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Opinión: Otro intento de silenciar a la prensa turca

Seda Serdar 29 de noviembre de 2015

La Unión Europea no debería inhibirse de inmiscuirse en problemas como la violación de la libertad de prensa en Turquía, sostiene Seda Serdar.

Can Dündar (der.), editor en jefe del diario “Cumhuriyet”, y Erdem Gül, representante de ese medio en Ankara.
Can Dündar (der.), editor en jefe del diario “Cumhuriyet”, y Erdem Gül, representante de ese medio en Ankara.Imagen: picture-alliance/AP Photo/V. Arik, Cumhuriyet

Can Dündar y Erdem Gül, dos de los periodistas más prominentes de Turquía, fueron detenidos el pasado jueves (26.11.2015). La orden de arresto dejó atónitos a los miembros de la prensa local y levantó olas fuera del país también. Dündar y Gül fueron acusados de publicar información confidencial, de espionaje político y militar, y de ayudar a la organización terrorista Fethullah. En realidad, están siendo castigados por hacer su trabajo. Este episodio no es más que otra ronda en el juego de intimidación del presidente turco.

Aunque fue en verano cuando el “hombre fuerte” de Ankara, Recep Tayyip Erdogan, amenazó a los periodistas por publicar la historia de los camiones que supuestamente transportaban armas para los turcomanos en Siria, la Justicia turca ha decidido actuar ahora. Puede que el mundo esté más atento a la crisis de las relaciones entre Rusia y Turquía, que en realidad es un forcejeo internacional por el control de Siria y la región, pero el intento de silenciar a la prensa turca no debe ser criticado y olvidado inmediatamente.

Seda Serdar, comentarista de la redacción turca de Deutsche Welle.

Desde hace mucho tiempo, el diario Cumhuriyet y sus artífices han sido objeto de represión como todos los demás periodistas que se han esmerado en arrojar luz sobre temas que el Gobierno se empeña en esconder. Juntos, ellos han articulado una de las voces más fuertes del país. Turquía está atravesando un proceso doloroso en nombre de la democracia y los profesionales de los medios están en las trincheras más cercanas al frente de batalla. El derecho a la información se ha visto restringido en la última década.

La orden contra Dündar y Gül es la evidencia más reciente de esta tendencia. Y eso es preocupante porque significa que el sistema judicial no está dispuesto a proteger a los periodistas y que sus autoridades están convencidas de que la prensa traiciona a la patria cuando denuncia actividades criminales. El único objetivo de los juicios en desarrollo desde hace años es silenciar a la prensa turca y acallar cualquier voz que se atreva a cuestionar las decisiones tomadas por la élite política del país.

Este fin de semana, en la Cumbre Unión Europea-Turquía, el primer ministro Ahmet Davutoglu se reúne con líderes comunitarios para afinar, ante todo, una estrategia común de cara al flujo migratorio que va del Cercano Oriente hasta el Viejo Continente. Turquía tiene la esperanza de darle un nuevo impulso a la negociación de su ingreso al bloque comunitario. De ahí que la Unión Europea deba estar consciente de la oportunidad que tiene ante sí: ella debe ayudar a Turquía a retomar la senda de la democracia.

Ambas partes se necesitan mutuamente para enfrentar el desafío de los refugiados. Pero los arrestos de los periodistas demuestran que la democracia turca necesita del respaldo de Europa cada vez más. Si en verdad está buscando un socio confiable en la región, Europa debe asumir esa responsabilidad seriamente. Justo antes de las elecciones turcas de noviembre, la canciller Angela Merkel viajó a Turquía para hablar sobre los retos comunes en materia de refugiados, indiferente al deterioro evidente de la democracia local. Ese fue un error.

Ahora, Europa tiene una segunda oportunidad para demostrarle al mundo que los valores que ella representa no constituyen letra muerta sobre papel. Esos valores fueron atacados en París y están bajo ataque, ahora mismo, en Turquía. Ya es tiempo de que los europeos a cargo de las grandes decisiones exhiban solidaridad de cara a los turcos.

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