Ni la UE ni Polonia quieren dar su brazo a torcer en la disputa sobre la reforma judicial. Pero Polonia recibe miles de millones de euros de la UE, así que ésta debería tener la última palabra, opina Bern Riegert.
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Polonia se aísla cada vez más de Europa. La Comisión Europea, la Comisión de Venecia del Consejo de Europa, la ONU y casi todos los expertos jurídicos certifican que el gobierno nacionalista y conservador, con su controversial reforma judicial, se ha descarrilado.
La Comisión de Venecia del Consejo de Europa, que es un organismo de prestigio internacional, hizo un llamado al gobierno de Polonia. Pero fue en vano, ya que Varsovia optó por ignorar su reporte y eligió la estrategia de uno contra todos. ¿Es posible hoy en día hacer política en Europa? No.
La primera ministra Beata Szydlo, el jefe del partido Ley y Justicia, Jaroslav Kaczyinski, y la mayoría del Parlamento se aproximan a un callejón sin salida y le aplican presión la Comisión Europea y demás instituciones a las cuales el pueblo polaco pertenece. El comisario europeo Fran Timmermans, que es responsable por el estado de derecho en la UE, ha invitado a Varsovia a dialogar, pero hasta ahora los ministros han negado cualquier contacto. ¿Es posible hoy en día hacer política en Europa? No.
A la Comisión Europea no le quedan ya muchos instrumentos con los que pueda aplicar presión. Existe por supuesto la bomba atómica política, la suspensión de Polonia. Pero este procedimiento, por medio del artículo 7, es extremadamente difícil de llevar a cabo y es algo que nunca se ha hecho. Mientras tanto, el gobierno polaco se niega a cualquier tipo de cooperación. Este estancamiento, esta inmovilidad, se debe irrumpir. ¿Pero cómo?
Es probable que al final lo más determinante para el gobierno polaco sea el dinero. El grifo de fondos de Bruselas a Varsovia se debe cerrar para forzar el entendimiento. A esto se refería Timmermans cuando explicó que la integración económica solo puede existir si se acatan las normas del estado de derecho del bloque. Polonia ha argumentado que la Comisión Europea no tiene nada que ver con el proceso.
Pero el gobierno polaco se equivoca, ya que este firmó voluntariamente el artículo 2 del Tratado de Lisboa, el cual hace del estado de derecho una condición obligatoria para ser miembro de la UE. Naturalmente, cada miembro debe renunciar a partes de su soberanía para ingresar a la comunidad. No es posible tener un organismo como éste sin ese paso. Bloquear o ignorar las acciones de la comunidad no ayudan en nada a largo plazo. ¿Es posible hoy en día hacer política en Europa? No.
El conflicto sobre la reforma judicial polaca representa una carga innecesaria para ambas partes, un quita y dame que pone bajo presión a toda la Unión. Ya es hora de resolver la disputa. A Varsovia le toca mover su pieza. Lo que sí queda claro es el aislamiento de Polonia. Angela Merkel se había contenido, a pesar de las acusaciones polacas hacia Alemania y la amenaza al estado de derecho de la UE. Pero la canciller ahora dice que no se debe guardar silencio, que no puede haber Unión Europea sin el cumplimiento de sus leyes.
En pocas palabras, Polonia se encuentra sola. Con la excepción de Hungría, que tiene sus propios problemas con la Comisión Europea y también recibe grandes cantidades de dinero. A ellos también se les puede cerrar el grifo. ¿Es posible hoy en día hacer política en Europa? Sí. No es del todo agradable, pero lo más importante es evitar lo peor a toda costa.
Bernd Riegert (JCG/DZC)
Lech Walesa, ícono de "Solidaridad"
Consiguió doblegar al comunimo en Polonia. Hoy puede mirar hacia atrás consciente de que su liderazgo sindical ayudó a cambiar el mundo.
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Rebelde, premio Nobel y expresidente
El antiguo líder del sindicato Solidaridad y posteriormente presidente de Polonia consiguió doblegar al comunismo polaco. Lech Walesa ha recibido incontables reconocimientos por sus logros políticos. El 29 de septiembre (de 2013) cumplió 70 años.
