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Sociedad

Opinión: No a la cruz

Christoph Strack
2 de mayo de 2018

El primer ministro bávaro Markus Söder quiere que se instale una cruz en todas las oficinas públicas en Baviera. Esta es una estrategia de campaña que excluirá a la gente no cristiana, opina Christoph Strack.

Imagen: picture-alliance/dpa/P. Kneffel

Una tormenta azota Baviera y no hay final a la vista. El primer ministro bávaro, Markus Söder, apenas lleva dos meses en el cargo y ya planea que se coloque demostrativamente un crucifijo en la entrada de todas las oficinas públicas en ese sureño estado federado de Alemania. Esta medida sería vinculante para el Land y entraría en vigor a partir del primero de junio. Según Söder, la cruz es el símbolo fundamental de la identidad cultural alemana.

Opinión: Sí a la cruz

Compromiso cristiano

Pero la cruz es más que eso, simboliza otra cosa completamente distinta. La cruz es un símbolo de vergüenza y esperanza, símbolo de la vida más allá de la muerte. En el Imperio Romano la crucifixión era una expresión de crueldad y desprecio. Y, según la fe cristiana, a través de esta muerte nació una nueva vida en Dios. Los cristianos tienen, además, el compromiso especial de acompañar y apoyar a aquellos que sufren y a los desesperanzados.

Oficinas públicas de Baviera tendrán que colgar un crucifijo

Yo mismo soy católico y estudié en Jerusalén, donde más de una vez pude presenciar las festividades de Semana Santa y vi a fervientes creyentes de todo el mundo. Y hay muchas cruces que son importantes para mí. Cuando viajo, por ejemplo, me alegran las cruces al borde de los caminos y en las torres de las iglesias.

Me parece bien que en la sala del grupo parlamentario de los partidos conservadores CDU y CSU (Unión Cristianodemócrata y Unión Social Cristiana), en el Parlamento alemán, cuelgue un enorme crucifijo; ahí está bien, pero no en la entrada del Bundestag. La CSU tiene derecho a colocar cruces en las salas donde celebra sus congresos. En cambio, existe también una tendencia a usar las cruces como accesorios de moda, algo que no me convence del todo.

El crucifijo y la burka

Sin embargo, la arrogante lógica de Markus Söder asusta. En su calidad de político, declara al crucifijo como símbolo de identidad y exclusión. Söder, quien durante años fue miembro del sínodo protestante de Baviera, seguramente sabe lo que hace: y es que en octubre se celebran elecciones regionales en ese estado federado. De ahí que apueste por la "conservación" de la cultura bávara, despreciando con fines políticos el verdadero significado de la cruz. En caso de que juristas llegaran a presentar una demanda ante el Tribunal Constitucional, Söder puede estar tranquilo. Hasta que la Justicia se pronuncie sobre el caso, las elecciones regionales ya habrán pasado.

La integración necesita valores, no cruces

Christoph Strack dirige la redacción de asuntos religiosos de DW. Imagen: DW/B. Geilert

Este lunes (30.04.2018), el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung publicó un largo artículo del antecesor de Söder, el actual ministro del Interior, Horst Seehofer, sobre el significado de la patria. Se trata de un texto reflexivo sobre identidad cultural, la influencia de las religiones, tradiciones y el difícil camino hacia la integración. Ni siquiera menciona la palabra "cruz". En cambio, sí menciona varias veces los "valores" comunes, que se deben compartir.

Por otra parte, dos declaraciones del secretario general de la CSU, Markus Blume, provocaron polémica en lo últimos días. Blume lleva seis semanas en el cargo, pero en años pasados ayudó a elaborar el programa de los conservadores bávaros. "Los defensores del multiculturalismo apenas critican el nuevo antisemitismo, pero le declaran la guerra a los símbolos cristianos en la vida cotidiana", dijo. Asimismo, describió a los críticos de los planes de Söder como "una alianza impía de enemigos de las religiones y gente que se niega a sí misma". Esto es una falta de respeto, ya que la CSU se arroga el derecho a decidir qué es sagrado y qué no, qué define la religión y quiénes son sus enemigos. Esto me recuerda a Hungría y Polonia.

Christoph Strack (VT/ERS)

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