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Pesticidas alemanes envenenan a Argentina

26 de agosto de 2022

Sobre las gigantescas plantaciones argentinas de soja se sigue rociando glifosato. Empresas como Bayer y BASF ganan millones con sus pesticidas. La población y el medio ambiente pagan la cuenta

Fumigación de una plantación de soja en Entre Ríos, Argentina.
Fumigación de una plantación de soja en Entre Ríos, Argentina.Imagen: PABLO AHARONIAN/AFP

Norma Herrera ha hecho todo lo posible por lograr que herbicidas como el glifosato desaparezcan de Argentina. Pero es como luchar con molinos de viento. "El glifosato se prohíbe cada vez más en todo el mundo, pero aquí lo siguen usando", dice.

En realidad, este pesticida todavía está autorizado en la Unión Europea (UE) hasta el 15 de diciembre de 2022. Bruselas aún no ha sido capaz de acordar una extensión de la regulación, pero el Gobierno de Alemania planea prohibir completamente el uso de glifosato en el país a fines de 2023. Tales restricciones, sin embargo, no aplican en Argentina.

"Muchos vecinos han muerto en los últimos años, y aún hoy hay personas que mueren de cáncer. Lo que hacen aquí las empresas de soja no es otra cosa que un ecocidio", asegura.

Herrera es parte de las "Madres de Ituzaingó", que se unieron hace 20 años, cuando de pronto se produjeron tres casos de leucemia en ese barrio de Córdoba, la segunda mayor ciudad de Argentina. Entre ellos estaba también la hija de Norma. A poca distancia de su casa, grandes plantaciones de soja eran fumigadas con el herbicida desde aviones.

Cóctel tóxico

"Cuando comenzamos a protestar, hace 20 años, nos insultaban; decían que no éramos más que un par de madres locas, a las que el detergente se les había subido a la cabeza. Pero cuando se analizó aquí el agua potable, supimos que nos habían envenenado: encontraron un cóctel de glifosato, metales pesados, arsénico y plomo", relata.

Casi nadie se libró en Ituzaingó. Prácticamente en cada familia hay algún caso de leucemia, enfermedades de la tiroides, de los riñones, neurodermitis o pérdidas de embarazos. Norma Herrera y las otras madres lograron, por lo menos, que se prohibiera judicialmente rociar pesticidas a menos de 2,5 kilómetros de distancia de zonas habitadas.

Dos hombres fueron incluso encarcelados, por rociar glifosato sobre los habitantes del barrio. Una victoria pírrica, porque cada año van a parar 200 millones de litros de herbicidas e insecticidas sobre los campos de soja. Argentina es el país donde se usa más glifosato per cápita.

El Atlas de los Pesticidas

De todo esto se beneficia Alemania, como gran productor de carme, porque los animales son alimentados con pienso a base de soja argentina. "Cada campesino que compra aquí soja para sus cerdos provoca un daño irreparable. Cuanta más soja compren en Alemania, más se produce acá. Pero la culpa la tienen sobre todo los Gobiernos y las multinacionales, solo les interesa ganar dinero", dice Norma Herrera.

Las Madres de Ituzaingó protestan contra el uso de pesticidas en Argentina.Imagen: privat

El biólogo Raúl Montenegro, quien creó hace 40 años en Córdoba la fundación de defensa de la naturaleza FUNAM, es uno de los ambientalistas más conocidos de Argentina y fue galardonado en 2004 con el Nobel Alternativo. Recomienda leer el Atlas 2022 de los Pesticidas, una investigación que arroja resultados devastadores: a nivel mundial se utilizaron más pesticidas que nunca; la cantidad de personas afectadas anualmente por envenenamientos ha subido a 385.000 millones.

Inka Dewitz es especialista en política internacional de alimentación de la fundación Heirich Böll, que con otras instituciones publicó dicho atlas. Afirma que los "pesticidas tóxicos que no están permitidos en la Unión Europea, todavía se pueden exportar".

Un gran negocio

Los mayores beneficiarios son empresas químicas como Bayer y BASF, que junto con el grupo chino Syngenta y el estadounidense Corteva, dominan cerca del 70 por ciento del mercado mundial. Un negocio lucrativo. En 2020, las ventas de Bayer en este segmento fueron cercanas a los 9.800 millones de euros, y las de BASF se elevaron a unos 5.500 millones.

En entrevista con DW, BASF dijo: "En todo el mundo, incluidos los países de América del Sur, BASF comercializa productos de protección de cultivos que cumplen con los requisitos del Código Internacional de Conducta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Todos los productos BASF son ampliamente probados, evaluados y aprobados por las autoridades públicas siguiendo los procedimientos de aprobación oficial".

Y en cuanto a Argentina, añadió: "BASF participa, a través de la Cámara de Sanidad agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE), de distintos programas de capacitación de productores, docentes de escuelas rurales, médicos y bomberos y promueve las Buenas Prácticas Agrícolas. Además, cuenta con un plan para la capacitación continua de su personal, acerca del buen uso de los productos, su almacenamiento y transporte".

"Bayer y BASF se atienen a las leyes nacionales, así que, para ellos, en principio, está todo en orden. Pero en muchos países las normativas son mucho más débiles que en la UE. Por eso se exporta allí donde sea más probable que se dé autorización. Y eso ocurre especialmente en países de América Latina", dice Dewitz.

(ers/cp)

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