El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, consiguió lo que quería, pero no con el triunfo arrollador esperado. Quedan incógnitas por despejar alrededor del referendo. ¿Acaso se jugó limpio?, pregunta Seda Serdar.
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Turquía salió de la encrucijada en que se hallaba y se ha enrumbado hacia una nueva era. Un 51 por ciento de sus ciudadanos en edad de votar optó por el "sí" en el referendo constitucional de este 16 de abril, allanando el camino para la instauración de un sistema presidencial sui géneris en el país euroasiático. Al hacerlo, el electorado puso un enorme poder en manos del actual jefe de Estado, Recep Tayyip Erdogan, y de quienes lo sucedan. Sin embargo, considerando la cantidad de recursos que el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) invirtió en la campaña a favor del "sí”, cabe intuir que el resultado del plebiscito fue más bien desconcertante para el oficialismo. En todo caso, ese resultado deja en evidencia dinámicas interesantes.
Para empezar, el pacto de Erdogan con Devlet Bahceli, líder del ultraderechista Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), no fue tan lucrativo como el presidente esperaba. La resistencia en el seno del MHP fue más fuerte de lo que el AKP y el propio Bahceli querían creer. ¿Podría surgir una nueva formación que acentúe las grietas en el MHP? Eso no se puede descartar del todo.
En segundo lugar, es importante recordar que el referendo en cuestión tuvo lugar mientras estaba vigente un estado de emergencia. Para impulsar la campaña a favor del "sí”, el AKP tuvo a su disposición todas las herramientas necesarias y las ventajas financieras del Gobierno, aparte del control de los medios. Aún así, el "sí” sólo obtuvo el 51 por ciento de los votos. No olvidemos tampoco que el "sí” perdió en la capital, Ankara, y en ciudades como Adana, Antalya y Estambul, que fueron los bastiones más fuertes del AKP durante las elecciones generales de noviembre de 2015 y los comicios presidenciales de 2014.
¿Un triunfo limpio o no?
Mientras los votos estaban siendo contados este 16 de abril, la Junta Suprema Electoral de Turquía declaró que validaría votos no sellados de forma reglamentaria. Desde luego, esa decisión no tardó en dar la impresión de que el oficialismo había recurrido a maniobras injustas para asegurarse el triunfo.
La oposición va a hacer todo lo que pueda para disputar los resultados de la consulta popular y exigir que los votos sean contados de nuevo en los lugares donde cree que hubo manipulaciones. Fotografías y videos que circulan en las redes sociales han reforzado las dudas. El Gobierno deberá tomar en serio esta inquietud, sobre todo considerando que el margen de diferencia entre el "sí” y el "no” fue tan pequeño, y que las reformas constitucionales en juego serán decisivas para el futuro de la democracia en Turquía. No obstante, para el AKP, lo único que parece importar es que el "sí” se impusiera en las urnas.
Nuevas elecciones en el horizonte
Aunque los líderes del AKP han insistido en que el nuevo sistema presidencialista entrará en vigor apenas en 2019, ya se está hablando sobre la posibilidad de elecciones adelantadas. ¿Por qué esperar tanto para implementar la decisión del pueblo? Ese argumento ya fue articulado hace mucho tiempo y Erdogan no quiere perder más tiempo. Esto significa, probablemente, que la temporada electoral apenas está comenzando.
Puede que un hombre haya obtenido un enorme poder tras la consumación del plebiscito, pero casi la mitad de la población votó en contra de que así fuera. En otras palabras, el presidente Erdogan deberá hacer frente a una sociedad altamente polarizada. El discurso con que apeló a la unidad nacional en la noche del 16 de abril está lejos cerrar la brecha acentuada durante años. Erdogan tiene muchos asuntos de los que ocuparse: Siria, la delicada relación de Turquía con sus aliados, el tema de los refugiados y el problema kurdo, por nombrar solo algunos de ellos. Pero, en lugar de fijar su atención en estos tópicos calientes, Erdogan da la impresión de querer estabilizar primero su recién ganado poder.
La nueva Turquía
El 7 de agosto se organizaron concentraciones multitudinarias en ochenta ciudades turcas para condenar el fallido golpe contra el Gobierno; un punto y aparte en el proceso de exacerbación del culto en torno a Erdogan.
Imagen: DW/D. Cupolo
¡A la calle!
