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Opinión: Un país se transforma

Gero Schließ6 de marzo de 2016

El ascenso de Donald Trump dice mucho sobre Estados Unidos. Es entendible que haya indignación de cara a la élite política local, pero eso no explica por qué su agresividad es tan atractiva, comenta Gero Schließ.

Imagen: Reuters/M. Segar

Ahora mismo se está escribiendo historia en Estados Unidos. Y eso es siempre emocionante. Sin embargo, en este caso, también es dramático. Un país entero está cambiando. Aún cuando el pre-candidato presidencial Donald Trump no lo haya empezado, es él quien está acelerando y conduciendo este proceso en una dirección peligrosa. Ahora, como un buldócer, sacude los cimientos de esta nación amante de la libertad que ha perdido la confianza en sí misma. Y el país se lo está permitiendo.

Trump insulta a las mujeres –y aún así recibe más respaldo del voto femenino que sus contrincantes republicanos–, apoya políticas liberales respecto al aborto, hace publicidad a favor de clubes eróticos dentro de sus casinos y arremete contra valores cristianos –y a pesar de todo, recibe apoyo de cristianos evangélicos ultraconservadores.

¿Se ha rendido Estados Unidos?

El país parece corroído, como un árbol que alguna vez fuerte y ahora empieza ahora a decaer. Queda por ver si podrá sobrevivir la tormenta o si finalmente se derrumbará. Para un creciente número de votantes, la élite del país, que solo piensa en sí misma, también se encuentra corroída. Una élite que, a pesar del bienestar económico del país, ha hecho a la clase media pasar hambre y ha robado el fruto de su trabajo. El hecho de que más y más estadounidenses estén enfurecidos es entendible; lo que no es comprensible son las conclusiones a las que están llegando.

En busca de una figura fuerte

Muchos piensan que Trump es la figura fuerte que podrá finalmente cambiar las cosas. Y así sea insólito: cuando Trump embiste repitiendo que va a “vencer” a chinos, mexicanos y a cualquiera para “hacer que Estados Unidos sea grande otra vez”, recibe gran júbilo y aplausos de sus seguidores. Incluso cuando nunca haya presentado una propuesta política viable. Con el pasado “supermartes” ha quedado claro que el mensaje de Trump llega –más que el de cualquier candidato republicano en la historia, con la posible excepción de Ronald Reagan– a una gran variedad de votantes norteamericanos. Mujeres y hombres, negros y blancos, jóvenes y viejos, ricos y pobres, tanto en el sur como en el norte: todos están recibiendo el mensaje.

Miedo y agresión

El éxito de Trump dice mucho sobre los estadounidenses y sobre el estado de la nación. Y lo que podemos inferir de estos mensajes no es bueno. No es bueno para Estados Unidos, tampoco para Alemania y el resto de los aliados del país norteamericano. La nación está cambiando. La decencia y la cortesía están aparentemente en declive. La malicia y la crueldad se recompensan. La responsabilidad global está siendo reemplazada por un egocentrismo nacionalista. El miedo y la agresión se están convirtiendo en una terrible alianza simbiótica.

Donald Trump es el paladín, la figura de este nuevo paradigma. Muchos lo consideran magnífico simplemente por ser malicioso. Desde sus inicios, Estados Unidos ha sido un faro de esperanza para muchas personas alrededor del mundo, por ofrecer la posibilidad de una mejor vida, una vida de equidad. Ahora, muros deben ser erigidos para prevenir la entrada de personas, y la mayoría de los estadounidenses piensan que esto es correcto.

Contrarrevolución populista de derecha

Tal vez era inevitable que la elección del primer presidente negro trajese consigo una contrarrevolución populista de derecha. Barack Obama es una figura polémica en grandes sectores de la población. Comenzó su mandato con una gran ola de esperanza, pero al final decepcionó a muchos de sus más fervorosos simpatizantes. Y eso aún cuando, de hecho, las cosas bajo su mandato hayan mejorado. El desempleo, por nombrar un ejemplo, nunca ha estado tan bajo, y la economía crece establemente. Obama intentó hacer de Estados Unidos un país más liberal y justo socialmente, pero muchos no parecen haberse percatado de esto. Ahora, la negatividad de Trump está surtiendo efecto en un asombroso número de personas. ¿Qué ha sucedido con el país de las infinitas posibilidades y sus orgullosos y optimistas ciudadanos?

Impotencia

En este momento muchos se preguntan “¿por qué?”. Sin embargo, hasta la fecha, toda explicación ha sido, en el mejor de los casos, un intento fallido de describir terrenos inexplorados. Incluso en Washington, con sus políticos profesionales, eruditos, laboratorios de ideas, diplomáticos experimentados y periodistas veteranos, no se ha podido dar con respuestas a este interrogante; solo hay silencio.


Sin duda, Estados Unidos aún no ha perdido. Hasta el momento, tan solo la mitad del país debe de enfrentarse a una profunda reflexión; concretamente, la mitad que vota por el partido republicano. Pero ¿quién ha dicho que este virus se va a mantener dentro de los límites del partido? No existe la certeza de que Hillary Clinton, en caso de que sea la candidata demócrata, pueda hacer descarrilar a quien, con cada vez mayor probabilidad, será el candidato presidencial republicano, Donald J. Trump.

Gero Schließ, corresponsal de DW en Washington.
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