Donald Trump dio en Riad su largamente esperado discurso sobre islam y terrorismo. Kersten Knipp opina que mucho de lo que dijo fue acertado, pero dejó de lado temas importantes.
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En sus buenos momentos, Donald Trump puede llegar a ser el gran maestro del instante. Durante la campaña electoral proclamó su "Make America Great Again" y, pocas semanas después de su toma de posesión, dio un discurso en cierto modo conciliador, en el que logró un tono algo patético, aunque muy digno, que consiguió impresionar al público. Al menos durante el tiempo que utilizó ese tono conciliador, cuyo efecto fue efímero, ya que sus discursos anteriores habían mostrado un Trump muy distinto. Un Trump que llamaba la atención por sus afirmaciones menos generosas, contradictorias con el tono altruista que utilizó después.
De manera similar se comportó en su largamente esperado discurso ante los líderes árabes. La ocasión imponía. Reunidos estaban para escucharlo los líderes políticos del mundo árabe, aquellos que dictan a sus pueblos el camino a seguir en Cercano Oriente. Al contrario de lo que ocurrió en el discurso de Obama en 2009 ante los estudiantes de la Universidad de El Cairo, no había representación del pueblo.
El arte de la amabilidad
Trump dijo muchas cosas adecuadas ante su público, aunque esta vez su tono conciliador también venía precedido de tensión, debido a su intento de prohibir el ingreso a Estados Unidos a ciudadanos de seis países islámicos. El tono del presidente de Estados Unidos este domingo (21.05.2017) fue muy distinto de las maneras que utilizó durante el debate en su país sobre el veto de ingreso.
Hoy fue generoso respecto a ese tema, diciendo que la actual violencia en Cercano Oriente "no se debe a un conflicto entre distintas religiones, sino a una lucha entre bárbaros criminales y personas decentes de cualquier fe". También fue constructiva su afirmación de que "Estados Unidos no tiene intención de decir a nadie cómo debe vivir ni cuál debe ser su religión". También formuló en tono mesurado y amable su alusión a la responsabilidad del mundo árabe para actuar activamente contra los extremistas islámicos.
Los oídos de los otros
Sin embargo, cierto malestar queda tras su discurso. El motivo es que sus palabras tienen poco que ver con otras declaraciones que Trump hizo poco antes, durante el mismo viaje. Dijo que el megaacuerdo armamentístico con Arabia Saudí, que rondará los 110.000 millones de dólares, supone un "fantástico equipamiento militar" y que las armas garantizan una "extraordinaria seguridad".
Estas palabras debieron sonar como una burla a oídos de los yemenitas, cuyo país sufre una guerra brutal y cobardemente llevada a cabo por aire por Arabia Saudí. Y qué pensarán los egipcios, que se ven confrontados con un Estado que tira cada vez más por la borda los estándares sobre derechos humanos y cuya seguridad fue calificada por Trump durante el viaje como "muy elevada". Como si allí no existiera ninguna de las deficiencias políticas, económicas y del estado de derecho que hacen de Egipto tierra fértil para el yihadismo.
Malestar por lo silenciado
El discurso de Trump ha puesto de manifiesto también el oscuro reverso de ese apasionado fervor que el presidente siente por el instante. Trump está tan focalizado en el aquí y ahora, que deja de lado demasiados temas importantes. Por ejemplo, la difícil situación de los derechos humanos en Arabia Saudí y el pánico, un tanto exagerado, de aquel reino hacia Irán. Todos estos aspectos contribuyen poco a esa "seguridad extraordinaria" de la que habla Trump, por decirlo de forma suave.
Al menos pareció insinuar cierta crítica hacia la propagación del wahabismo patrocinada con miles de millones de petrodólares por instituciones privadas saudíes. La mayoría de lo que Trump dijo en su discurso dirigido al mundo árabe fue acertado y comprensible. Comprobamos con alivio que habló de extremismo "islamista", no "islámico". No todo el mundo confiaba en que fuera capaz de hacer tal distinción. Lo que es menos comprensible es que dejara de lado en su discurso temas decisivos. Su discurso fue edificante. Pero logró su objetivo solo hasta cierto punto.
Autor: Kersten Knipp (MS/LGC)
Donald Trump, el presidente impredecible
Son los primeros tres meses de una larga presidencia. No hay nada semejante a Trump. El presidente 45 de Estados Unidos hace que el mundo aguante la respiración.
