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Perder seis años y recuperar la suerte

8 de mayo de 2009

Luego de seis años de cautiverio como rehén en un campamento de las FARC, la abogada colombiana Clara Rojas trata de llevar una vida normal desde su liberación en 2008. Habló con DW sobre sus experiencias.

Clara Rojas.Imagen: picture-alliance/dpa

La abogada colombiana Clara Rojas fue secuestrada por las FARC en 2002 junto a su amiga, la candidata a la presidencia del Partido Verde colombiano, Ingrid Betancourt. Su amistad con Betancourt se hizo añicos durante el cautiverio. En 2004, Clara Rojas dio a luz a un hijo en la selva en circunstancias riesgosas y fue separada de él pocos meses después. Recién pudo volver a ver a su hijo Emmanuel luego de su liberación en 2008. La identidad del padre permanece hasta hoy en secreto. Los recuerdos de Clara Rojas fueron reunidos en un libro publicado en Alemania. Bernd Gräßler la entrevistó:


Deutsche Welle: En su libro escribe usted que quiere recuperar estos seis años perdidos. ¿Pudo hacerlo en los 15 meses que lleva en libertad?

Clara Rojas: Sin duda me esforcé por normalizar mi vida. Estos seis años perdidos no los podré recuperar nunca. Hasta perdí la primera etapa de desarrollo de mi hijo. Pero hago lo posible por disfrutar mi vida y por eso me tomo mucho tiempo para mi hijo. Es por eso que no acepté ningún proyecto ni oferta de trabajo, porque quería ocuparme de la salud de mi hijo y de la mía. Emmanuel empezó a ir a la escuela el año pasado, a una escuela alemana en la que estudia alemán como segunda lengua. Esto me motiva mucho, y tal vez yo también comience a estudiar alemán. El año pasado lo pasé escribiendo mi libro y, dado que me sometí a una estricta disciplina, pude finalizarlo y hoy está en las librerías europeas, además de en Latinoamérica.

¿Cómo es la relación con su hijo? ¿Normal, como la de cualquier madre con su hijo?

Creo que sí. Por suerte, tanto su estado de salud como el mío eran buenos cuando nos reencontramos, mejor de lo que se esperaba, lo cual facilitó las cosas. Mi hijo se encontraba en un orfanato en Colombia y, hasta 2007, nadie sabía que era mi hijo. Pero él estaba preparado para volver a reunirse con su familia, por eso, la reacción fue muy positiva al volver a vernos. El estaba feliz de volver a encontrarse con su madre, de conocer a su abuela y a toda su familia. Algún día, cuando pueda entenderlo, debo aclararle la situación en la que estábamos, secuestrados en la selva. Y por qué nos separamos.


Cuando viajó hacia San Vicente, donde operaban las FARC, ¿creía que se le daría mejor trato por trabajar para el Partido Verde, que estaba por un diálogo con la guerrilla?

Estaba preocupada, como cuento en mi libro, pero no podía prever que yo también podría ser secuestrada. Estaba preocupada por toda la situación, llamé a unos amigos, todo lo cuento en mi libro. Pero debo admitir que tenía la esperanza de que no me secuestrasen. Una semana antes, a Ingrid la invitaron a un debate con los candidatos presidenciales a San Vicente del Caguán. Y la única que no rechazaba el diálogo era Ingrid, y ella creía que se iba a proseguir el diálogo. Eso me tranquilizaba un poco, ya que pensaba que así las FARC entenderían que aquí había alguien que quería dialogar con ellos. Además, en las semanas siguientes, mucha gente había viajado y había vuelto ilesa. No podía imaginarme que las FARC estaban reuniendo rehenes para un intercambio.


¿Por qué las FARC no la liberaron cuando estaba esperando un hijo? ¿Era una suerte de castigo por haber hecho algo prohibido, es decir, tener una relación con un guerrillero?

Mi opinión personal es que no sabían cómo manejar la situación. Ya que lo normal era brindarme ayuda humanitaria. Yo incluso pedí que me liberaran o que me llevaran a un centro de salud cercano, o que permitieran a alguien de la Cruz Roja llegar al campamento. Pero creo que la atmósfera en el campamento estaba muy tensa en aquel momento por diferentes motivos. Más que nada, porque la Armada colombiana estaba en las cercanías. Las FARC temían que, si me liberaban, la armada iba a encontrar muy pronto el campamento. Al menos así me lo aclararon. Desde mi punto de vista eso no tenía sentido. Pero sí desde el punto de vista de ellos…Eran muy cuidadosos. Además los rehenes tenían mucho miedo de los combates. Todo esto condujo a esa decisión tan negativa de la que las FARC se arrepintieron con el tiempo, me parece. Ya que cuando empezó el trabajo de parto los comandantes decidieron ayudarme para, al menos, no dejarme morir.

