solución global. Y los gobiernos en Europa solo sienten la presión tan pronto los ciudadanos se ven directamente afectados, lo cual sucede menos frecuentemente con el descenso en las cifras de refugiados.

Oliver Sallet, periodista de DWImagen: DW

El cementerio de Europa

Una verdadera solución del problema pasa por una solución de las causas. Pero mientras en Siria se mantenga la guerra, la población seguirá intentando llegar a Europa. Ningún alambre de púas será capaz de contenerla. El Mar Mediterráneo se convertirá cada vez más en el cementerio de la fortaleza europea. El acuerdo entre la UE y Turquía, así como el cierre de la Ruta de los Balcanes, rebajan el número de refugiados en Europa, pero demandan mayores cifras de muertos en el Mediterráneo.

En Alemania recibimos con una bienvenida a los refugiados, pero en el camino corren riesgo de morir. Sería bueno acabar con ese cinismo y crear vías legales para la inmigración legal de quienes necesitan protección, y hacerlo en toda Europa, no solo entre una coalición de dispuestos a ayudar. Sería por lo menos una esperanza, también para los millones de refugiados cuyo destino es tan poco percibido en Europa.

Para aprender alemán: aquí puede usted leer la versión original de este artículo

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