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Opinión: Terapia con malos pronósticos

Max Hofmann
14 de enero de 2019

Tras semanas de protestas antigubernamentales en Francia, el presidente Macron ha escrito una carta abierta con miras a reconciliarse con sus conciudadanos. Esa será una tarea ardua, pero no imposible, opina Max Hofmann.

Paris Rede Macron Elysee Palast
Imagen: Reuters/I. Langsdon

¡Por fin! En la noche de este domingo (13.1.2019), el presidente de Francia hizo pública la carta dirigida a sus conciudadanos que había anunciado hace tiempo. En la misiva, Emmanuel Macron hace 32 preguntas fundamentales. Ellas giran en torno a tópicos como los impuestos, el medio ambiente y el Estado mismo. Él explica allí cómo quiere reiniciar una conversación con los franceses en el curso de las próximas semanas. La comunicación es algo vital, sobre todo cuando lo que está en juego es el rescate de una relación.

En los dos meses venideros, toda Francia discutirá sobre cuestiones políticas elementales, en los ayuntamientos, en las oficinas y en los mercadillos. El propio Macron inaugurará el “gran debate” el 15 de enero en Normandía. El mandatario había intentado algo similar en el otoño pasado, cuando emprendió una gira para conmemorar el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial. También en aquella ocasión, su objetivo era recuperar el contacto con la ciudadanía y un poco del espíritu que animó a su campaña electoral hace dos años.

¿Acaso quieren los franceses una reconciliación?

Aquellos días dan la impresión de haber quedado en un pasado muy remoto, considerando que las protestas de los “chalecos amarillos” se han mantenido durante más de dos meses. Este fin de semana, las autoridades confirmaron que el número de manifestantes en las calles había vuelto a aumentar: 84.000 en toda Francia, con la intensidad de la violencia también en alza. Eso obliga a preguntar: ¿quieren los franceses realmente remendar su vínculo con su presidente?

Macron enfatizó en su carta abierta que él no tomará un nuevo rumbo radicalmente. El mandatario pide, más bien, comprensión de cara a las políticas que ha propuesto y a las convicciones que él ha articulado a través de las mismas. Él intenta dejar claro que el Estado sólo puede desembolsar lo que recibe. Él insiste en que no hay ruta hacia el futuro que no pase por el “cambio ecológico”. Él se niega a reinstaurar el impuesto a la riqueza que su Gobierno revocó hace poco. Del combustible que puso en marcha al movimiento de los “chalecos amarillos” sigue habiendo suficiente en el comunicado de Macron.

El elixir de la vida de los “chalecos amarillos”

Max Hofmann, comentarista de DW.

El presidente parece pensar que su disposición al diálogo le restará fuerza a quienes protestan. Su estrategia sería mucho más prometedora si sus conflictos con los franceses se debieran a una serie de meros malentendidos. Pero ese no es el caso. Ya cuando estaba en campaña electoral, Macron mostró el tipo de botas que aspiraba a calzar y esas son justamente las botas con las que ahora camina. En realidad, lo que él puede hacer es templar su estilo de mando, frecuentemente percibido como avasallador, y dar pequeños golpes de timón. Si hiciera más que eso, Macron perdería credibilidad a los ojos de muchos, como les ocurrió a varios de sus predecesores tan pronto cedieron a las exigencias de los sindicatos y ante la ira de las calles.

¿Bastará el nuevo esfuerzo del mandatario? El mensaje emitido por los “chalecos amarillos” este fin de semana fue inequívoco. Nada apunta a que la ofensiva conciliadora de Macron los convenza. El conflicto con el presidente es el elixir de la vida de los “chalecos amarillos”; y eso no va a cambiar. Pero, ¿qué hay del resto de la nación? Hay encuestas según las cuales la mitad de la población cree que ya basta de protestas. Es decir, que sí hay quienes apoyan al presidente. No obstante, eso no parece servirle a Macron como una guía clara para sus futuras decisiones.

Los franceses tienen muchas horas de terapia por delante

Quizás por eso esté haciendo Macron lo único que un jefe de Gobierno en su posición puede hacer. Él no traiciona sus convicciones, que son las que lo llevaron a la presidencia de Francia en primer lugar. Pero, al mismo tiempo, promete moderarse y se muestra abierto a oír propuestas viables en el marco del “gran debate” de los próximos meses.

Desde luego, Macron también espera que sus reformas rindan sus primeros frutos y que, mientras tanto, los “chalecos amarillos” se queden sin aliento. La suya es una apuesta sujeta a muchas variables que, sin embargo, podría ganar. Cabe destacar, eso sí, que las relaciones políticas son muy similares a las interpersonales: son mucho más fáciles de destruir que de restablecer. En todo caso, Macron y el resto de los franceses tienen muchas horas de terapia por delante. El resultado es incierto.

(erc/jov)

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