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Fujimori y Castillo deben dar “más garantías” democráticas

Camilo Toledo-Leyva
11 de mayo de 2021

Ante los extremos que representan, los candidatos al balotaje por la presidencia de Perú firmaron un acuerdo para respetar el orden constitucional del país. Sin embargo, según expertos, ninguno sería una buena opción.

Bildkombo Peru Präsidentschaftskandidaten TV-Duell | Keiko Fujimori und Pedro Castillo
Imagen: Angela Ponce/AA/picture alliance

Un compromiso para moderar a los candidatos en las antípodas. Los candidatos a la segunda vuelta presidencial en Perú, la derechista Keiko Fujimori y el izquierdista Pedro Castillo, sellaron sus firmas en un pacto para respetar la institucionalidad democrática si llegan al poder. La denominada "Proclama ciudadana” fue redactada por las iglesias católica y evangélica del país, y suscrita también por la Asociación Civil Transparencia y la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos.

De esta manera, ambos candidatos se comprometieron a mantener el orden constitucional, a respetar y defender el derecho fundamental a la vida, garantizar los derechos humanos de la población y la libertad de prensa. Asimismo, prometieron que no van a buscar ni intentar ningún mecanismo de reelección al culminar su mandato en 2026.

"Este acuerdo es un gesto. Sin embargo, me parece que más que gestos se requieren también más garantías para la democracia y que presenten a sus primeros equipos técnicos”, explica a DW Eduardo Dargent, politólogo y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Hay una gran falta de credibilidad sobre el pasado del fujimorismo, recuerda Dargent, pero también "sobre la propia conducta de Keiko y su bancada en el último quinquenio, que fue muy agresiva. Por el lado de Pedro Castillo, si bien no ha sido autoridad ni gobierno, los aliados que tiene y el ideario que presenta, contra empresas transnacionales y organismos constitucionales, dejan la duda de si sería un presidente democrático”.

Keiko Fujimori y Pedro Castillo en el primer debate de cara a la segunda vuelta de las presidenciales del 6 de junio.Imagen: Francisco Vigo/REUTERS

Pedro Castillo, un maestro rural y sindicalista, ganó la primera vuelta electoral con el 18,9% de los votos, mientras que Keiko Fujimori, hija del encarcelado expresidente Alberto Fujimori, obtuvo el 13,4%. Hasta hace unas semanas, Castillo superaba a su rival en 20 puntos en la intención de voto, pero la diferencia se ha ido reduciendo en los últimos días: en un reciente sondeo de la encuestadora CPI, de cara al balotaje del 6 de junio, Castillo recibe el 34,2% de apoyo y Fujimori alcanza un 32%.

Opuestos parecidos

Los programas de Gobierno de ambos candidatos son ampliamente opuestos. Mientras Keiko Fujimori defiende el libre mercado, Castillo apuesta por un rol económico activo del Estado, incluyendo nacionalizaciones de empresas. Sin embargo, Fujimori y Castillo coinciden en varios temas: ambos son provida, defienden la familia tradicional, no dan prioridad a los derechos de la comunidad LGTBI ni al enfoque de género en las escuelas.

"Ambos están en posiciones muy extremas y ninguno de los dos extremos le haría bien al Perú. El peligro de una es la institucionalidad y el peligro del otro es la economía, y ninguno de los dos es un asunto menor. El fujimorismo ya cuenta con un registro de malos manejos institucionales y, a largo plazo, el bienestar económico de los países depende de instituciones sólidas”, sostiene Hugo Ñopo, economista e investigador del Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade).

Mario Vargas Llosa, crítico acérrimo del fujimorismo, apoya esta vez a Keiko Fujimori, porque "Castillo podría repetir en Perú la experiencia dramática de Venezuela".Imagen: Getty Images/A. Berry

Cambio de Constitución

Uno de los ofrecimientos de Castillo ha sido llevar a cabo un referéndum para convocar una Asamblea Consituyente que redacte una nueva Constitución, en reemplazo de la de 1993 de Alberto Fujimori. A pesar de que esto contradice los procedimientos establecidos en la propia Carta Magna, Castillo insiste en su oferta.

"El cambio de Constitución se usa como un mensaje político, pero esto no es precisamente lo que cambia a los países. En el mejor de los casos, cuando hay procesos simbólicos importantes como el que viene en Chile, la Constitución representa una especie de nuevo pacto social; pero Castillo tiene la retórica del cambio como una promesa: ‘dado que los malos nos han gobernado, cuando lleguen los buenos, las cosas irán mejor'. Es cierto que muchas veces las élites no tienen interés en modernizar sus Estados y en democratizarse, pero ofrecer una nueva Constitución es una gran simpleza”, comenta el politólogo Dargent. Además, advierte que esto también proviene de una corriente que ha usado el cambio constitucional como una forma de capitalizar popularidad para construir una nueva representación.

Capitalismo popular vs. estatización

Por su parte, el economista Ñopo no cree que la mayoría de los peruanos esté pidiendo un cambio de Constitución. "Si algo ha sucedido con la Constitución de 1993 es que ha sido exitosa macroeconómicamente, lo que falta, es darle éxito microeconómico. Para eso se requiere quizás que la prestación de los servicios públicos sea más efectiva, que la competencia en los mercados sea menos oligopolítica. Ajustes más técnicos que políticos”, asegura el experto de Grade.

En el ámbito económico, la candidata Fujimori ofrece un capitalismo popular y Pedro Castillo la estatización, pero ninguna de las propuestas serían actualmente viables. "Ambos están profundamente equivocados en sus términos económicos. Estas son recetas fallidas de los 70 y 80. Eso es romantizar la precariedad y la realidad económica”, enfatiza Ñopo.

En estas condiciones acude Perú, con inestabilidad política desde 2016, a unas elecciones que amenazan con polarizar al país entre dos posiciones extremas, que juntas apenas obtuvieron el 32% de los votos en la primera vuelta. "De ninguna manera quiero minimizar el peligro autoritario que ambos podrían representar. Pero tanto o más probable es que tengamos presidencias débiles, Congresos dispendiosos y mucha inestabilidad en los próximos años”, presiente el politólogo Dargent.

(er)

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