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Un paso previsible de consecuencias imprevisibles

9 de mayo de 2018

La retirada de EE.UU. del acuerdo nuclear con Irán vuelve más peligroso al mundo, dificulta el desarme y socava el valor de la diplomacia. Europa debe intentar atenuar las consecuencias, a juicio de Matthias von Hein.

USA Iran Atomabkommen Trump
Imagen: Getty Images/AFP/S. Loeb

Nadie creía ya en un milagro. En los momentos previos al anuncio de la decisión de Trump solo se especulaba acerca de cuán drástico sería el abandono del acuerdo con Irán. ¿Quedaría alguna puerta abierta? ¿Habrían surtido algún efecto las iniciativas diplomáticas de los europeos? Ahora lo sabemos: Estados Unidos se retira definitivamente del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) y las sanciones suspendidas entrarán nuevamente en vigor. De todas las variantes discutidas previamente, esta es la más peligrosa.

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El mundo no se vuelve más seguro ni más pacífico. Consecuencia directa: las acciones de las empresas que fabrican armamento subieron ya antes de que Trump terminara su discurso. Otra consecuencia, más lejana: con la ruptura del pacto por parte de Washington, no será más fácil lograr un éxito en la próxima cumbre con el gobernante norcoreano, Kim Jong-un.

Trump justificó el paso afirmando que el acuerdo no protegía los intereses de Estados Unidos. Cómo servirá a tales intereses la retirada del acuerdo, es un misterio que solo él conoce. El PAIC prohíbe a Irán avanzar en la construcción de una bomba atómica, de manera verificable, y con ello evita, entre otras cosas, una carrera armamentista nuclear en la región. Ese es su cometido, y lo cumple. Ni siquiera el nuevo secretario de Estado de Trump, el halcón Mike Pompeo, duda que Teherán haya cumplido lo estipulado en el pacto.

Un diplomático francés consideró que Trump "no tiene un problema con el acuerdo nuclear, sino con la República Islámica de Irán”. Por eso, los últimos cuatro meses de negociaciones entre los socios europeos del PAIC y Estados Unidos estaban condenados a priori al fracaso, pese a todas las concesiones y a la ofensiva diplomática lanzada con las visitas de Macron, Merkel y Johnson.

Matthias von Hein

En la Casa Blanca, Trump se ha rodeado de halcones en lo que concierne a Irán. Aparte de Pompeo, se cuenta en esta línea sobre todo el nuevo asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, quien en 2017 escribió: "El objetivo declarado de Estados Unidos debería ser poner fin a la revolución islámica de 1979 antes de su cuadragésimo aniversario”. El concepto de "cambio de régimen” aparece con inquietante frecuencia en relación con Irán. Es inquietante porque Bolton ya había tenido un papel central antes de la guerra de Irak de 2003. Las desastrosas consecuencias de esa ilegal guerra de agresión son conocidas, y también el hecho de que los argumentos para justificar dicha operación bélica se basaron en mentiras.

Al justificar el abandono del acuerdo con Irán, el presidente estadounidense se remitió expresamente a las declaraciones del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a comienzos de la semana pasada. Algo que ostensiblemente fue un show propagandístico. Material antiguo, y también dudoso, fue reciclado y vuelto a empaquetar, sin tener relevancia alguna para el estado actual del programa atómico iraní. Si uno hubiera podido tomar en serio ese espectáculo, a lo sumo habría sido como argumento a favor del PAIC, en cuanto es un medio comprobadamente eficaz para mantener en jaque eventuales aspiraciones nucleares de Irán.

La decisión de Trump pone en tela de juicio el eficaz resultado de 12 años de intensa diplomacia, sin ofrecer ningún tipo de alternativa. Mucho dependerá ahora de la unidad de los europeos, de su solidez y su voluntad para –junto con Rusia y China- ofrecer a Irán suficientes incentivos para seguir ateniéndose al acuerdo, pese a la retirada estadounidense. La brecha transatlántica se ahondará.

La incrementada presión sobre Teherán previsiblemente fortalecerá a los sectores conservadores en la estructura de poder iraní, y pondrá a la defensiva a los más moderados. De esta manera crece la probabilidad de una peligrosa escalada en uno de los numerosos focos de conflicto, como Yemen, Siria, el Líbano e Irak.

En cambio, se vuelve aún más distante la construcción de una arquitectura de seguridad para el Medio Oriente que tenga en cuenta los intereses de todos los implicados. Esta, sin embargo, sería la única vía hacia una paz verdadera en la región.

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