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Países emergentes: ¿el próximo foco de crisis?

Zhang Danhong/ Emilia Rojas Sasse26 de junio de 2013

El anuncio del banco emisor estadounidense de que reducirá la compra de bonos y la efervescencia social en dos potencias emergentes hacen cundir el nerviosismo en los mercados financieros.

Imagen: AP

Hace no mucho tiempo, el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, arremetía contra la laxitud de la política monetaria estadounidense y europea. El fue el primer político que habló de una “guerra de divisas”. Dólares y euros recién salidos de las prensas inundaban el mercado financiero brasileño, haciendo subir la cotización de la moneda nacional, el real, lo cual perjudicaba a los exportadores.

Ahora la situación ha cambiado diametralmente. Apenas el banco central estadounidense anunció que reduciría la compra de bonos, los inversionistas comenzaron a retirar en masa su dinero de los bonos y acciones de potencias emergentes. Hasta ahora Brasil se contaba entre los países que se financiaban con flujos financieros de corto plazo.

Cambio veloz

“Se trata de un dinero que puede ser retirado rápidamente”, indica el profesor de economía y escritor Hanno Beck a DW. Si bien Brasil avanzó en los últimos años hasta convertirse en la sexta mayor economía del mundo, la clase media se ha beneficiado poco de ello. Y ahora protesta. El hecho de que el crecimiento se haya reducido a un dos por ciento y la inflación haya subido en cambio a más del seis por ciento, genera en la juventud dudas acerca del futuro.

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Para contener la inflación, el interés rector fue elevado a un ocho por ciento, lo cual es veneno para la coyuntura económica. A comienzos de junio, el gobierno eliminó un impuesto a las compras extranjeras de bonos, para retener a los inversionistas en el país. Pero justamente ellos miran a Brasil con creciente escepticismo. Eso no obedece solo a las protestas, sino también al débil crecimiento. Porque el hecho de que Brasil haya sido designado sede del Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos 2016 desató un auge de la construcción, financiado mediante créditos. Y un estallido de la burbuja crediticia podría hacer tambalear el sistema financiero.

También se ciernen sombras sobre otro país emergente, otrora considerado favorito de los inversionistas extranjeros al igual que Brasil. En Turquía protesta una juventud que se ha beneficiado del raudo crecimiento de la última década y ahora demanda más participación política.

Dos países, un problema

Ambos países comparten un aspecto que los vuelve vulnerables: el déficit en cuenta corriente. Es decir, importan más de lo que exportan. Turquía registra incluso el mayor déficit en cuenta corriente entre los países del G 20. Ello obedece a su dependencia de las importaciones de petróleo y a los créditos de consumo desatados. Para un país como Turquía, que durante año ha financiado importaciones con capital extranjero, la situación podría ser peligrosa si de pronto se retira ese dinero, indica Hanno Beck. “Entonces ya no podría importar nada, porque no tendría divisas para pagar”, señala.

Hanno Beck ve puntos débiles similares en Brasil y Turquía.Imagen: privat

Dado que el mercado de bonos de países emergentes es todavía relativamente pequeño, una retirada de capital podría provocar un rápido aumento de los intereses. “Lo que vemos ahora en los mercados de capitales es inseguridad en torno a los intereses de bonos estatales”, afirma el historiador económico Harold James, de la universidad de Princeton. Se refiere a países altamente endeudados, que podrían contraer deudas por largo tiempo si las tasas de interés son bajas. “Pero si los intereses se disparan, pueden caer en la insolvencia”, dice James en una entrevista concedida a DW. El historiador estima que esto supone un problema especialmente para Brasil, Turquía y algunos países de Europa del este, que han crecido con dinamismo en los últimos años y han financiado sus déficits en cuenta corriente con capitales extranjeros.

La tercera fase de la crisis

A juicio de James, no se trataría de una nueva crisis, sino de la tercera fase de una crisis que se prolonga desde 2007. “La primera fue una fase norteamericana, en la que muchos europeos pensaron que se trataba de una crisis puramente estadounidense; eso ocurrió en 2007 y 2008. Entonces vino la fase europea de la crisis, especialmente desde 2012”, apunta.

Harold James estima que la crisis entra en su tercera fase.Imagen: privat

La tercera fase de la crisis no afectaría sin embargo por igual a todas las potencias emergentes. China se libraría de ella, según James, quien hace notar que ese país “vive actualmente una suave desaceleración del crecimiento económico”. Aunque los nuevos datos económicos chinos no son muy alentadores, el país no depende de capitales extranjeros, subraya el británico.

Pese a todos los escenarios inquietantes, Maria Laura Lanzeni, del Deutsche Bank, estima que “los mercados emergentes seguirán teniendo tasas de crecimiento considerablemente mayores que los países industrializados” y hace notar que “esa diferencia se mantendrá”.

Autora: Zhang Danhong/ Emilia Rojas Sasse

Editor: Enrique López

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