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Opinión: Un giro en la dirección correcta

Christoph Hasselbach11 de noviembre de 2015

Alemania aplicará de nuevo la Convención de Dublín a los refugiados de Siria, que ahora deberán solicitar nuevamente asilo en el país de entrada a la UE. Llevarlo a la práctica será difícil, opina Christoph Hasselbach.

Imagen: picture-alliance/dpa/S. Kahnert

A un golpe le sigue otro. Es la segunda ocasión en unos cuantos días en que el ministro alemán del Interior manda una señal clara: los tiempos de la bienvenida sin límites a Alemania han llegado a su fin, incluso para los sirios. La Convención de Dublín será aplicada de nuevo para los refugiados, vengan de donde vengan. Esto significa que también los sirios que huyan hacia Europa deberán solicitar asilo en el país de entrada a la Unión Europea. Si prosiguen su viaje hacia Alemania, las autoridades germanas pueden enviarlos de nuevo al primer país europeo que pisaron.

Por razones humanitarias, y para ahorrar a la Oficina Federal para Migración y Refugiados (BAMF) el cansino proceso de comprobación en todos y cada uno de los casos, la canciller Merkel eximió de ese procedimiento a los refugiados sirios. Desde entonces, cientos de miles han venido a Alemania; entre ellos hay muchos que se han hecho pasar por sirios solo porque así tenían casi asegurado el reconocimiento. Los países de tránsito en la Unión Europea que en teoría deberían haberse hecho cargo de estas personas (Grecia, Hungría, Croacia, Eslovenia y Austria) se limitan a dejarlos pasar. ¿Y por qué no? Los refugiados querían ir a Alemania, y Alemania quería recibirlos.

Pero esto se acabó. El gobierno alemán se ve bajo presión creciente para que pare la oleada de refugiados.

Críticas previsibles

Como era de esperarse, al ministro Thomas de Maizière le llueven críticas: su proceder es calificado como inhumano, inaplicable, unilateral. Mucho de esto responde a la política partidista, pero también tiene mucho que ver con el extendido reflejo de considerar como inmoral cualquier limitación a la recepción de refugiados.

La objeción que más pesa es aquella según la cual la Convención de Dublín prácticamente no tendría consecuencias prácticas. Por una parte, Grecia ha sido excluida de la lista de países a los cuales pueden ser devueltos los refugiados. Es precisamente el punto de entrada más importante a la Unión Europea.

Por otra, Alemania se vería obligada a saber de qué país de la UE llegan los refugiados, antes de comenzar a devolverlos. Los refugiados seguramente callarán a ese respecto. Además, los países de tránsito tienen motivos para dejar pasar a los refugiados. Si llegaran a registrarlos, se comprometerían a recibirlos si Alemania los devuelve. La cantidad llegaría fácilmente a las decenas de miles de personas que representarían una carga insoportable para países pequeños como Eslovenia.

Christoph Hasselbach, periodista de DWImagen: DW/M.Müller

Así, Berlín necesita de la colaboración de sus socios europeos para que la Convención de Dublín vuelva a ser aplicada a pesar de que la propia canciller alemana calificó a dicho instrumento como “no aplicable en la práctica”. Finalmente, parece justa la crítica que apunta a que no se puede sobrecargar más a la de por sí abrumada BAMF con los procedimientos administrativos adicionales. Eso prolongaría los plazos para procesar cada solicitud, y los tiempos de espera para los refugiados. El gobierno alemán buscaba acelerar la decisión sobre el otorgamiento de asilo, y acaba haciendo exactamente lo contrario.

El genio retorna a la botella

Pese a todo lo anterior, el nuevo giro es correcto y se produce justo a tiempo. Sobre todo, se trata de enviar una señal tanto a la propia población como a los refugiados y los demás países de la UE, en cuanto a que Alemania no podría manejar una admisión ilimitada de refugiados. El gesto de Merkel fue equivocado desde un principio. Y ahora son otros los que deben meter al genio de nuevo en la botella.

Las encuestas más recientes muestran una clara pérdida de confianza hacia la canciller debido a la crisis por los refugiados, así como una caída de su partido, la Unión Cristiana Demócrata, en las preferencias del electorado. En cambio, partidos populistas de derecha como Alternativa para Alemania ganan en intención de voto. Si los partidos moderados no logran controlar el flujo de refugiados, las fuerzas radicales pronto podrían ser las que se impongan.

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