¿Llegó a la casa después de haber bebido más de la cuenta y se lanzó con entusiasmo sobre la pizza fría o las papas fritas? Un estudio demuestra que el alcohol hace creer al cerebro que el cuerpo se muere de hambre…
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Después de una extensa velada con alcohol, el estómago ruge y ansía la comida más grasa posible. Ello puede deberse a que el alcohol activa células cerebrales que provocan la sensación de hambre. Así lo aseguran investigadores del Instituto Francis Crick, de Londres. En experimentos con ratones, identificaron células cerebrales que se ponen en marcha cuando entran en contacto con el alcohol. Son las mismas que se activan cuando el cuerpo tiene hambre: nos hacen saber cuándo es hora de que tomar alimento para darnos energía. "Nuestros datos nos permiten suponer que el alcohol comunica señales básicas de apetito”, escriben Sarah Cains y miembros de su equipo en la revista Nature Communications.
Ratones hambrientos
Los investigadores simularon para su experimento con ratones en el laboratorio un fin de semana regado con alcohol, tal y como lo denominan en su estudio. Durante tres días, inyectaron a los animales una mezcla de agua y etanol, el alcohol de las bebidas. La cantidad de alcohol por día se correspondía con lo que una persona ingiere cuando bebe una botella y media de vino. A los ratones les entró mucha hambre: comieron entre un 10 y un 25 por ciento más de lo habitual.
Cains y sus colegas inocularon alcohol a fragmentos de tejido cerebral de los ratones en la cubeta y comprobraron que determinadas células se activaban. Cuando bloquearon con químicos precisamente estas células en ratones vivos, observaron un comportamiento distinto en los animales: durante el fin de semana de alcohol, no comieron más de lo habitual. Estos científicos suponen que los mecanismos subyacentes en el cerebro de los ratones existen también en el cerebro humano.
El efecto aperitivo
"Se sabe desde hace tiempo que el alcohol influye en nuestro comportamiento ante la comida”, dice a DW Jens Reimer, director del Centro para la Investigación interdisciplinar de la Adicción de la Universidad de Hamburgo. Así es como surgieron los aperitivos, bebidas alcohólicas que estimulan el apetito y abren el estómago antes de una comida opulenta.
Los estudios han demostrado que las personas ingieren más calorías tras el consumo excesivo de alcohol. Después de tres vasos de vino consumimos en las 24 horas siguientes 6.300 calorías adicionales, según refleja una encuesta del instituto de investigaciones de mercado YouGov, encargada por la organización Slimming World.
Durante mucho tiempo, fue un misterio el mecanismo neuronal responsable de ello. Algunos investigadores suponían que las grandes cantidades de alcohol conducían a la pérdida del autocontrol, de tal manera que se perdían los límites respecto al consumo de comida. "Este estudio identifica por primera vez en el cerebro una determinada región neuronal que rige este comportamiento”, dice Reimer.
El alcohol tiene muchas calorías
El hecho de que el hecho de consumir alcohol provoque hambre siempre maravilló a los investigadores. El alcohol ya es, de por sí, muy energético: un gramo de etanol puro contiene 7.1 kilocalorías. Solo la grasa, con 9 Kilocalorías por gramo, lo supera. Cuando el cuerpo consume algo rico en calorías, el cuerpo lo registra y manda señales para que desaparezca la sensación de hambre. Con el alcohol sucede precisamente lo contrario: nos entra más hambre.
Si se quiere adelgazar o mantener el peso, el alcohol es doblemente malo: no solo tiene muchas calorías, sino que además provoca hambre. Según Jens Reimer, el experto en Adicciones, esto resulta especialmente peligroso cuando alguien se alimenta mal y bebe alcohol, que lo conduce a consumir más productos grasos poco saludables. "Quien tenga este patrón de comportamiento, tendrá rápidamente sobrepeso”. Como consecuencia de ello, aumenta el riesgo de cáncer, diabetes, ataques cerebrales y muchas otras enfermedades”.
