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Opinión: Resistir al odio

Christoph Strack 27 de julio de 2016

Rezos y ayuno contra el odio y el terror. Católicos de todo el mundo están de luto tras el asesinato de un sacerdote en Francia . Arabia Saudí guarda silencio. El odio tiene muchos instigadores, opina Christoph Strack.

Imagen: picture-alliance/dpa

El mundo está horrorizado con este nuevo hecho barbárico. El sangriento asesinato de un sacerdote, mientras oficiaba la misa, es un crimen que escarnece las más antiguas convenciones de la humanidad: los lugares sagrados –en la antigüedad templos, después sinagogas e iglesias– tienen que ser eso mismo, sagrados, donde la protección y la seguridad estén garantizadas para todos.

Es un acto barbárico que vuelve a golpear el ya lesionado espíritu de Francia. Este país, aunque laicista, está fuertemente marcado por la religión: el hijo mayor de la antigua Roma. Uno conoce esos pueblos en Normandía, Borgoña y Vandea. Son pueblos de campo, con una iglesia grande, con poco movimiento. Solo de tanto en tanto un sacerdote, ya mayor, celebra un misa sencilla y muy digna. Porque esa es su vida.

Rezar en contra del terror y la violencia

Christoph Strack.Imagen: DW

Jacques Hamel, de casi de 86 años y con 58 en el oficio, era sacerdote en la población de Saint-Étienne-du-Rouvray. Aún diez años después de su retiro, se paraba frente al altar a oficiar la misa. Hamel era apreciado en su parroquia por ser sensible, sencillo y amigable. Así, modesto y humilde como cualquier otro cura rural en Francia.

Dos sicarios del terror irrumpieron en la iglesia donde estaba el sacerdote y lo pusieron de rodillas, y mientras Hamel aún buscaba defenderse, le cortaron la garganta; ahí en la iglesia, frente al altar. El término “mártir” está siendo tergiversado por islamistas: ahora, al parecer, asesinar les otorga el estatus de “mártires”. Estas personas no son más que criminales, no tienen ningún respeto por la dignidad humana.

Por el contrario, es el padre Jacques Hamel quien es el mártir, en el sentido propio de la palabra: inocente, fue asesinado orando, ejerciendo su fe.

El arzobispo de Ruan, Dominique Lebrun, se enteró en Cracovia, durante la Jornada Mundial de la Juventud, de la muerte de su sacerdote. Quedó conmovido, desconcertado. Aún así, pronunció esta frase: “La Iglesia católica no conoce otra arma más que la oración y la fraternidad”.

El odio y sus instigadores

Ante todo debe regir la firme resolución de no vengarse pagando con la misma moneda. El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el cardenal Reinhard Marx, se expresó al respecto: lo sucedido en Saint-Étienne-du-Rouvray sembrará más odio y discordia en la sociedad. “Nosotros resistiremos”. Hay que hacer todo lo posible para que este hecho sangriento no desate más violencia de la que ya hay.

Ahora, queda abierta la pregunta del por qué de la ceguera de los perpetradores, que se unen a la locura de un sistema, como el del llamado “Estado Islámico”, que celebra la muerte. Musulmanes en Alemania, como Aiman Mazyek, condenan la muerte del padre Hamel, así como los diferentes ataques de los últimos días. Ellos apoyan el diálogo y la unidad entre las diferentes religiones, pero les embarga la impotencia.

Una reacción desde Riad sería en este punto igual tardía. ¿Cuándo acaso se ha dejado el wahabismo saudí conmocionar por actos terroristas? ¿Cuándo vendrán los claros mensajes de condena por parte de las mezquitas y escuelas, financiadas alrededor del mundo por Arabia Saudí, contra quienes se autoproclaman guerreros de la doctrina pura del islam? El odio y la barbarie tienen demasiados instigadores.Y hay demasiados que no hacen nada contra este horror.

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