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"Por favor, recen": religiosas ayudan a Bolivia

Andrea Grunau
26 de junio de 2020

La misión de las dominicas de Arenberg es atender a enfermos, niños y ancianos. Las hermanas luchan ahora por paliar las necesidades de los bolivianos surgidas durante la pandemia.

La hermana Christa (90) sigue a diario cómo la hermana Rosa y el resto de las monjas de la congregación prestan ayuda en Bolivia.
La hermana Christa (90) sigue a diario cómo la hermana Rosa y el resto de las monjas de la congregación prestan ayuda en Bolivia. Imagen: Arenberger Dominikanerinnen

"Acaba de escribir la hermana Rosa María: esta mañana han muerto seis personas en el barrio Julio Leigue. Hay muchas otras graves. No encuentran médicos ni enfermeras, aunque están buscándolos. ¡Es horrible!". Quien así habla es la hermana Christa, de 90 años, que vive en la casa madre de las dominicas de Arenberg, en Coblenza. Sor Christa ha vivido casi 30 años en Bolivia, conoce allí a mucha gente, personas con las que mantiene contacto y por quienes sufre, todo un puente vivo entre Alemania y Bolivia. Desde que fueron impuestas restricciones debido a la pandemia, muchas personas pasan hambre en la ciudad boliviana de Santa Cruz por haber perdido sus empleos.

La hermana Rosa María, la priora regional boliviana, de 51 años, vuelve a escribir otro mensaje desde Santa Cruz: "Casi toda la ciudad está inundada. Los tejados de muchas casas se han hundido. Todavía no sé cómo voy a hacerlo, pero me gustaría llevar por lo menos algo de comer, medicamentos y mantas. Por favor, recen."

Más muertos en un barrio de Santa Cruz que en toda Alemania

Durante la crisis del coronavirus, la hermana Christa ha mantenido intenso contacto con Bolivia por teléfono, correo electrónico y programas de mensajería instantánea. El mismo día en el que el Instituto Robert Koch notificaba cuatro víctimas del COVID-19 en toda Alemania, la hermana Rosa María anunciaba seis muertos por la enfermedad solo en el barrio de Santa Cruz, en el que las hermanas tienen una escuela para más de 2.000 niños. La propia hermana Christa ha sufrido en su propia familia el fallecimiento de una prima, que murió en una residencia de ancianos tras el brote de coronavirus en la ciudad renana de Heinsberg.

Más de 90 dominicas de Arenberg viven en Alemania, donde se fundó la orden católica en 1868. Su misión es cuidar de enfermos, niños y ancianos. En 1963 enviaron a cinco hermanas a Bolivia, porque eran necesarias voluntarias. Actualmente, 20 hermanas bolivianas gestionan escuelas, jardines de infantes, un hospital, una en Santa Cruz, Cochabamba, Comarapa y Saipina, con ayuda financiera de Alemania, una clínica con dentista y un albergue para ancianos.

Varias hermanas preparan bolsas con alimentos para repartirlas entre familias que pasan hambre. Imagen: Arenberger Dominikanerinnen

Contra el hambre, ollas comunes en Bolivia

En los barrios de Santa Cruz hace falta más higiene, más comida y que la gente guarde distancia. Hay familias enteras que viven en una sola habitación y sin instalaciones sanitarias. En marzo, todavía había más gente sufriendo por el virus del dengue que por la pandemia. Cuando el coronavirus se expandió por Bolivia, muchas personas perdieron sus ingresos debido a las restricciones. Según Naciones Unidas, la pandemia pone en riesgo de sufrir hambre a 14 millones de personas y Bolivia es uno de los países más afectados.

La hermana Rosa María escribe que las anunciadas ayudas estatales no se hicieron efectivas, y que hay muchos obstáculos a la hora de solicitarlas. Ella, junto con sus ayudantes, organiza en diez barrios las conocidas como "ollas comunes", en las que cocina comida en enormes recipientes, cuyo contenido después se reparte.

Las restricciones de salida hacen que ir a comprar sea difícil: 150 pollos, grandes cantidades de arroz, aceite, huevos, pasta, verdura y azúcar para que también las familias más pobres puedan disfrutar de una comida caliente. Con todo ello dan de comer a hasta 7.000 personas.

Conmoción por la muerte de una muchacha

Escolástica, priora general de todas las dominicanas de Arenberg, escribió a finales de abril en un blog: "Lo que a mi comunidad le duele profundamente y a mí me hace llorar es una noticia de Bolivia: la hermana Rosa María informa de que una muchacha de 12 años se ha quitado la vida porque veía a sus hermanos pequeños pasar hambre. Con su muerte, la joven quiso aliviar la carga a su familia".

En Santa Cruz, el coronavirus se extiende cada vez más. "La maestra cuya familia cocina para otras 300 familias ha dado positivo en la prueba, su hijo está en coma. Allí ya no se cocina más y la misma noticia llega desde otro barrio. He oído hablar de una joven enfermera, que de vez en cuando se ocupaba de la gente del barrio. Se infectó y murió, era madre soltera con dos hijos pequeños", informa la hermana Rosa María.

La hermana Rosa María y sus ayudantes cocinan para personas necesitadas en barrios de Santa Cruz.Imagen: Arenberger Dominikanerinnen

Hospitales colapsados

A la pregunta de qué sucede con los muertos, la religiosa dice que se avisa a la Policía para que, sin ataúd, los recoja. A veces las familias deben esperar días para que eso suceda y después no saben a dónde fueron a parar los restos de sus allegados fallecidos, tal vez a una fosa común.

Bolivia tiene 11 millones de habitantes. Las cifras oficiales indican que las infecciones por coronavirus aumentan diariamente en más de 900 casos. Médicos y científicos denuncian que hacen faltan cuidados de medicina intensiva, medicamentos, pruebas y equipos de protección. La hermana Rosa María dice que muchos hospitales están colapsados, que nadie responde al teléfono y que los enfermos esperan ante sus puertas. Ha habido casos de gente fallecida en la calle, delante de las clínicas. Quien se acerca a los enfermos y los hambrientos, como la hermana Rosa María, se pone en peligro, pero ella argumenta : "Cómo no voy a arriesgar mi vida. La gente de los barrios que se expone al peligro cocinando tampoco se cuida".

Impotencia y oración

"Siento Bolivia más cercana que nunca. La situación es tan dolorosa", dice la priora general, Escolástica: "Podemos prestar ayuda económica, podemos rezar, pero falta el contacto directo con la gente, el apoyo concreto con dos manos y un corazón. Me siento impotente". En julio tenía planeado viajar a Bolivia, pero es imposible hacerlo. "La crisis empuja a la gente hacia la pobreza y ahora, además, las inundaciones".

La hermana Rosa María también se siente impotente porque no puede ir a las zonas inundadas. Pero la hermana Christa relata que han encontrado finalmente una solución: un vehículo pesado de una empresa de construcción lleva medicamentos, comida, mantas y ropa seca a esos barrios alejados, donde hace frío y todo está mojado. Mucha gente tiene catarro y algunos problemas pulmonares, quién sabe si se trata de COVID-19.

(cp)

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