Nada justifica la adopción premeditada de medidas que pueden llevar al país al caos y agravar aún más el ya lamentable desempeño de la economía brasileña, opina Rodrigo Rimon Abdelmalack.
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El hielo comienza a derretirse en Brasilia. Después de varios meses de amenazas, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, autorizó la apertura de un proceso de destitución contra Dilma Rousseff. Que sea precisamente Cunha el encargado de dar ese revés a la presidenta elegida democráticamente de Brasil, es una ironía de la historia. A punto de enfrentar un proceso ante el Consejo de Ética de la Cámara de Diputados por estar presuntamente involucrado en el esquema de corrupción de Petrobrás, Cunha claramente (ab)usó (d)el poder para salvar su propio pellejo.
No es ninguna coincidencia que haya aceptado iniciar el juicio con miras al proceso de destitución precisamente el mismo día en que el PT anunció que votaría a favor de admitir las investigaciones en su contra. Un toma y daca en toda regla. Cunha asegura que no. En Facebook dice que fue una “respuesta a la voz de las calles” y a las protestas de marzo, abril y agosto. Teniendo en cuenta que estamos en diciembre, es un retraso algo extraño en un político capaz de maniobrar ágilmente cuando le conviene.
Más que poner el foco sobre las acusaciones contra Dilma, la situación muestra la nocividad de un político que encarna a la perfección la crisis moral en la que se encuentra sumida la política brasileña. En primer lugar, porque contra Dilma no hay pruebas de que haya participado en actividades ilícitas, a pesar de la exhaustividad con la que se ha llevado a cabo la investigación Lava Jato. A diferencia de Cunha, contra quien hay pruebas de cuentas en Suiza y malversación de fondos.
Además de eso, la aprobación del Congreso del proyecto de ley que altera el objetivo fiscal de 2015, considerada fundamental para evitar el Gobierno incumpla la Ley de Responsabilidad Fiscal, es una señal de que Dilma está caminando, aunque lentamente, para restituir su base de apoyo. Precisamente, los autores del proyecto de destitución basan su acusación en delitos de responsabilidad fiscal. Dilma puede –y debe- confrontar las demandas por haber adoptado una agenda política contraria a la que de ella esperaba su electorado. Eso explica, ciertamente, su baja popularidad. Pero la baja popularidad no es un crimen.
En el caso de Cunha, es necesario cuestionar su credibilidad si queremos restaurar la dignidad política brasileña. Quizá la decisión haya sido fruto del aislamiento de aliados a los que no quedó otro remedio que dar un apoyo que se ha vuelto insostenible a un político. O tal vez es mera venganza de un político sin principios, a pesar de que en la Cámara pregona su moralidad religiosa.
Nada de eso justifica, sin embargo, la adopción premeditada de medidas que pueden llevar al país al caos. Como si un proceso de destitución no amenazase con agravar aún más el ya lamentable desempeño económico brasileño. Pero tal vez esta catarsis era necesaria para que el país encontrara la salida del agujero. Falta saber cómo va a manejar el caso la oposición, esa oposición que eligió a Cunha como presidente de la Cámara con el fin de limitar la gobernabilidad de la presidencia. Y está por ver si el PT es capaz de recomponer su base de apoyo, a fin de garantizar los votos necesarios para interrumpir el proceso. Y todo eso, a su vez, dependerá de la voz de las calles. Brasil se encuentra ante momentos decisivos.
Altos y bajos en la trayectoria política de Dilma Rousseff
Antes de llegar a la presidencia de Brasil, Dilma Rousseff luchó contra la dictadura y un cáncer, y fue ministra de Lula. La crisis económico-política y un juicio de destitución se convirtieron en su mayor adversario.
Imagen: Roberto Stuckert Filho
Un agitada vida política
Un vistazo a la vida política de Dilma Rousseff, que comenzó ssiendo muy joven. A fines de los años 60 integró organizaciones que combatían la dictadura, hasta ser tomada presa, en enero de 1970, y torturada durante más de 20 días. Cuando salió de prisión, dejó la lucha armada y se mudó a Río Grande do Sul, donde estudió Economía y ayudó a fundar el Partido Democrático de los Trabajadores (PDT).
Imagen: AP/Arquivo Público do Estado de São Paulo
Junto a Lula
Dilma se afilió al Partido de los Trabajadores (PT) en 2001, cuando era secretaria de Minas y Energía de Rio Grande do Sul. Con la elección de Luiz Inacio "Lula" da Silva, en 2002, fue nombrada ministra de Minas y Energía. En 2005, asumió la jefatura de la Casa Civil. Ese cambio marcó el inicio de una reforma ministerial en medio de una crisis política.
Imagen: Ricardo Stuckert/PR
Ministra "de línea dura"
Cuando era ministra y jefa de la Casa Civil, Dilma anunció la creación de un Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), en 2007, que no se desarrolló como se esperaba, y asumió la dirección de iniciativas como el programa “Mi casa, mi vida”. En 2009 presentó un marco regulatorio que define las reglas de la explotación de las reservas de petróleo del presal.
