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Opinión: Castigan crimen cultural de Tombuctú

27 de septiembre de 2016

El maliense Ahmad al Mahdi fue condenado a nueve años de prisión por la destrucción de mausoleos en Tombuctú. El proceso ante la Corte Penal Internacional de La Haya sienta un positivo precedente, dice Stefan Dege..

Mali Timbuktu Zerstörung von Kulturstätte durch islamistische Rebellen
Imagen: Getty Images/AFP

Con su traje gris, sus lentes y los largos cabellos negros peinados hacia atrás, Ahmad Al Faqi al Mahdi parecía más bien un erudito que un combatiente en la sala de audiencia de la Corte Penal Internacional de La Haya.

El proceso sienta precedente: por primera vez un tribunal internacional condenó a un islamista, y por primera vez se juzgó a alguien por la destrucción de bienes culturales. Y lo que es decisivo es que, por primera vez, la Justicia internacional determinó que la destrucción del patrimonio cultural universal constituye un crimen de guerra.

Justamente eso fue la orgía destructiva con hachas y buldócer que tuvo lugar entre el 30 de junio y el 11 de julio de 2012. Al Mahdi estaba al mando de la policía religiosa islámica en Tombuctú, cuando la ciudad medieval africana estuvo en manos de islamistas armados entre abril de 2012 y enero de 2013.

Fue él quién organizó y coordinó la destrucción de edificios históricos, entre ellos 16 famosos mausoleos. Desde el principio del proceso, Al Mahdi admitió su culpa, lo cual facilitó el trabajo de los jueces.

Tombuctú no fue un caso aislado

Imagen: DW/K. Dahmann

La pena acordada no sorprende. Y es que el proceso de Tombuctú tenía que sentar precedente. No olvidemos las estatuas monumentales de Buda destruidas por los talibanes. O los combatientes del llamado Estado Islámico que demolieron la ciudad siria de Palmira. Aquellos que destruyen intencionalmente el patrimonio cultural deben ser juzgados en todo el mundo y en todo momento.

Los talibanes derribaron las estatuas de Buda por considerarlas "blasfémicas”. En Tombuctú, los islamistas destruyeron testimonios del periodo de esplendor del islam en los siglos 16 y 17. Los agresores salafistas pretendían restablecer el "islam originario”. Ahora, el fallo de los jueces de La Haya ha dejado claro que el patrimonio cultural pertenece a la humanidad. Y quien atenta contra los bienes culturales comente un crimen de guerra.

Sería bueno que este mensaje también llegara a Siria. No obstante, ahí la situación es extremadamente compleja. Además, puesto que Siria no es miembro de la ONU, la Corte Penal Internacional no podría juzgar los crímenes culturales en el país árabe. Por un lado, el proceso y el fallo de La Haya en torno a Tombuctú son esperanzadores, por otro, aún está por verse que impactó tendrán a largo plazo. 

 

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