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Opinión: ¡No más política simbólica en Afganistán!

29 de septiembre de 2016

Un año después de la caída de Kunduz y su reconquista por parte de los talibanes, la ciudad sigue estando en constante disputa. La menguada misión de la OTAN no logrará resolver el conflicto, opina Florian Weigand.

Afghanistan Mazar-i-Sharif Bundeswehr NATO Resolute Support Mission Soldat
Imagen: Getty Images/AFP/W. Kohsar

Fue exactamente hace un año que los talibanes, en un ataque sorpresa, reconquistaron la ciudad de Kunduz. Una vez más, la antigua posición de las tropas alemanas estuvo en el foco de la prensa. En Alemania, la opinión oscilaba entre un "¿qué ha sucedido aquí?” y un frustrado "ya lo veíamos venir”.

Es difícil imaginarse lo que pasaba por la cabeza de los familiares de los soldados que perdieron sus vidas; los familiares tuvieron que experimentar de primera mano lo inútil del sacrificio de sus seres queridos.

Ya nadie habla más sobre Kunduz

Hoy, un año después, los medios no reportan más sobre este lugar simbólico. Casi nadie en Europa nota que los talibanes aún están justo a las afueras de la ciudad. La lucha ondula de un lado para el otro: pueblos caen en manos de rebeldes para ser, días después, recuperados por tropas del Estado. También aquí es difícil imaginarse por lo que familias, en este caso afganas, alrededor de Kunduz, y en cualquier otra parte, tuvieron que pasar. En Alemania, la ciudad de Kunduz es solamente un ejemplo, entre tantos, de provincias que atraviesan situaciones similares. 

Florian Weigand

En el presente, se libran batallas en 31 de las 34 provincias que tiene Afganistán. Así, en los últimos años, más de 11.000 civiles han muerto o han resultado heridos en tiroteos entre tropas del Estado, talibanes y el Estado Islámico. Tan solo en 2015, Afganistán perdió a más soldados y policías que todos los Estados de la OTAN juntos en los últimos 15 años de misión. Y todo sin ningún éxito en concreto: el mismo jefe de la OTAN en Afganistán, el general estadounidense John Nicholson, tuvo que admitir que el Gobierno controla tan solo entre el 65 y el 70 por ciento de la población afgana. Asimismo, Kunduz demuestra, claramente, que la conveniente división entre los "buenos” de Occidente y los "malos” talibanes no funciona.

La simbólica ciudad fue reconquistada con el masivo apoyo de tropas estadounidenses; aviones bombardearon, no obstante, un hospital de Médicos Sin Fronteras, donde pacientes murieron angustiosamente en sus camas.  

Ahora, Kunduz cuenta una vez más con un emisario del Gobierno, quien hace recordar, empero, a una rana sobre una solitaria hoja flotante en un estanque lleno de pirañas. Su autoridad termina en los límites de la ciudad, ya que afuera todo es territorio talibán, igual que en otras regiones del país.

¿Cómo continuar en Afganistán?  

Un año después de Kunduz, surge en Occidente más que nunca la pregunta: ¿debe seguir la aventura en Afganistán? En caso de seguir, ojalá con los medios adecuados: dinero, personal y claras responsabilidades designadas, tanto militares como civiles. Y quienes carguen responsabilidades deben mantenerlas aunque en momentos sea difícil. El "Resolut support” (apoyo resoluto) –así se llama la misión de entrenamiento actual de la OTAN para soldados afganos– es, con un par de instructores militares occidentales, poco decidido, poco resoluto. Solo Estados Unidos quiere conservar, en los próximos años, un gran contingente de 8.400 soldados en el Hindukush, al este de Afganistán. Aún así, es muy poco para tener resultados positivos en la lucha contra los rebeldes.

La política simbólica actual en Afganistán debe terminar. Y quien no quiera, le queda tan solo una alternativa: retirar todas las tropas y admitir el fracaso de Occidente en el Hindukush. En tal caso, nadie se puede sorprender cuando cada vez más refugiados afganos golpeen las puertas de Europa.

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