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Instigador
Cuando en el verano de 1980 se disparó el precio de la carne, se desató una oleada de huelgas por toda Polonia. Walesa, que había trabajado como electricista en un astillero de Gdansk desde 1967 y que había pasado un tiempo en la cárcel por su activismo a favor del sindicalismo libre, estaba fichado por las autoridades. Aún así, el 14 de agosto se convirtió en líder del movimiento Solidaridad.
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Solidaridad
Tras ocupar los astilleros de Gdansk, trabajadores de toda Polonia probaron suerte con esta táctica. Walesa era el único que negociaba con el Gobierno en nombre del recientemente fundado sindicato Solidaridad. Esta movimiento de trabajadores, sin parangón hasta entonces, pronto se convirtió en una organización independiente con más de 10 millones de miembros.
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Con la bendición de la Iglesia
Tras décadas de gobierno comunista, la mayoría de los polacos seguía manteniendo su fe en la Iglesia católica, resistiéndose a adoptar el ateísmo promovido por el Estado. La influyente Iglesia polaca apoyó desde el principio las movilizaciones obreras. El obispo Henryk Jankowski se codeaba con Walesa, que había sido educado en la fe católica.
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Una larga lucha
El 31 de agosto de 1980 concluyeron las huelgas masivas con un acuerdo entre el comité sindical y la delegación de Gobierno. Se pactó el derecho legal a la huelga, la fundación de un sindicato independiente, mejoras en el sistema social y la liberación de prisioneros políticos. En noviembre, un tribunal de Varsovia legalizó el movimiento Solidaridad.
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De líder a prisionero
Hasta diciembre de 1981, Walesa dirigió el Comité de Coordinación Nacional de Solidaridad. Cuando, ese mismo mes, el líder del partido comunista y primer ministro Wojciech Jaruzelski decretó la ley marcial, Walesa fue encarcelado durante casi un año en una prisión cercana a la Unión Soviética.
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1983: Premio Nobel de la Paz
En 1982, la revista Time declaró a Walesa como el "hombre del año". Tras esta distinción, llegaron otros reconocimientos. Cuando se anunció a Walesa como destinatario del Nobel de la Paz en 1983, el líder sindicalista pensó que el Gobierno comunista no le dejaría entrar de nuevo en el país si asistía a la ceremonia de entrega. Su esposa y su hijo de 13 años recogieron el Premio en Oslo.
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Dona el dinero del Premio Nobel
Cientos de creyentes fueron testigos de cómo Walesa dedicó el Premio Nobel a la Virgen Negra, en la ciudad de Częstochowa, al sur del país, uno de los lugares más importantes de peregrinación de la Iglesia católica. Walesa donó el dinero del galardón sueco a una fundación de ayuda a los necesitados.
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Pulso al Gobierno
En 1983, Walesa pidió permiso para volver a los astilleros de Gdansk, pero debió permanecer bajo arresto domiciliario hasta 1987. El movimiento Solidaridad continuó convocando huelgas en minas, astilleros y sector transportes entre 1981 y 1988.
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El Papa
Walesa conoció al papa Juan Pablo por primera vez en julio de 1983, durante una visita del prelado a su país. Ocho años después, Walesa besó la mano del pontífice convertido en el primer presidente de la Polonia postcomunista. Lo hizo mientras sostenía en la mano la primera edición de la Constitución polaca, de 200 años de edad.
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Retirarse con dignidad
A finales de 1995, Walesa había perdido el apoyo del pueblo polaco y no fue reelegido presidente. Pero todavía disfrutaba del aprecio del resto del mundo, incluyendo al Dalai Lama, que se arrodilló ante el hombre que logró grandes cambios en Polonia.
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Amistad germano-polaca
En Alemania se considera que Walesa allanó el camino de la reunificación. En el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, Walesa acudió como símbolo de la reconciliación entre Polonia y Alemania.
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Un icono decadente
Hoy día se mira a Lech Walesa con actitud crítica, entre otras razones, por sus declaraciones discriminatorias contra los homosexuales. Una película del famoso director Andrzej Wajda, proyectada este año en el Festival de Venecia, presenta al exlíder no exento de defectos.
Imagen: Labiennale
Multitud de reconocimientos
El camino de Lech Walesa desde electricista a premio Nobel y presidente de Polonia ha sido largo. Actualmente cuenta con doctorados honoríficos y distinciones. Puede echar la vista atrás y recordar cuando, hace más de tres décadas, lideró a quienes buscaban un cambio político en Polonia.