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Opinión: Podolski, el último futbolista por instinto

Olivia Gerstenberger
22 de marzo de 2017

Lucas Podolski se retira tras trece años en la selección nacional alemana. Con él termina toda una era, opina la periodista Olivia Gerstenberger.

Lukas Podolski
Imagen: picture-alliance/dpa/F. von Erichsen

Para muchos, últimamente Lukas Podolski ya solo era un candidato prescindible. Alguien que hacía comentarios divertidos y, aparentemente, era uno de los favoritos del entrenador. En lo deportivo, hace mucho que no llegaba al gran nivel que demostró durante el Mundial 2006, cuando en compañía de Bastian Schweinsteiger, Philipp Lahm y Miroslav Klose consiguió que Alemania deslumbrase con su fútbol. Entonces, ver y animar a la selección nacional volvía a ser divertido y se celebraba incluso un mero tercer puesto.

 

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Al igual que Schweinsteiger, Podolski debutó con el equipo nacional en 2004 con una derrota ante Hungría. Tampoco tuvo éxito en la siguiente Eurocopa, en la que Alemania quedó fuera en la fase de grupos. Sin embargo, después llegó la resurrección de la selección y Podolski se convirtió, junto a Schweinsteiger, en una promesa que posteriormente se conocería como el tándem "Poldi” y "Schweini”. Había nacido una nueva generación de deportistas que además eran divertidos, una generación de jovencitos que jugaba sobre el campo con la misma soltura y energía con la que lo hacían en las calles durante su infancia.

Más que payasos del descanso

Olivia Gerstenberger

Ahora han pasado exactamente 4.672 días entre el debut y el final de la carrera de Podolski. En este largo periplo, su punto culminante fue el Mundial de 2014. Desde el punto de vista deportivo no era un jugador clave, pero el seleccionador nacional, Joachim Löw, confió en él y supo identificar cuán importante era su presencia en el equipo. Este delantero purasangre de potente disparo con la zurda representaba mucho más que aquel pícaro jugador que todos conocen.

Por sus lazos con Polonia, su tierra natal, y Renania, donde creció, siempre supo estar muy cerca de la gente. Consiguió un lucrativo contrato para su equipo preferido de Polonia. En Varsovia financió la construcción de un orfanato. Salió con un lazo de luto tras el trágico accidente de avión de 2010 en el que murió el primer ministro polaco. Donó un césped nuevo a su antiguo equipo de Bergheim y aún sigue participando activamente con los juveniles del club. Además, tiene una fundación que apoya la integración e inclusión de niños con escasos recursos. Todo eso es obra de Podolski.

Bofetada nacional

El único escándalo desatado por el jugador fue una bofetada al entonces capitán del equipo nacional Michael Ballack durante la fase de clasificación para el Mundial en 2009. Esa acción le salió del alma, pero al final sirvió para demostrar lo que otros colegas de la selección pensaban en silencio. Nunca hubo excesos de alcohol, ni historias de mujeres ni otras aventuras.

Podolski supo mantenerse ante los seguidores y frente a esa visión de lentejuelas del mundo del fútbol que a menudo se toma demasiado en serio. Cuando ahora sus compañeros cuentan anécdotas, cada vez está más claro que el único deseo de Podolski desde joven era jugar al fútbol tanto como fuese posible. Con Podolski nos abandona una figura auténtica y original, y el último del equipo nacional de la generación del "Cuento de Verano”. Un juego pasional y alegre, un fútbol instintivo y un carácter radiante que, a partir de ahora, se echará de menos.

Autor: Olivia Gerstenberger (JAG/DZC)

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