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Opinión: Nueva York, la azotada ciudad de los contrastes

Alexander Görlach
10 de junio de 2020

La vida comienza a normalizarse de nuevo y poco a poco en la Gran Manzana. En ninguna parte del país es tan visible como allí la relación entre desigualdad, pobreza, racismo y pandemia, dice Alexander Görlach.

Círculos de distaciamiento en la ciudad de las élites
Círculos de distaciamiento en la ciudad de las élitesImagen: picture-alliance/Zuma/B. Smith

La ciudad de Nueva York no descansa. Después de tres meses de confinamiento por el coronavirus, en los que era impensable llevar una vida normal, la semana pasada se impuso además un toque de queda en la gran ciudad. Las manifestaciones en su mayoría pacíficas contra el racismo y la violencia policial provocaron saqueos y disturbios, lo que llevó al gobernador Andrew Cuomo a aplicar dicha medida.

Esto supuso un gran golpe para los neoyorquinos, porque incluso en las semanas más difíciles con el coronavirus, se les permitió salir cuando quisieran. A pesar de que el toque de queda siempre comenzaba a las 8 de la noche, las tiendas ya estaban cerradas a las 6 de la tarde, e incluso el alquiler de bicicletas City Bike, que muchos usan durante estos días primaverales, también dejó de funcionar. Cuando el gobernador Cuomo anunció el inicio de la fase 1 de la desescalada del confinamiento el lunes (8.6.2020), también se levantó de nuevo el toque de queda.

Los pobres fueron las principales víctimas por COVID-19

En ningún lugar de Estados Unidos, la conexión entre COVID 19 y las manifestaciones contra el racismo y la desigualdad es tan visible como en la ciudad de Nueva York. Muchos negros y latinoamericanos, es decir, minorías étnicas, murieron en esta ciudad. Mientras Manhattan se vaciaba y numerosos estadounidenses blancos y acomodados huyeron a sus hogares en Long Island, los pobres hacían cola frente los hospitales de la ciudad. En pleno apogeo de la pandemia, alrededor de 1.000 personas murieron allí cada día. El tratamiento hospitalario contra la COVID 19 cuesta 15.000 dólares en promedio. No es mucho para los estándares estadounidenses, pero hay muchas personas en Estados Unidos que incluso estarían al borde de la ruina si tuviesen que pagar una factura médica de alrededor de 500 dólares.

La mejor noticia de la semana pasada sucedió el domingo (9.6.2020). Fue el primer día en el que nadie murió en Nueva York por COVID 19. Además, la posibilidad de contraer esta enfermedad, por primera vez, es muy baja en la actualidad. Sin embargo, no se puede bajar la guardia: en caso de que llegue una segunda oleada de contagios a la ciudad, todo podría cambiar de nuevo.

Alexander GörlachImagen: DW/I. Rotter

De todos modos, la atención médica en el país sigue siendo deficiente y no se ha hecho nada para mejorarla. Todo lo contrario, Donald Trump ha comenzado una nueva batalla contra los gobernadores, a quienes ya se enfrentó por la gestión de la pandemia. En torno a la Casa Blanca se ha establecido un anillo de seguridad, y el presidente ha solicitado 10.000 soldados del Ejército para su protección personal.

El objetivo principal es el 3 de noviembre

A Donald Trump, sin embargo, no le interesa ni el país ni su gente. Sus apariciones están únicamente orientadas a motivar a sus votantes republicanos para que acudan a las urnas el 3 de noviembre de 2020. Algunos dicen que así es como se ganan las elecciones y no convenciendo a los posibles votantes o a los que lo harán por primera vez, sino movilizando expresamente a sus propias bases, evitando que estas se queden en casa el día de las elecciones.

El contrincante de Trump, Joe Biden, ya ha recibido el apoyo de famosos republicanos que lo prefieren como próximo presidente. Hace mucho tiempo que el país no estaba tan dividido como ahora con COVID 19, racismo y violencia policial. Además, la devastadora situación económica de muchos estadounidenses empeora la situación ya existente. Quizás el optimismo sea lo apropiado y exista también la esperanza de que el movimiento contra el racismo y por la igualdad cambie al país y expulse a Donald Trump, al desestabilizador y aficionado autócrata, de la Casa Blanca.

(rmr/jov)

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