Imagen: A. Nascimento/ABr
Su lucha contra el cáncer
En abril de 2009 se le diagnosticó cáncer linfático. Tras una cirugía y meses de radioterapia, Dilma anunció en septiembre de ese año que estaba curada. Ya era precandidata del PT para suceder a Lula. “Si uno se desarma ante esta dolencia, ella vence. Pero si uno no lo hace, percibe que la vida no acabó, y que incluso puede estar mejor que antes”, dijo a DW sobre su enfermedad.
Imagen: AP
Llegada a la presidencia
En octubre de 2010, Dilma dejó de ser una actriz secundaria en el escenario político para ser la sucesora de la política del expresidente Lula. Ganó en segunda vuelta contra José Serra y pasó a ser la primera presidenta de la historia brasilera. Asumió el cargo el 1º de enero de 2011.
Imagen: AFP/Getty Images/Evaristo Sa
Primer discurso en la ONU
“Por primera vez en la historia de las Naciones Unidas, una voz femenina inaugura el debate. Es la voz de la democracia y la igualdad amplificándose en esta tribuna”, dijo Dilma en la apertura de la 66ª Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2011. Allí resaltó el papel de la mujer en la sociedad y en la política, lamentó la ausencia palestina y defendió la reforma del Consejo de Seguridad.
Imagen: picture-alliance/dpa
Dimisión de ministros
De los 39 ministros que integraban el equipo de la presidenta electa, ocho dejaron sus cargos en los primeros 14 meses de mandato tras escándalos. Siete de ellos venían del gobierno de Lula. De los ocho que dimitieron, solo Nelson Jobim, entonces ministro de Defensa, no estaba envuelto en denuncias de corrupción.
Imagen: AP
Inclusión social
Durante su primer mandato, Dilma dio continuidad a programas sociales del gobierno de Lula como la Bolsa Familia y Mi casa, Mi vida, y subastó el Campo de Libra, en el presal, destinando recursos a la educación y a la salud. También se crearon nuevos programas, como Pronatec y Más Médicos, este último, objeto de duras críticas por las entidades médicas, que realizaron protestas y huelgas.
Imagen: picture alliance/AE
Corrupción en Petrobras
En marzo de 2014, la Policía Federal de Brasil puso en marcha la Operación Lava Jato para investigar un megalavado de dinero que envuelve a Petrobras, a grandes empresas del país y a decenas de políticos. El escándalo en la petrolera estatal sirvió de combustible a la oposición durante la campaña electoral en ese año.
Imagen: AFP/Getty Images/K. Betancur
Elecciones disputadas
Dilma fue reelecta el 26 de octubre de 2014 con 54,5 millones de votos, en segunda vuelta, en una de las elecciones más disputadas de la historia de Brasil, con una diferencia de apenas 3,5 millones de votos para el segundo, Aécio Neves (PSDB). La campaña estuvo marcada por ataques verbales, escándalos y la muerte de uno de los candidatos, Eduardo Campos (PSB), sustituido por Marina Silva.
Imagen: picture-alliance/dpa/Sebastião Moreira
Crisis económica
Con una victoria apretada, Dilma enfrentó la paralización del crecimiento económico. En su primer mandato, el PIB creció menos de lo esperado, pero para los próximos dos años, la proyección fue aún peor: de retracción. La inflación, que viene creciendo desde 2012, superaría el techo prefijado en 2015, lo que no ocurría desde 2003.
Imagen: E. Sa/AFP/Getty Images
Protestas y reprobación
Las manifestaciones de junio de 2013 apenas afectaron a Dilma. En 2015, por otro lado, centenas de miles de personas salieron a la calle en Brasil para protestar específicamente contra el gobierno de la presidenta y los escándalos de corrupción. La gestión de Dilma Rousseff, que llegó a ser aprobada por el 73% de los brasileros en 2011, vio caer esa cifra a un 8% cuatro años más tarde.
Imagen: Getty Images/AFP/E. Sa
Déficit de presupuesto
En agosto de 2015, enfrentándose con el Congreso, el gobierno presentó una propuesta de presupuesto para 2016 con una previsión de déficit de 30,5 billones de reales, algo inédito. La decisión llevó a que la agencia de clasificación de riesgo Standard & Poor’s rebajara la nota de Brasil. Luego, el gobierno anunció un ajuste fiscal que aún trata de negociar con el Congreso.
Imagen: picture-alliance/epa/F. Bizerra jr.
"Maniobras" fiscales
A comienzos de octubre, el Tribunal de Cuentas de la Unión Brasilera recomendó rechazar las cuentas de 2014. La decisión es usada por la oposición para fundamentar un pedido de proceso de destitución para Rouseff. Dilma anunció el corte de ocho ministerios, la extinción de 30 secretarías en todas las carteras y la reducción de un 10% del salario para los ministros y para sí misma.
Imagen: Reuters/U.Marcelino
Cunha, pieza clave del juego político
El presidente de la Cámara de diputados, Eduardo Cunha, rompió con el gobierno cuando fue investigado por el escándalo de Petrobras. En vez de perder fuerza por las denuncias de corrupción, se mantiene firme en el poder y su actuación es decisiva para abrir un proceso de destitución contra Dilma, lo que desea la oposición.