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Opinión: veneno ideológico

Kersten Knipp18 de julio de 2016

Se dice que el yihadismo es un problema que surge de la exclusión social. Tal explicación no es suficiente, dice Kersten Knipp. Quien pretenda entender el terrorismo, debe analizar el aspecto ideológico.

Imagen: picture-alliance/dpa/M. Lejeune

Han sido olvidados y carecen de perspectiva. Apenas tienen alguna esperanza de lograr una mejor vida. Su destino no interesa a los políticos, que los han abandonado. Viven al día, apoyados en la ayuda social; están empobrecidos, amargados y decepcionados de un Estado que no los representa y por el cual se sienten burlados. Una malévola ira envuelve sus vidas y amenaza con surgir a cada momento. Su radicalización política se da casi como un hecho: tarde o temprano, estas personas darán de qué hablar.

Son escenarios sombríos los que describe el científico social Christophe Guilluy en su libro “La Francia periférica”. En él, el autor describe las orillas geográficas del país, que al mismo tiempo son las sociales. Quien pretenda reconocer la crisis francesa en toda su dimensión, deberá lanzar una mirada a las regiones desindustrializadas del norte y sur de Francia. Ahí es donde vive la legión de quienes han salido como perdedores de la globalización.

Los olvidados

Con su libro, Guilluy captó gran atención en Francia, sobre todo porque desplazó la mirada lejos de los olvidados suburbios de las grandes metrópolis, que a partir de los disturbios del otoño de 2005 fueron vistos como el centro de los sectores excluidos en Francia. Esta suposición es falsa, sostiene Guilluy. De esos suburbios han surgido muchas más historias de éxito de las que se piensa. Muchos son los que han logrado salir de ahí, y que han convertido dichas zonas en una estación intermedia hacia mejores condiciones. En cambio, en la periferia del país las personas se radicalizan. Muchos de sus residentes apenas encuentran alguna oportunidad de encontrar empleo. Su ira tiene una manifestación política preocupante: o bien se abstuvieron de votar, o lo hicieron por el ultraderechista Frente Nacional.

Knipp Kersten, pediodista de DW

Cultura del odio a domicilio

Pero estas personas hasta el momento no han perpetrado atentados contra sus connacionales. Se comportan de manera civilizada, a diferencia de los yihadistas franceses. Esto significa, entre otras cosas, que hay que ser precavidos con los análisis que pretenden explicar la violencia a partir de modelos sociales. La pobreza y la falta de perspectivas juegan un papel, pero no son los únicos factores. El sociólogo franco-iraní Farhad Khosrokhavar ha descrito otros elementos de la radicalización: búsqueda de un sentido de la vida, afición por la aventura, o simple propensión a la violencia, e incluso al asesinato. Y un adoctrinamiento masivo.

Según lo que se sabe hasta el momento, casi todos los yihadistas franceses viven en delirantes mundos imaginarios, aislados de los suyos, dependientes de una visión del mundo distorsionada, propagada tanto por clérigos radicales como por el internet, y que presenta el mundo de modo unilateral como un conjunto de piezas rotas. A ello se le agregan consignas muy simples, especialmente diseñadas para quienes no quieren o no pueden aceptar argumentaciones más complejas. Promesas que además están envueltas en un aura de falsa santidad. El filósofo Christian Godin cita textos de músicos de rap franceses con raíces norafricanas. En ellos se llama a ignorar o deshacerse de “estos cerdos que representan el orden en Francia”.

A la larga, son mensajes que dejan huella. Mensajes de odio que en el futuro deberían ser vistos con mayor atención, sin dejar impresionarse por quienes califiquen esto como un ataque a la libertad artística o religiosa. La retórica del odio no es ni religión ni arte. Solo se disfraza de ambas.

Para aprender alemán: usted puede leer aquí la versión original de este artículo

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