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Rusia contra el mundo

Dagmar Engel14 de febrero de 2016

Los representantes del Gobierno ruso se muestran agresivos en la Conferencia de Seguridad de Múnich, para sorpresa de los observadores, incluida nuestra comentarista Dagmar Engel.

Lawrow auf der Sicherheitskonferenz in München
Imagen: picture-alliance/dpa

Ni 36 horas han pasado del acuerdo de Múnich sobre Siria, cuando el ministro de Exteriores ruso empieza a resquebrajar lo que poco antes había ayudado a construir. Ya no cree que el acuerdo de alto el fuego vaya a funcionar. Ni, sobre todo, que los estadounidenses quieran colaborar con los rusos. Sergei Lavrov, jefe de la diplomacia rusa, cifra las posibilidades de éxito del plan en el 49 por ciento.

Dagmar Engel, jefa de los estudios de DW en Berlín.

Las intervenciones de los representantes oficiales rusos fueron agresivas y tuvieron un tono resentido. La culpa es siempre de los demás: Ucrania no cumple los compromisos de Minsk y la OTAN concentra tropas en su frontera este violando los acuerdos de 1997. Sobre el avance de la guerra en Siria, los refugiados y el Estado Islámico, los responsables son quienes se han entrometido en los asuntos internos de aquel país. La culpa no es ni de Bashar Al-Assad ni, desde luego, de Rusia. Se niegan los bombardeos rusos sobre Alepo. La anexión de Crimea es obviada con un silencio sepulcral. El primer ministro ruso, Dmitry Medvedev, y su ministro de Exteriores, Lavrov, se ciñen a la línea que marca su presidente, Vladimir Putin. Una línea que es cualquier cosa menos recta.

Ni de fiar, ni predecibles

Rusia se pierde una vez más en la táctica. Se podría lograr grandes avances en los conflictos actuales, pero prefieren volver a las amenazas, las amonestaciones y a emborronarlo todo. Y, mientras, retomar los ataques aéreos en Siria. En esencia, como dicen muchos expertos, para Rusia se trataba de volver a ponerse al mismo nivel. A mirar de igual a igual, sobre todo, a Estados Unidos. Y de una cooperación incluso en materia militar. Pero no lo han conseguido, precisamente, entre otras cosas, por sus juegos tácticos. De un socio se espera que sea alguien en quien se pueda confiar. Y, si no es este el caso siempre, que sea al menos predecible. También sería bueno que se entendiera qué es realmente lo que quiere en realidad.

En la Conferencia de Seguridad, entre bambalinas, la delegación rusa se habría comportado, por cierto, con amabilidad. Todavía no hay amenaza alguna de esa nueva Guerra Fría o Tercera Guerra Mundial, contra las que advertía el primer ministro ruso en su discurso. Tal vez haya incluso un atisbo de esperanza para Siria. El canciller alemán cifró las posibilidades de éxito, poco antes de la intervención de Lavrov, en un 51 por ciento.


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