La canciller permite que el presidente turco demande al humorista Jan Böhmermann. El artículo legal esgrimido es empero obsoleto y por eso Merkel quiere eliminarlo. Con razón, opina Richard Fuchs.
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La canciller Merkel mostró hoy otra vez su mejor cara como administradora de las tareas del estado alemán. Durante días se venía especulando si el Gobierno federal aceptaría las exigencias del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, de permitir una demanda contra el presentador del canal alemán ZDF Jan Böhmermann por injurias. Merkel allanó el camino para que los tribunales alemanes decidan si el poema que leyó Böhmermann fue realmente ultrajante para el presidente turco.
Merkel y el derecho actual
Esta decisión de Merkel de permitir que funcione el Estado de derecho es razonable por muchas razones. Defiende lo que está en la ley de la Republica Federal de Alemania. Y a esta ley también pertenece el controvertido artículo 103 del código penal, que contempla que las injurias contra un jefe de Estado extranjero pueden ser penalizadas con multa o incluso tres años de prisión.
Este artículo suena antiguo y obsoleto. Y es verdad. Se redactó a principios del siglo XX en otra Alemania. Entonces, el Estado de derecho no tomaba tan en serio eso de la igualdad y quien injuriaba a una autoridad tenía que contar con toda la dureza de las elites dominantes. Tal corriente de pensamiento no solo está anticuada en una democracia moderna, sino que también parece ser antidemocrática. Por eso es correcto que la canciller quiera derogar ese artículo aprovechando la causa Böhmermann. “Es innecesario”, explicó Merkel con una formulación muy educada.
Pero también está bien que la canciller no entre en la trampa de abandonar la senda de la legalidad en una difícil relación entre Alemania y Turquía. Por eso insiste en el respeto al derecho vigente, aunque no se corresponda con una interpretación moderna del a ley. Por decirlo en pocas palabras: independientemente de la opinión que uno pueda tener del presidente turco, independientemente de que se le considere digno de confianza o un déspota, no sería un buen ejemplo hacerle pagar por las negligencias de los legisladores alemanes que todavía no han derogado el citado artículo. Merkel está convencida de la fortaleza del Estado de derecho alemán, dijo hoy. Y precisamente esa confianza es lo que se necesita como respuesta a Turquía y al presidente Erdogan.
Sobre chantajes y lecciones
Desde que el Gobierno alemán cerró el acuerdo con el Gobierno turco a nivel europeo para solventar la crisis de los refugiados, en las relaciones turco-alemanas todo huele rápidamente a chantaje. También en la causa Böhmermann se comenta que el presidente ruco recibe un trato privilegiado por haber demostrado su buena disposición para superar la crisis de los refugiados. Tales reproches serán acallados cuando empiece el juicio, ya que el proceso ofrece grandes oportunidades para hacer ajustes a la libertad de prensa en este país.
Lo que Böhmermann dijo en el poema puede causar desagrado. Se podría calificar de pueril, vulgar o inhumano. Pero su relevancia se verá en un proceso en el que la opinión pública discutirá sobre dónde empiezan las ofensas en el discurso público y cómo queremos tratar el derecho al honor en la sociedad de la comunicación.
Lo mejor del asunto es que las repuestas a estas cuestiones ya no regirán para sus majestades y dirigentes de otros países, sino también para todos, sean autoridades o ciudadanos comunes. Cuando alguien considera que ha sido injuriado, no importa si es canciller, jubilado o desempleado. La dignidad humana no conoce jerarquías. Si este pensamiento se impone con la causa Böhmermann, sería un gran aporte a nuestra cultura democrática, puesto que las injurias al señor Erdogan no deberían pesar más que las que se dirigen a cualquier otro ciudadano.
Políticos en la mira de la sátira
Trátese de Merkel, Putin, Trump o Bush: cada quien tiene su propio estilo de hacer política y también reacciona de forma diferente a la sátira.
Imagen: ZDF Neo Magazin Royale
Angela Merkel
Durante el apogeo de la crisis del euro, muchas revistas y periódicos griegos retrataron a la canciller alemana, Angela Merkel, con símbolos nazis. En la portada que se puede ver en la imagen, la revista satírica "Mystiki Ellada" mostró en 2012 a Merkel vestida con el uniforme de soldado del Ejército de la Alemania nazi. En ningún momento la canciller sopesó proceder legalmente contra el medio.
