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Legado japonés en Karlsruhe

22 de junio de 2010

Conjugó filosofía, arte y computación ya en 1964, cuando algo así sonaba imposible. Hiroshi Karawano del Japón ha donado su archivo a un museo de Karlsruhe.

Hiroshi Kawano, Artificial Mondrian, alrededor de 1966Imagen: ZKM Karlsruhe

Hacer una pintura con la computadora hoy en día no causa quebraderos de cabeza a nadie, gracias a los programas de fácil manejo y a las impresoras a color. A comienzos de la década de los 1960, científicos y artistas se enfrentaban a los inmensos ordenadores y la tarea era ardua.

Hiroshi KawanoImagen: ZKM Karlsruhe

Cuando uno de estos pioneros, el japonés Hiroshi Kawano, anunció que regalaba su archivo completo al Deutsches Zentrum für Medienkunst, el Centro Alemán para Arte Mediático, el instituto reaccionó con entusiasmo. “Es increíblemente importante para la historia del arte computarizado temprano”, dice Margit Rosen, la directora del centro. Más conocido por sus siglas ZKM, el instituto con sede en Karsruhe ha tomado ya posesión simbólica del archivo.

Tesoro artístico

Hiroshi Kawano, nacido en 1925, guardaba todo el material necesario para su arte informático en su pequeño departamento en las afueras de Tokyo; todo rigurosamente ordenado y clasificado. “Cuando visité a Kawano el año pasado en Japón, me mostró su oficina y su salón atiborrado de libros, revistas, programas, cintan, todo tipo de documentaciones. Aparte de todo eso, sólo había sitio para una estera de paja, en el pasillo”, cuenta Rosen.

El archivo incluye más de 80 obras de Kawano, así como los programas con los que fueron creados. Impresos, libros de texto y manuales de lenguajes informáticos se suman a una asombrosa cantidad de correspondencia con otros pioneros de todo el mundo. “Es como si hubiésemos recibido la obra completa de un pintor incluyendo sus pinturas, pinceles y todo el papel utilizado”, agrega.

Matemáticas + filosofía = Arte

A comienzos de la década de los 1960, Hiroshi Kawano era docente de filosofía en Tokio cuando descubrió los escritos del filósofo alemán Max Bense. Éste propagaba, entre otras, la idea de una belleza cuantificable según leyes científicas. Al mismo tiempo, Kawano escuchó hablar de científicos que utilizaban la computadora para componer música. Entonces, se dispuso a probar si era posible producir belleza con un ordenador.

“Yo no era docente de ciencias naturales, sino profesor de filosofía. Pero quería combinar ambos enfoques”, contó Kawano en el marco de un acto en su honor por el legado a ZKM. “La puesta en práctica de mis ideas resultó difícil”, añadió.

A diferencia de los ordenadores actuales, las computadoras de aquel entonces sólo estaban a disposición de institutos de investigación o de grandes compañías; el acceso a ellas era restringido. Para poder utilizarlas había que dominar complicados lenguajes de computación que luego había que perforar en innumerables tarjetas. En busca de ayuda, Kawano se dirigió al centro de cómputo de su universidad. “Usted es el primero en querer hacer algo así, me dijeron”, recuerda el artista. “Mi idea de querer utilizar el ordenador para hacer arte era tan innovadora que estuvieron muy dispuestos a ayudarme”, dice Kawano. Su primera obra data de 1964 y se trata de la primera en el mundo.

Hiroshi Kawano, sin título, alrededor de 1964Imagen: ZKM Karlsruhe

Nuevo y único

Aunque sus diseños de los años 1960 parezcan hoy más bien simples, no lo son. Son el resultado de la programación de complejos algoritmos matemáticos. Y aunque Kawano definía los parámetros, en realidad no sabía muy bien lo que luego saldría en la impresora. El artista japonés Yoshiyuki Abe, que ha estudiado intensamente este tipo de arte, ve la fuerza de la obra de Kawano en el hecho de que como filósofo desarrolló un arte nuevo y nuevas teorías. “Muchos filosófos dicen muchas cosas, pero no crean nada”, opina Abe añadiendo: “Kawano es diferente; me parece único”.

Autor: Kate Kairsine/Mirra Banchón
Editor: Enrique López