Polonia se rehúsa a respetar el estado de derecho, pero aspira a recibir fondos de la UE. Bruselas no puede aceptar esto, ya que arriesga la supervivencia del bloque, opina Bernd Riegert.
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La negociación para organizar la salida voluntaria del Reino Unido de la Unión Europea (UE) no será fácil, pero al menos en este tema los 27 países de la comunidad están en sintonía. Mucho más difícil será sancionar a aquellos países de la UE que violen los principios del bloque y que al mismo tiempo pretendan ser parte de él.
Si Polonia no cambia de curso, para la primavera de 2018 la UE se verá obligada a declarar, por primera vez en sus 61 años de existencia, que uno de sus integrantes no logra mantener el estado de derecho y por ende no califica como país miembro de la Unión.
La aplicación de este procedimiento, que se conoce como el Artículo 7 del Tratado de Lisboa, produciría una brecha en la UE, originada en una profunda falta de confianza entre algunos países miembros.
La disputa va más allá de la terquedad del gobernante partido polaco Ley y Justicia, que acusa a la UE de socavar la soberanía del país. El conflicto también tiene que ver con los países aledaños a Polonia, que no parecen haber llevado a cabo por completo la transición de la dictadura comunista al sistema democrático, basado en el estado de derecho.
Los gobiernos populistas de Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría en particular, se rehúsan a aceptar ciertas leyes de la UE o a implementar decisiones mayoritarias sobre políticas migratorias y, por ende, estos países desestiman las leyes que ellos mismos aceptaron al entrar al bloque.
Se trata de principios
A los actuales líderes de Polonia y Hungría y aquellos que piensan igual se les debe recordar cómo su ingreso al bloque de la UE ayudó a superar las divisiones en el continente. ¿Podrá la UE forzar a estos países a respetar el estado de derecho? Esa será la gran interrogante de 2018.
¿Tendremos que quedarnos de brazos cruzados y permitir que continúen en sus respectivos trayectos? De ser así, resultaría imposible para la unión continuar operando como lo ha hecho hasta ahora. Sería el fin de la UE.
Lograr un consenso para lidiar con estos países será complicado, ya que muchos partidos de la derecha populista han ascendido al poder en varios Estados miembros. Austria es el ejemplo más reciente y existe la posibilidad de que ocurra también en Italia en marzo de 2018.
Recortar fondos, si es necesario
Lo más sorprendente del discurso nacionalista de Polonia y Hungría es que, por un lado, ambos países reciben felizmente la ayuda económica de la UE, mientras que por el otro despotrican contra el sistema de la UE y desprecian sus principios.
Hasta ahora, las advertencias y amenazas de la UE han sido ignoradas. Pero todo podría cambiar el próximo año, cuando comiencen las negociaciones del presupuesto del bloque. Polonia se ha beneficiado enormemente de los fondos estructurales y subsidios agropecuarios. Si se aplica el Artículo 7, Polonia podría ser expulsada del mercado unitario antes del 2021, lo cual propinaría un duro golpe a la economía polaca y restringiría severamente el libre traslado de sus trabajadores en el continente.
Podríamos tener la esperanza de que los votantes en Polonia castiguen al actual gobierno en las urnas en unos dos años. De lo contrario, Polonia tendría que ser expulsada del bloque. Peor aún es lo que pasaría si los populistas de derecha gradualmente toman las riendas de la UE. Supondría un retroceso al bloque, de una comunidad de valores compartidos a una simple unión aduanera.
Autor: Bernd Riegert (JCG/DZC)
Lech Walesa, ícono de "Solidaridad"
Consiguió doblegar al comunimo en Polonia. Hoy puede mirar hacia atrás consciente de que su liderazgo sindical ayudó a cambiar el mundo.
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Rebelde, premio Nobel y expresidente
El antiguo líder del sindicato Solidaridad y posteriormente presidente de Polonia consiguió doblegar al comunismo polaco. Lech Walesa ha recibido incontables reconocimientos por sus logros políticos. El 29 de septiembre (de 2013) cumplió 70 años.
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Instigador
Cuando en el verano de 1980 se disparó el precio de la carne, se desató una oleada de huelgas por toda Polonia. Walesa, que había trabajado como electricista en un astillero de Gdansk desde 1967 y que había pasado un tiempo en la cárcel por su activismo a favor del sindicalismo libre, estaba fichado por las autoridades. Aún así, el 14 de agosto se convirtió en líder del movimiento Solidaridad.
