Pobreza, cambio climático y crisis alimentarias
4 de junio de 2008Mientras los intereses de las naciones prevalezcan sobre el interés del conjunto de la humanidad y del medio ambiente mundial, el crecimiento económico y demográfico mundial se desarrollará de manera incontrolada.
La riqueza de las naciones es un concepto que debiera ser sustituido por la libertad y el bienestar de la bumanidad, además del equilibrio medioambiental mundial.
Las diferencias entre los países ricos del norte y los países pobres del sur se han ido acrecentando de forma larvada en las últimas décadas, al incidir varios factores al mismo tiempo. Por ejemplo, la expoliación de las materias primas de los países pobres, el intercambio desigual de mercancías, la corrupción de las clases políticas dirigentes de los países subdesarrollados.
Por otra parte, el inusitado crecimiento demográfico y urbano de estos países está provocando grandes problemas de asentamientos humanos. En el centro de este creciente abismo que se abre entre estos dos mundos surge de nuevo con fuerza en los años setenta el debate sobre los límites del crecimiento económico y demográfico a través de instituciones como el Club de Roma, la conferencia de Estocolmo, los movimientos ecologistas.
Las posibles consecuencias desastrosas del desarrollo económico como el efecto invernadero, con su incidencia en un cambio climático, produce un estado de alarma que obliga a recapitular seriamente sobre los límites del crecimiento. Si en los actuales niveles de desarrollo económico los indicadores de alarma medioambiental se están comenzando a disparar, cuando los cotas de riqueza a alcanzar que se proponen como modelo ideal de desarrollo para los países pobres, son en la actualidad patrimonio solamente de un 23% de la población mundial, es difícil imaginar unos niveles de desarrollo en todo el mundo con los niveles de Estados Unidos, cuando en la actualidad existe ya la alarma ecológica en cuanto al destino de la Tierra.
Si se generalizara el consumo de energía en unos niveles de consumo por persona equivalentes a los de Estados Unidos en 1976 y con una población mundial de 11.000 millones de personas, el gas natural se agotaría en 20 años, el petróleo en 7 años y el carbón en 200 años. Ello supondría unos niveles de emisión de gases de efecto invernadero que resultarían catastróficos para el planeta. Esta breve exposición de datos refleja de alguna manera la quiebra del modelo de desarrollo que los países ricos están aplicando y que están exportando a los países denominados en vías de desarrollo. La contradicción en la que se sume el capitalismo se asemeja a un gigantesco dragón que tiene que estar permanentemente consumiendo para sobrevivir. La dinámica de la oferta y la demanda sólo atiende las necesidades de aquellos que pueden pagar por su satisfacción, de tal manera que estamos asistiendo a un inusitado crecimiento del consumo de automóviles mientras otros no pueden pagar los alimentos necesarios para su supervivencia. La ley de la oferta y la demanda capitalista no tiene nada que ver con la demanda de las necesidades reales de la humanidad, por ello la tendencia creciente es a aumentar los niveles de consumo en los países ricos y la miseria en los países pobres. Los riesgos ecológicos planetarios pueden ser utilizados por los políticos de los países ricos como un chantaje para que los países pobres acepten con resignación su destino de miseria, ante la imposibilidad de un crecimiento ilimitado, mientras los ricos nadan en la opulencia.
En realidad lo que ha fracasado ha sido un modelo de desarrollo económico basado en el despilfarro de unos pocos. Pero esta aseveración pone en entredicho el propio sistema capitalista que se muestra incapaz de reorientar su modelo de crecimiento hacia la solución de los problemas del tercer mundo, siendo preso de su alocado desarrollismo basado en una sociedad de consumo para los más ricos. Los planteamientos ecológicos difícilmente van a poder ser globales sino cuestionan como aspecto fundamental el modelo de desarrollo actual. La caridad de los más ricos para con los pobres y las injustas acusaciones a estos de ser responsables de su propia pobreza no pueden ocultar ya una realidad de creciente deterioro medioambiental y la responsabilidad de un capitalismo desaforado. Los primeros en darse cuenta de ello fueron ya algunos países pobres. Las declaraciones en 1992 de Maumoon Abdul Gayoom de las Maldivas en la conferencia de Río “Mi país puede desaparecer de la faz de La Tierra el próximo siglo al igual que otros estados insulares”, o las de Guy Willy Razanamasky de Madagascar “La mancha de sangre que los astronautas dicen ver en el Azul océano es mi país erosionado”, son afirmaciones por si mismas elocuentes. Los desheredados de la tierra, no solo se enfrentan a una situación de pobreza sino que su propio desarrollo económico al modo occidental está en entredicho. De nuevo, en palabras de Walter Benjamín, la esperanza de un mundo diferente solo nos puede ser dada de gracias a aquellos sin esperanza. Artículo publicado en 1992, a propósito de la Conferencia de Rio Janeiro sobre Medio Ambiente.
Desde entonces las preguntas para un desarrollo económico mundial equitativo siguen siendo las mismas, sin que ninguna de las alternativas propuestas por las grandes potencias e instituciones internacionales hayan mejorado la situación. La inercia del funcionamiento de la economía mundial es la que marca el ritmo de los acontecimientos, tal vez, hacía una catástrofe humanitaria y medio ambiental?; o tal vez, hacia un cambio radical que propicie un cambio profundo positivo que devuelva a la humanidad la esperanza de un mundo donde desaparezca la pobreza, las agresiones a los derechos humanos y el equilibrio entre desarrollo económico y medio ambiente.
Javier Colomo Ugarte, España
Estoy totalmente de acuerdo con el experto Frank Garbers sobretodo en lo relacionado a los pequeños productores, a ellos más que a los grandes hacendados pues éstos tienen grandes maquinarias que se bienen a comer a los pequeños que viven en su pequeña finca, con lo que producen tienen para vivir y para vender en los pueblos o ciudades. Además viven una vida sana y no se vienen a las grandes ciudades creyendo que van a coger el cielo con una mano, hay que motivarlos a quedarsen en el campo y que les enseñen a sus hijos las labores que ellos (los campesinos) saben. Un campesino es lo que yo más admiro. Asi no tengan celulares, computadoras, televisores, etc., etc.
Luz Marina, Colombia
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