Imagen: picture alliance/ZUMAPRESS/B. Woolston
Discurso inaugural
El primer discurso presidencial tras la toma de posesión el 20 de enero en las escaleras del Capitolio fue una extensión de la campaña. Casi de manera agresiva anunció los lineamientos de su nueva política: “Primero Estados Unidos”. El país estaría experimentando una masacre, dijo, y eso debe acabar. Frente al asombro de todo el mundo, la pregunta era: ¿qué planea este hombre?
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Ilusión óptica
¿Se ven más personas a la izquierda que a la derecha? ¡Se equivoca! Lo que pasa es que usted aún no puede aceptar las “verdades alternativas”. Exactos ocho años separan a las fotografías. Las manchas blancas de la derecha muestran la ausencia de visitantes el día de la posesión de Donald Trump el 20 de enero. El interés por la asunción de Barack Obama el 2009 fue indiscutiblemente mayor.
Imagen: dpa/picture-alliance
La mujer a su lado
No se sabe mucho de ella. Melania Trump, la tercera esposa del presidente, es de Eslovenia. Exmodelo y madre de Barron William (2006), el hijo presidencial más joven desde John F. Kennedy Jr. Por eso se la compara a veces con Jackie Kennedy, por lo menos en lo que respecta a la moda.
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Muchos detractores animados
Protestas en masa contra el nuevo jefe de la Casa Blanca. Y esto ya desde el segundo día. Sólo en Washington había alrededor de 500.000 manifestantes en las calles en la “Marcha de las Mujeres”. En protestas paralelas, desde Nueva York hasta Los Angeles, se movilizaron más de cuatro millones de personas. Ya desde el principio, Trump polarizaba y agravaba las divisiones en el país.
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Un decreto tras otro
Trump gobierna por decreto. ¿Cómo? Los decretos los firma en serie utilizando el instrumento de poder de sus facultades ejecutivas, que utiliza frente al Congreso, siempre de manera legal. Sin embargo, con su prohibición de entrada para los musulmanes de varios países se excedió. Los tribunales federales detuvieron su aplicación. Mucho se preguntan: ¿sabe él lo que está haciendo?
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Los murmuradores
Su punto de apoyo, su inspiración. Stephen Bannon se convirtió en jefe de estrategias en la Casa Blanca. El controvertido periodista y exdirector en jefe del derechista “Breibart News” se autoproclamó como un economista nacionalista y le recomendó a Trump desmantelar por completo el aparato estatal. Al día 76 de su mandato lo separó del círculo del Consejo Nacional de Seguridad.
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La manipuladora
Ella es la madre de los “hechos alternativos”. Kellyanne Conway, abogada e investigadora de mercado, es la consejera oficial del presidente. Ya es conocida en el ámbito político como un “camaleón” muy notorio. Ya sea inventando una masacre, para legitimar la prohibición del ingreso de musulmanes, o a través de su apariencia “adolescente” en la Oficina Oval.
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Una entre millones
Guadalupe García de Rayos es el rostro del decreto presidencial del 25 de enero. La madre mexicana de dos niños nacidos en los Estados Unidos es una de las más de once millones de “indocumentados” que viven en el país. La mujer, de 36 años, fue detenida y deportada a México sin su familia. Exactamente lo que anunció Trump en la campaña electoral.
Su política recuerda a un permanente “Estado de Emergencia”. Comentadores y caricaturistas han ejercitado su creatividad con un presidente que abiertamente gobierna sin tabúes. En los carnavales de Alemania los diseñadores de carros fueron poco delicados a la hora de representar a Trump, haciendo referencia a la elocuente y famosa “Libertad” norteamericana.
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Frontera cerrada
Lo que aún está por decidirse será noticia en los próximos años. La frontera sur de Estados Unidos deberá convertirse en un obstáculo insuperable para los mexicanos. Eso también prometió Trump en la campaña electoral. Las familias separadas ya se reúnen en la valla, pero apenas les queda espacio para tocarse los dedos.
Imagen: Reuters/J. Duenes
Así lucen los perdedores
Siete años han luchado los republicanos contra “Obamacare”, la reforma de salud del gobierno saliente. Cuando tuvieron la oportunidad de realizar el cambio de sistema, el ala ultraconservadora empujó su reemplazo total. Paul Ryan, vocero de los republicanos en el Congreso, tuvo que reconocer la derrota. La imagen de Trump como “negociador” se vio debilitada.