Imagen: picture-alliance/Rolf Haid
Vladímir Putin
Las fotos vacacionales del presidente ruso, Vladímir Putin, sirven de inspiración a humoristas satíricos de todo el mundo. Desde que el hombre fuerte del Kremlin se dejó fotografiar montando a caballo a pecho descubierto, el torso desnudo del presidente es un motivo muy popular, por ejemplo en el Carnaval de Colonia de 2015.
Imagen: picture-alliance/dpa/R. Weihrauch
Donald Trump
El precandidato presidencial republicano Donald Trump es el blanco predilecto de muchos caricaturistas y humoristas. No obstante, el magnate es muy sensible a las críticas. El periódico Boston Globe publicó un encabezado ficticio, en el que hace parodia de las propuestas del precandidato en torno a la política de inmigración. Trump calificó al diario de “estúpido” y “despreciable”.
Imagen: picture-alliance/AP Photo/The Boston Globe
Kim Jong-Un
El dirigente comunista de Corea del Norte no tiene mucho sentido del humor. Para impedir que la película satírica “La entrevista” se estrenara en 2012 en los cines estadounidenses, el régimen norcoreano lanzó una serie de ataques cibernéticos. Los estudios cinematográficos Sony fueron hackeados, y también se registraron muchas amenazas de atentados contra cines estadounidenses.
El expresidente estadounidense George W. Bush es uno de los políticos que más ha inspirado a los cómicos en Estados Unidos. La supuesta falta de intelecto del exmandatario de origen tejano ha sido motivo de burla por parte de los humoristas.
Imagen: Getty Images/M. Tama
Jaroslaw Kaczynski
A principios de año, un carro alegórico del desfile del Carnaval de Dusseldorf provocó tensiones diplomáticas entre Alemania y Polonia. Esta es representada como una mujer maltratada y pisoteada por el líder del partido de los nacionalconservadores, Jaroslaw Kaczynski. El ministro de Relaciones Exteriores polaco dijo que el carro mostraba el “desprecio hacia Polonia y los políticos polacos”.
Imagen: picture-alliance/dpa/F. Gambarini
Benjamín Netanjahu
El primer ministro israelí suele ser objeto de burla del programa de televisión “Eretz Nehederet” (Un país hermoso). En esta escena, los cómicos hacen una parodia de las negociaciones entre el jefe de Estado de Israel y la organización palestina Hamás. No obstante, Netanyahu nunca se ha indignado. Al contrario, en 2013 visitó el programa como invitado estelar.
Imagen: Getty Images/AFP/J. Guez
Winston Churchill
La sátira política tiene una larga tradición: esta caricatura británica de 1915 muestra a Winston Churchill, que en aquel entonces era ministro de Marina, como un Aquiles desaliñado en la guerra de Troya. El dibujo que lleva el título “La lucha de los barcos” hace alusión a la guerra marítima por los Dardanelos, que perdió Churchill.
Imagen: picture-alliance/akg-images
Hugo Chávez
El difunto expresidente venezolano Hugo Chávez tampoco se salvó de la sátira, como se puede apreciar en esta caricatura de 2012. Muchas personas cercanas al exmandatario aseguran que tenía un excelente sentido del humor y que sus bromas estaban cargadas de metáforas. Por ejemplo, se hizo famosa su frase “huele a azufre” con la que se refirió a George W. Bush.
Imagen: Roberto Weil
Jamenei y Carrell
En 1987 una sátira del líder de la revolución iraní, el ayatolá Jamenei, provocó un escándalo en la televisión alemana. El moderador Rudi Carrel había mostrado un montaje fotográfico de Jamenei: durante una visita de Estado a Alemania manifestantes supuestamente lanzan ropa interior contra el ayatolá. Como consecuencia, dos diplomáticos alemanes fueron expulsados de Teherán.
Imagen: picture-alliance/dpa/I. Wagner
Erdogan y Böhmermann
Aún está por verse si el poema del cómico alemán Böhmermann sobre el presidente turco llevará a una crisis diplomática parecida a la de 1987. Está claro que no es la primera ni la última vez que la sátira política provoca tensiones diplomáticas a nivel internacional.