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Solidaridad
Tras ocupar los astilleros de Gdansk, trabajadores de toda Polonia probaron suerte con esta táctica. Walesa era el único que negociaba con el Gobierno en nombre del recientemente fundado sindicato Solidaridad. Esta movimiento de trabajadores, sin parangón hasta entonces, pronto se convirtió en una organización independiente con más de 10 millones de miembros.
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Con la bendición de la Iglesia
Tras décadas de gobierno comunista, la mayoría de los polacos seguía manteniendo su fe en la Iglesia católica, resistiéndose a adoptar el ateísmo promovido por el Estado. La influyente Iglesia polaca apoyó desde el principio las movilizaciones obreras. El obispo Henryk Jankowski se codeaba con Walesa, que había sido educado en la fe católica.
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Una larga lucha
El 31 de agosto de 1980 concluyeron las huelgas masivas con un acuerdo entre el comité sindical y la delegación de Gobierno. Se pactó el derecho legal a la huelga, la fundación de un sindicato independiente, mejoras en el sistema social y la liberación de prisioneros políticos. En noviembre, un tribunal de Varsovia legalizó el movimiento Solidaridad.
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De líder a prisionero
Hasta diciembre de 1981, Walesa dirigió el Comité de Coordinación Nacional de Solidaridad. Cuando, ese mismo mes, el líder del partido comunista y primer ministro Wojciech Jaruzelski decretó la ley marcial, Walesa fue encarcelado durante casi un año en una prisión cercana a la Unión Soviética.
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1983: Premio Nobel de la Paz
En 1982, la revista Time declaró a Walesa como el "hombre del año". Tras esta distinción, llegaron otros reconocimientos. Cuando se anunció a Walesa como destinatario del Nobel de la Paz en 1983, el líder sindicalista pensó que el Gobierno comunista no le dejaría entrar de nuevo en el país si asistía a la ceremonia de entrega. Su esposa y su hijo de 13 años recogieron el Premio en Oslo.
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Dona el dinero del Premio Nobel
Cientos de creyentes fueron testigos de cómo Walesa dedicó el Premio Nobel a la Virgen Negra, en la ciudad de Częstochowa, al sur del país, uno de los lugares más importantes de peregrinación de la Iglesia católica. Walesa donó el dinero del galardón sueco a una fundación de ayuda a los necesitados.
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Pulso al Gobierno
En 1983, Walesa pidió permiso para volver a los astilleros de Gdansk, pero debió permanecer bajo arresto domiciliario hasta 1987. El movimiento Solidaridad continuó convocando huelgas en minas, astilleros y sector transportes entre 1981 y 1988.
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El Papa
Walesa conoció al papa Juan Pablo por primera vez en julio de 1983, durante una visita del prelado a su país. Ocho años después, Walesa besó la mano del pontífice convertido en el primer presidente de la Polonia postcomunista. Lo hizo mientras sostenía en la mano la primera edición de la Constitución polaca, de 200 años de edad.
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Retirarse con dignidad
A finales de 1995, Walesa había perdido el apoyo del pueblo polaco y no fue reelegido presidente. Pero todavía disfrutaba del aprecio del resto del mundo, incluyendo al Dalai Lama, que se arrodilló ante el hombre que logró grandes cambios en Polonia.
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Amistad germano-polaca
En Alemania se considera que Walesa allanó el camino de la reunificación. En el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, Walesa acudió como símbolo de la reconciliación entre Polonia y Alemania.
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Un icono decadente
Hoy día se mira a Lech Walesa con actitud crítica, entre otras razones, por sus declaraciones discriminatorias contra los homosexuales. Una película del famoso director Andrzej Wajda, proyectada este año en el Festival de Venecia, presenta al exlíder no exento de defectos.
Imagen: Labiennale
Multitud de reconocimientos
El camino de Lech Walesa desde electricista a premio Nobel y presidente de Polonia ha sido largo. Actualmente cuenta con doctorados honoríficos y distinciones. Puede echar la vista atrás y recordar cuando, hace más de tres décadas, lideró a quienes buscaban un cambio político en Polonia.