En su libro se lee poco acerca de si alguna vez las FARC le dieron una explicación del por qué de su secuestro. ¿O es que ser tomado como rehén es algo normal para todos y no necesita explicación?
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En una oportunidad nos dijeron que fuimos capturados por un “acuerdo humanitario” (N. del A.: intercambio de prisioneros). Que creían que éramos personas con actividades políticas y que estaban reuniendo políticos para lograr un acuerdo humanitario. Esto no nos lo dijeron directamente, sino que lo escuchamos en una noticia en la que se informaba sobre los comunicados de las FARC. Entonces lograron tomar como rehén a una cantidad de gente. Éramos aproximadamente 60 de los llamados “canjeables”, entre ellos 28 soldados y policías. Además, de los 12 diputados de la asamblea regional de Cauce, de los cuales sólo uno sobrevivió. Además del ex gobernador de Antioquia junto con ocho acompañantes. Creo que todos murieron; sólo sobrevivieron un par de soldados. Junto con ellos, una docena de personas, en total éramos cerca de 60. Pero, insisto, no se nos comunicó personalmente, sino que se dio a conocer a través de los medios, que las FARC tenían pensado tomar a nuestro grupo para un intercambio. Yo misma estaba intranquila, ya que estaba muy comprometida con la campaña de Ingrid, pero no era miembro del congreso ni estaba vinculada de ningún modo con el Parlamento. A mí me interesaban las cuestiones que tenían que ver con el país, pero bajo un punto de vista intelectual. Traté de aclarárselos, pero las FARC no lo entendieron. A esto se sumó que, luego del secuestro, el Partido Verde me nominó como candidata para la Vicepresidencia, con lo cual me dieron más peso político. Con eso, pasé a ser más valiosa para las FARC. Eso demoró mucho mi liberación, y recién después de un largo tiempo lo entendieron. Luego vino lo del niño, y así me liberaron. Pero pasó mucho tiempo hasta que lo entendieron…

¿Juega la política hoy un papel importante en su vida?

¿Cómo puedo explicarle? Siempre me interesó el destino de mi país, las cosas que pasan. Pero luego de esta situación dramática, especialmente después de la separación de mi hijo, le doy prioridad a otras cosas, ante todo a mi hijo, para quien necesito mucho tiempo. En 2009, mi rol de madre tiene prioridad. Aparte tengo que cumplir mis obligaciones con la editorial. El libro se edita en estos días en seis idiomas en varios países, y tal vez se traduzca a más idiomas. Y, en tercer lugar, en 2009 quiero participar de actividades que tengan que ver con la liberación de rehenes. Cuando acabe con eso, tal vez pueda dedicarme a otras cosas. Sobre todo me gusta escribir, y con este libro quiero cerrar el capítulo del secuestro. Así de duro como fue, me ayudó a tomar distancia. Hoy puedo decir: lo viví, fue muy duro, pero hoy estoy bien, estoy libre, vivo, estoy al lado de mi hijo y puedo vivir mi vida otra vez. Eso es lo que quería lograr con este libro.

El nacimiento de su hijo es uno de los pasajes más fascinantes de este libro, así como la situación de los prisioneros masculinos, encadenados los unos a los otros…

Los soldados y los prisioneros masculinos en general están muy mal. A mí también me encadenaron durante un mes luego de nuestro intento de escapar y sé lo espantoso que es eso. Todavía tengo clara la imagen de cómo los soldados pasaban a mi lado, todos encadenados. Esto me dolió mucho, ya que no me podía imaginar vivir algo así en pleno siglo veintiuno. Seres humanos maltratados con crueldad por otros seres humanos, como estos soldados prisioneros. Estamos hablando de personas que están capturadas hace más de 11 años, encadenadas. Las FARC dicen que es la única forma de evitar que se escapen. Por eso aplican este castigo infame y bárbaro de mantenerlos encadenados. De día se les permite caminar con las cadenas, y las llevan colgadas de una especie de bolsa, pero con eso les oprimen el cuello. De noche se los ata a los árboles para que no escapen. Es una situación inhumana, y la vida junto a estos prisioneros es muy difícil. Están molidos, no pueden dormir de noche, hay que encadenarlos. La vida en común con ellos no es fácil. En los últimos tres años en los que estaba con ellos hubo momentos difíciles, mucha tensión, y es mejor soportar esta situación y callar, ya que ¿qué se puede hacer? Uno sabe cómo sufren. Yo creo que al volver a ser libres van a necesitar ayuda especializada.

¿Qué puede hacer hoy para ayudar a los rehenes de las FARC?

En programas especiales de radio dedicados a los rehenes les cuento cómo vivo hoy, porque es importante que sostengan la esperanza. Siento que si me escuchan eso es para ellos como tener un pie en la libertad. También para los familiares es importante, ya que con el pasar de los años caen en una depresión. El año pasado hubo de febrero a noviembre cinco marchas por la libertad de los rehenes de las FARC. El 4 de febrero de 2008 salieron más de 11 millones de personas a la calle en varias ciudades del mundo. Yo también participé. Luego varios rehenes fueron dejados en libertad. Participo en muchos foros y pude reunirme con algunos jefes de Estado para atraer la atención sobre el tema de los secuestrados. En las últimas liberaciones ayudó el presidente de Brasil, y en mi caso fue el presidente de Venezuela Hugo Chávez. El problema se resolverá cuando se libere al último rehén. Hace unos meses fui a visitar a mi ex carcelero de las FARC en prisión. Me había mandado a llamar porque temía por su vida y yo establecí el contacto con la Comisión de Paz. También así puedo indirectamente hacer algo por los secuestrados. Para mí el perdón es un factor importante para lograr la paz a mediano plazo en Colombia. No sólo para mí, que creo en el poder curativo del perdón, sino también para la sociedad colombiana, que está viviendo hoy esta situación tan dramática.

Autor: Bernd Gräßler/ Cristina Papaleo

Editor: Enrique López Magallón

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