¿Para que serviría tener un tercer brazo?
19 de marzo de 2011Cada persona tiene dos brazos, dos manos, dos piernas, una cabeza. Y nuestro cerebro, que conoce muy bien nuestro cuerpo, lo registra en una especie de mapa. Cada parte del cuerpo está conectada allí con una zona específica de nuestro órgano del juicio.
En los últimos años, sin embargo, los científicos de la cognición han demostrado que estos mapas no son inalterables. El cerebro puede incluir objetos inanimados en su mapa del cuerpo: un sombrero o una raqueta de tenis, por ejemplo.
Recientes experimentos de un grupo de científicos suecos acaban de demostrar, además, que la cantidad de miembros con que cuenta el cuerpo humano no está biológicamente determinada.
Tras una serie de experimentos, el neurocientífico Henrik Ehrsson, del Karolinska Institutet (Instituto Carolino) de Estocolmo, sabe ahora cómo se siente tener tres brazos.
Engañar al cerebro
“Es una sensación interesante, fascinante y agradable. Por supuesto que sé que el tercer brazo no es real. Sé perfectamente que sólo tengo una mano derecha, pero no puedo dejar de percibir la segunda mano derecha”, explica Ehrsson. Su ilusión de la tercera mano resultó tras un simple experimento, casi un truco.
Los investigadores emplearon un brazo derecho de goma y pidieron a 150 personas que colocaran su propio brazo derecho junto al falso, sobre una mesa. A continuación, con un pequeño cepillo, acariciaron repetidamente los dedos de ambas manos, siempre paralelamente, exactamente en el mismo momento, en los mismos dedos, en la misma región de la mano humana y la de goma.
“Ofrecimos dos miembros similares al cerebro de la persona que servía de conejillo de indias. Así que forzamos al cerebro a decidir qué brazo le correspondía”, describe el neurocientífico Henrik Ehrsson. Y resulta que el cerebro no se decide sino que acepta ambos brazos y manos como parte del propio cuerpo. En total, termina ampliando su “mapa” con un tercer miembro.
Eso sí, el cerebro acepta la extremidad superior falsa con apariencia real, pero no un trozo de madera, ni el “mouse” o ratón de una computadora. En los experimentos, tampoco fue posible hacerle aceptar una pierna de goma. La mano de goma empleada era muy parecida a una real y no fue relevante que las personas pudieran diferenciar ambas manos a primera vista.
Donde cabe uno, caben dos…
En las imágenes obtenidas con tomografías por resonancia magnética, los científicos suecos pudieron comprobar que el cerebro no necesitó neuronas adicionales para registrar el tercer brazo. Más bien fueron los nervios ya responsables del brazo derecho original los que se “re-programaron” para asumir, en vez de uno, dos brazos y dos manos derechas.
La muestra de que el cerebro había aceptado efectivamente al brazo falso como parte del cuerpo fue obtenida por el equipo sueco con una prueba de estrés: “amenazamos esa mano moviendo rápidamente un cuchillo hacia ella”, cuenta Ehrsson. Los científicos midieron con electrodos la reacción de estrés de la piel de los sujetos investigados. “Y resultó que el sudor aumentaba si se les acercaba un cuchillo o una aguja a la mano de goma, de la misma forma que en el caso de la mano real”, confirma el científico.
Prótesis o refuerzos para el cuerpo humano
Muchos amputados tienen problemas con sus prótesis. Hasta ahora, los médicos recomiendan a sus pacientes asumir la prótesis como un sustituto del miembro del cuerpo amputado. Pero sería mejor, según Ehrsson y su equipo, comenzar a aceptar las prótesis como partes adicionales del cuerpo.
Un tercer brazo sería útil para pacientes que sufren parálisis provocadas por accidentes cerebrovasculares (isquemias, hemorragias) y que no pueden mover un brazo propio. Su cerebro podría controlar la prótesis y seguir aceptando al brazo paralizado como parte del cuerpo.
“Si engañamos al cerebro, podríamos hacer que acepte también un brazo robot como parte del cuerpo humano. Algo así sería útil para mover grandes pesos o apoyar a los dos brazos y dos manos naturales en cualquier otra forma”, sueña Ehrsson.
¡Quién sabe! Puede ser que en algunas décadas sea absolutamente “natural” tener tres brazos. En cualquier caso, todo parece indicar que nuestro cerebro se acostumbraría.
Autor: Michael Lange / Rosa Muñoz Lima
Editora: Luna Bolívar Manaut