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Alemania: primero el diésel

Dagmar Engel
2 de agosto de 2017

Los participantes en la Cumbre del Diésel parecían coincidir en un objetivo: evitar las prohibiciones de circulación. Sin embargo, sería más importante recuperar la confianza, opina Dagmar Engel.

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Imagen: picture-alliance/dpa/I. Wagner

Los resultados de la Cumbre del Diésel son exactamente los esperados: un éxito para todos. Los fabricantes de automóviles podrán evitar implantar un costoso sistema de hardware. Los presidentes de los estados donde hay fábricas consiguieron asegurar los puestos de trabajo correspondientes a su región. Las ciudades recibirán más dinero para equipar sus autobuses y organizar el tráfico de forma inteligente, reduciendo así la carga para la salud del ciudadano. Y los políticos federales planean implantar severos controles para 2018 Así habrá paz durante siete semanas hasta que pasen las elecciones. Por ahora, eso de prohibir la circulación en algunas ciudades está fuera de la agenda. Y  Alemania podrá seguir respirando tranquilamente pese a los diésel.

Política industrial para Alemania…

Dagmar Engel

Sin embargo, así no se soluciona el problema de fondo. No se trata tanto de la contaminación del aire, que además está mejor que antes (nota de la autora: conduzco un diésel alemán de más de diez años de antigüedad y fumé mucho durante 25 años incluso en recintos cerrados). El verdadero problema radica en una política industrial diseñada para proteger intereses  diversos al mismo tiempo. Los de la industria del automóvil, que es responsable en gran parte el buen balance de exportaciones de Alemania. Los intereses de los 800.000 empleados de los fabricantes, y de los que trabajan en comercios y servicios que giran alrededor de esas empresas. Y también los intereses de la política, que quiere mantener las sedes de las empresas de automoción, el bienestar, a sus electores y alguno seguro que también las grandes donaciones a su partido. Se frenó el endurecimiento de  las normas de emisiones de gases marcadas por Bruselas y los indicios sobre fraude y prácticas de cártel fueron pasados por alto deliberadamente. Todo eso con tal de servir a esos intereses.

… es política industrial contra Alemania

Así estuvo funcionado todo durante largo tiempo. Exactamente igual que el motor diésel, que se ha estado renovando desde su invención en 1893 pero ahora parece llegar a sus límites. Con él también la industria alemana, que consiguió grandes beneficios pero no supo entender que el mundo cambiaba alejándose del motor de combustión, de esa máquina de  hacer dinero Made in Germany.

La ministra de Medio Ambiente reconoció la semana pasada que "el Estado no se distanció lo suficiente de la industria del automóvil en el pasado".Tan cercanos estaban el uno del otro, que no supieron mirar hacia el futuro. Lo que ahora estamos viviendo es una lección sobre las consecuencias de una política industrial de corte nacional: Alemania primero y los intereses alemanes primero, una estrategia que funcionó perfectamente en el plano financiero durante un tiempo limitado. Tanto, que incluso animó a seguir por esa vía. Sin embargo, en la carretera se quedaron el coche alemán del futuro y la confianza. Una confianza en la industria del automóvil y en la política, y en la capacidad de ambos para ver el futuro.

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