Durante la intentona golpista del 15 de julio, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, instó a sus simpatizantes a impedir que los militares derrocaran al partido gobernante, el AKP. El mandatario ha atribuido su permanencia en el poder a quienes salieron a apoyarlo en las calles, y, a lo largo de las últimas tres semanas, ha convocado a vigilias nocturnas para defender la democracia.
Imagen: DW/D. Cupolo
Un aire de reivindicación
El 7 de agosto se organizaron las últimas concentraciones: dos millones de personas se manifestaron en Estambul y 10.000 en Ankara. En otras 78 ciudades, los seguidores del AKP –el primer partido de tendencia islamista en sobrevivir a un golpe– celebraron lo que a sus ojos es un triunfo sobre los cíclicos proyectos de derrocamiento y sobre una Constitución secular.
Imagen: DW/D. Cupolo
Optimismo de cara al futuro
En el discurso que ofreció en Estambul, el presidente prometió “reconstruir a Turquía desde cero”. Lale Alici (que no aparece en la imagen), una agente de bienes raíces asentada en Ankara, ha asistido a todas las concentraciones pro-Erdogan. A su juicio, “el desarrollo de Turquía se acelerará cuando culmine la purga oficial porque los infiltrados ya no serán una carga para el país”.
Imagen: DW/D. Cupolo
“Seremos una potencia”
Atalay no aparece en la foto y no quiso dar su nombre completo a pesar de que su declaración no lo compromete a los ojos del Estado. Al contrario: “Erdogan le está diciendo al resto del mundo que estamos aquí y que seremos una potencia. Y aunque no le guste, tendrá que aceptarlo. El mundo va más allá del G7”, dijo el diseñador de interiores.
Imagen: DW/D. Cupolo
La exclusión del HDP
Aunque la concentración de Estambul fue descrita como un acto en defensa de la democracia, la participación del pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) fue prohibida. “Como kurdo, yo no puedo asistir a esas manifestaciones porque no me siento seguro”, señaló Havva Ozcan (quien no aparece en la foto), codirector de Tuhad-Fed, una organización que defiende los derechos de los presos.
Imagen: DW/D. Cupolo
“Socialismo temporal”
Según Ozcan, las concentraciones pro-Erdogan recibieron respaldo integral del Gobierno, mientras que otras manifestaciones han sido prohibidas. Los seguidores del AKP tuvieron acceso gratuito a agua y alimentos. De hecho, para estimular las movilizaciones, también el sistema de transporte público ha sido gratuito en Ankara y Estambul. “Esta es una suerte de socialismo temporal”, sostiene Ozcan.
Imagen: DW/D. Cupolo
El auge de las redes sociales
Las redes sociales, bloqueadas durante las emergencias nacionales, han tenido un auge desde el golpe. La alocución de Erdogan via FaceTime fue memorable –y le fue políticamente útil–, pero ahora circulan hasta videos de Periscope que muestran episodios de violencia policial. Para la oposición, el Gobierno apenas tolera la actividad en las redes sociales porque le conviene en este instante.
Imagen: DW/D. Cupolo
Lo que está en juego...
La actividad comercial se ha reducido. Algunos bares en el centro de Ankara han tenido menos clientes desde que empezaron las concentraciones pro-Erdogan. “Los negocios han sufrido, desde luego. Pero lo que está en juego va más allá del dinero”, admite Can, propietario de una taberna en Kizilay. “Estas manifestaciones son un indicio de que pronto vendrán cosas peores”.
Imagen: DW/D. Cupolo
“Un entrenamiento”
Algunos perciben las concentraciones como una manera de consolidar la base de apoyo del AKP. Mohammed, un refugiado sirio que fue testigo del último golpe en Egipto y ahora vive en Turquía, dijo creer que las manifestaciones pro-Erdogan eran “un entrenamiento” para sus seguidores y que el presidente no tardaría en pedirles que se organicen contra grupos que su Gobierno desaprueba.
Imagen: DW/D. Cupolo
Rebautizando espacios públicos
Desde la plaza Kizilay de Ankara (la foto la muestra después del golpe fallido) hasta el puente sobre el Bósforo en Estambul, lugares prominentes a todo lo largo y ancho de Turquía están siendo rebautizados para honrar a quienes perdieron la vida durante la intentona. Ahora, quienes crucen del lado europeo de Estambul hacia el lado asiático lo harán transitado el puente “Mártires del 15 de julio”.