Cadena perpetua para Beate Zschäpe. Para los familiares de las víctimas, el veredicto es un pequeño consuelo, porque la política les falló. También la canciller Angela Merkel, opina Hans Pfeifer.
Publicidad
La canciller estaba totalmente vestida de negro cuando se subió al podio en febrero de 2012 e hizo una promesa. En ese día de invierno, todos los altos mandatarios alemanes se reunieron en Berlín para honrar a las víctimas. Estas no eran ni famosas ni poderosas. Eran migrantes con una sola excepción. Beate Zschäpe y los neonazis del autoproclamado NSU, "Clandenistidad Nacionalsocialista", los habían asesinado precisamente por esa razón. Durante seis años, la banda asesina viajó por Alemania robando, poniendo bombas y matando. Su motivo fue la xenofobia. Nadie la detuvo. Ni la Policía, ni los servicios secretos, ni el Gobierno.
Sospecharon de las víctimas
Lo peor fue que las autoridades alemanas sospecharon de las víctimas y sus familias. Pensaron que eran criminales: traficantes de drogas turcos y miembros de la mafia. Dichos estereotipos racistas determinaron la investigación de la Policía. Para Alemania, orgullosa de su elaboración de los crímenes nazis, esto fue una declaración de quiebra. Un fracaso del Estado.
En ese día de febrero de 2012, la canciller se disculpó ante las diez familias de las víctimas y les prometió: "Haremos todo lo que podamos para aclarar los asesinatos, descubrir a los cómplices y a los que organizaron los asesinatos para que todos los delincuentes reciban su merecido castigo". Fue una gran promesa. La mayor esperanza de las familias de las víctimas fue que tuviera lugar un proceso legal por los asesinatos. Ahora, tras finalizar el proceso penal más espectacular de los últimos años en un tribunal alemán, está claro que la promesa se ha roto.
Porque los esfuerzos de la política y los tribunales para esclarecer exhaustivamente los hechos, no duraron mucho. Desde muy pronto la conocida cara de la principal sospechosa, ahora condenada Beate Zschäpe, acaparó toda la atención. Paso a paso fue quedando en el olvido la red de ayudantes también de derecha, que era absolutamente necesaria para los autores de los delitos y la aparente implicación de los servicios secretos en el fracaso de las autoridades a la hora de esclarecer los hechos. También la canciller. Hasta el día de hoy, los servicios secretos y los ministerios cierran filas cuando se trata de contribuir con sus aportaciones a esclarecer lo sucedido. Ante el tribunal solo estaba sentada una pequeña parte de una gran red de ayudantes.
El odio ha llegado al Parlamento
Pero el fracaso del Estado es mucho peor. En 2012, la canciller prometió tomar medidas contra aquellos "que persiguen a otros por su origen, color de piel y religión". Hoy, seis años después, el racismo y el pensamiento nacionalista vuelven a ocupar un lugar en la sociedad, incluso en el Parlamento alemán: con el partido AfD se trata de una agresiva voz de odio . Y eso a pesar de que el juicio del NSU demostró que el odio mata.
Hans Pfeifer (RMR/ER)
Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas. Síganos enFacebook | Twitter | YouTube |
La escena de los crímenes de la NSU
La conmoción continúa: la exposición "Suelo sangriento" (Blutiger Boden) en el museo Rathausgalerie, de Múnich, muestra imágenes abrumadoras de los crímenes de los terroristas de extrema derecha de la NSU en Alemania.
Imagen: Regina Schmeken, 2013
Enver Şimşek, 09.09.2000, Núremberg
Enver Şimşek, de 38 años, fue la primera víctima del terrorismo neonazi de la célula NSU en Alemania. Fue hallado en junto a una ruta con varias balas en la cabeza y murió dos días después. Regina Schmeken comenzó a fotografiar los lugares de los crímenes de la NSU y los visitó varias veces en 2016. Sus fotografías se exhiben en la Rathausgalerie de Múnich, desde el 17.07.2018 hasta el 29.10.2018.
Imagen: Regina Schmeken, 2015
Süleyman Taşköprü, 27.06.2001, Hamburgo
El vendedor de verduras y frutas turco Süleyman Taşköprü, de 31 años, yacía tirado en un charco de sangre cuando su padre lo encontró. Murió poco después. La fotógrafa Regina Schmeken dice que muchas veces es como si en ese lugar el suelo la arrastrara hacia abajo. Después de 14 años del crimen, las baldosas siguen siendo las mismas.
Imagen: Regina Schmeken, 2015
Mehmet Turgut, 25.02.2004, Rostock
Aquí murió Mehmet Turgut, de 25 años. Trabajaba como ayudante en un puesto de comida, cuando los asesinos de la célula terrorista de extrema derecha NSU le dispararon un tiro en la cabeza. En su exposición, Regina Schmeken quiere hacer un homenaje a la memoria de las víctimas enfrentándose a los lugares donde fallecieron y donde ya no quedan huellas de esos crímenes.
Imagen: Regina Schmeken, 2013
Ataques con bombas de clavos, 09.06.2004, Colonia
En la calle Keupstraße de Colonia, la explosión a control remoto de una bomba con clavos hirió a 22 personas, a cuatro de ellas gravemente. El atentado terrorista neonazi de la NSU conmocionó al barrio de Mülheim, conocido por sus negocios turcos y kurdos. La Policía creyó durante mucho tiempo que el ataque era producto de la rivalidad de bandas familiares turcas.
Imagen: Regina Schmeken, 2013
Theodoros Boulgarides, 15.06.2005, Múnich
La séptima víctima del terrorismo de extrema derecha de la NSU fue Theodoros Boulgarides, un griego que fue ejecutado de tres disparos en la cabeza. En sus imágenes, Regina Schmeken incorporó escenas de la vida cotidiana. Con eso quiso dejar en claro que los asesinatos perpetrados por los neonazis pueden suceder en cualquier lugar.
Imagen: Regina Schmeken, 2013
Halit Yozgat, 06.04.2006, Kassel
En esta casa, Halit Yozgat, de 21 años, nacido en Kassel, tenía un cibercafé, hasta que un día de junio de 2006, los criminales de extrema derecha acabaron con su vida ejecutándolo a tiros. Como todas las víctimas de la célula terrorista neonazi NSU, fue hallado desangrado en el suelo. Murió en los brazos de su padre.
Imagen: Regina Schmeken, 2015
Michèle Kiesewetter, 25.04.2007, Heilbronn
La mujer policía Michéle Kiesewetter, de 22 años, fue asesinada de un tiro en la cabeza dentro de su automóvil de servicio en la Theresienwiese, un descampado de la ciudad de Múnich. Fue la décima y última víctima de los asesinatos perpetrados por los terroristas de la NSU. La exposición de las fotografías de Regina Schmeke quiere dejar en claro que esos crímenes no serán olvidados.