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Philipp Lahm: “soy un muchacho feliz”

Daniel Martínez6 de marzo de 2007

La nueva estrella del fútbol alemán y autor del primer gol en el Mundial del 2006 dialogó con DW-WORLD acerca de su infancia, su fama, su filosofía de vida y la alegría de ser futbolista.

Philipp Lahm
Philipp Lahm: no hay peligro de vanidad.Imagen: AP

No es fácil aceptar que el muchacho al otro lado del escritorio, ese que sonríe permanentemente mientras con sus ojos explora cada detalle del cuarto sin perder de vista a su interlocutor, es una estrella de fama mundial.

Pero lo es, se trata de Philipp Lahm, 21 años, defensor lateral izquierdo del Bayern Munich, titular indiscutible de la selección alemana, autor del primer gol del Mundial del 2006, elegido por la crítica internacional el año pasado como el mejor en su posición (a pesar de ser derecho) e integrante del equipo ideal de todos los técnicos importantes del planeta.

Philipp Lahm (izq.) anota el 1 a 0 para Alemania en el partido contra Costa Rica en el Mundial 2006.Imagen: AP

Cuando Lahm escucha esta lista de logros, la expresión de su rostro se transforma levemente dejando entrever algo de vergüenza; rápidamente encuentra las palabras adecuadas para despojar su calidad como jugador del peligro de la vanidad.

“La única diferencia es que ahora me conoce más gente, pero en el fondo no ha cambiado nada en mi vida, yo sigo siendo el mismo y la presión no es ni mayor ni menor a la que usualmente vivo como integrante de un equipo de la talla del Bayern Munich que compite siempre por el titulo de la Bundesliga e internacionalmente en la Champions League” dice Lahm señalizando que la fama no se le ha subido a la cabeza.

“Yo soy un joven normal al que le gusta quedarse en casa a pasar una tarde confortable, un joven feliz de poder hacer lo que más le gusta –jugar al fútbol- y de comunicarle esa alegría al público”, confiesa.

“Soy un muniqués de pura cepa”

Hay personas que exhiben con orgullo su origen hablando el dialecto de su tierra natal, vistiendo los trajes tradicionales o portando los colores de su bandera. Philipp Lahm no pertenece a esa categoría pero tampoco oculta estar feliz de ser de donde es.

“Soy un muniqués de pura cepa, mi familia es de Mñunich, aquí crecí, aquí tengo mis amigos, aquí trabajo y aquí aprendí a ser feliz con el fútbol”.

Philipp Lahm (der.) disputa el balón con el jugador argentino Maxi Rodriguez, durante el Mundial 2006.Imagen: picture-alliance/dpa

El defensor lateral alemán recuerda con alegría sus inicios en el fútbol: “mis padres viven en una calle aledaña al Parque Olímpico de Múnich y cuando era niño apenas me bastaba cruzar una calle para estar en medio de un inmenso prado donde cada vez que se presentaba la oportunidad jugaba con mis amigos sin ninguna pretensión de convertirme en futbolista profesional, en aquel entonces la idea no se me atravesó por la mente”.

¿Tampoco la de estar en un Mundial? “No, el primer Mundial que recuerdo haber seguido conscientemente fue el de Italia en 1990 y creo que como todos mis amigos pensé que sería bonito participar en fiesta fiesta deportiva, pero convertir esa idea en realidad nunca me lo propuse, lo mío era divertirme, disfrutar del tiempo libre, jugar al fútbol era por aquel entonces tan sólo un pasatiempo, no un objetivo de vida”.

El tiempo sin embargo se encargó de convertir a Lahm en el estupendo jugador que es hoy, en el mejor lateral izquierdo del mundo, uno que es seguro en la labor de defensa y contundente cuando se lanza al ataque.

“A mí me gusta jugar en esa posición y no podría decir que me gusta más defender que atacar –o viceversa- pues disfruto mucho la mezcla de esas dos tareas: cuando nos atacan tengo que estar muy despierto para volver a ganar el balón, para recuperarlo, para impedir que los contrarios lleguen a nuestro arco; cuando lo tenemos y me voy al ataque me emociona generar peligro”.

Lo curioso es que Lahm ocupa el puesto de lateral por la banda que usualmente le corresponde a un jugador zurdo. “La verdad es que antes de mi debut profesional era mediocampista pero por esas cosas del destino terminé como lateral izquierdo y aunque soy ambidiestro me considero mucho más derecho pues esa es la pierna a la que le tengo más confianza”.

Juventud y filosofía

Philipp Lahm abandonó hace algún tiempo la casa de sus padres en el histórico barrio residencial de Neuhausen, bordeado por el Castillo de las Ninfas y el Parque Olímpico, y ahora habita en el moderno Glockenbach, caracterizado por un agitado ritmo de vida en medio de los mejores restaurantes, cafés y bares bohemios de Múnich.

“Donde mis padres es tranquilo y acogedor, perfecto para la vida de familia, pero yo ahora soy un joven que de vez en cuando quiere salir con amigos y en mi nuevo barrio todo está a la vuelta de la esquina”.

Este joven, estrella mundial, tiene una curiosa filosofía de vida en la que todo tiene una justa medida, exagerar está prohibido: “a veces algo menos es mucho más”.

Lahm explica su lema sin dejar de sonreír lo cual despierta sospechas, ¿siempre está de tan buen humor? “de vez en cuando también me da mal genio, pero en general me gusta disfrutar de la vida y lo que hago, no me amargo, no tengo por qué, soy un muchacho feliz”.

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