Quien vaya a pasar una velada con mucho alcohol, debe comer bien antes del inicio. Eso evita emborracharse rápidamente y que se dispare el hambre por comer cosas poco sanas. Lo más saludable, naturalmente, es no beber nada de alcohol.
Diez verdades irrefutables de la cerveza en Alemania
El verano es una invitación a beber cerveza. El invierno también. Los alemanes saben de ese fanatismo, y por eso acá les contamos algunos datos sobre este vital elemento.
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Una ley de pureza que ya no rige
En Alemania hay reglas para todo, también para la elaboración de la cerveza. La ley de pureza, que tiene 500 años de antigüedad, determina que la verdadera cerveza contiene solamente agua, lúpulo, malta y levadura. Contrariamente a la creencia popular, esa norma ya no rige más, pues la Unión Europea la canceló en 1987. Sin embargo, muchas cervecerías la respetan al pie de la letra.
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Nuevas cervezas están de moda
Aunque la ley de pureza cervecera no rige hace bastantes años, recién ahora pequeños productores se han atrevido con versiones alternativas del espumoso brebaje. Uno de los epicentros de esta tendencia es Berlín, donde muchos de los nuevos cerveceros son extranjeros. Mixology.eu eligió a estas birras entre sus favoritas: Schoppe Bräu, Heidenpeters, Ale Mania, BrauKunstKeller, Crew Republic.
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Los alemanes no son los más bebedores
Alemania produce un tercio de las cervezas de todo el mundo y cuenta con 1.500 cervecerías, pero la medalla de oro en el consumo se la lleva otro país. Los alemanes beben, al año y por persona, cerca de 110 litros (lo que corresponde a entre 300 y 320 cervezas), mientras que los checos sacían su sed con unos 140-150 litros anuales per cápita. No en vano la cerveza Pilsener nació ahí.
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¿Qué significa "una cerveza, por favor"?
En cada región la frase "una cerveza, por favor" se entiende de formas diferentes. En caso de duda, los camareros simplemente llevan a la mesa la cerveza local. En Múnich el bebedor recibirá cerveza de trigo, en Colonia la local Kölsch y en Hamburgo seguro se estacionará ante sus ojos una Astra. Si usted pide en Colonia una Altbier (proveniente de Düsseldorf), seguro se mete en problemas.
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El vaso adecuado
Para cada tipo de cerveza hay un vaso específico. La Kölsch, por ejemplo, se sirve en vasos largos de 0,2 litros, mientras que la Weizenbier se presenta en vasos más grandes, de medio litro o en el tradicional jarro cervecero. Un vaso de Pilsen es como una copa de vino, pero con barriga.
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Cuidado con el porcentaje
La mayoría de las cervezas alemanas tiene un 5 por ciento de alcohol. Pero cuidado en Baviera: ahí las cervezas tienen hasta un 6 por ciento. Y beber un litro de eso puede tener consecuencias. Por cierto, un clásico desayuno bávaro incluye, sí o sí, una cerveza rubia. Así que ni modo: ¡Prost!
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Una tras otra
La existencia de una ley de pureza cervecera puede hacer pensar que hay puristas del jugo de cebada. Pero incluso los bebedores más exigentes mezclan sus cervezas con otros bebestibles. Estas combinaciones tienen diversos nombres. Para cerveza y refresco se usa usualmente "Radler". Para la mezcla con Coca Cola hay varias definiciones, entre ellas la poco apetecible "escoria". Por el color, claro.
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Cervezas de colores
Si bien en Polonia es común mezclar las cervezas con jarabes de distintos sabores, en Alemania eso es poco común. La excepción es, cómo no, Berlín. La cerveza rubia de la capital bien puede combinarse con frambuesa o jarabe de aspérula. Esto se sirve en un vaso bajo redondo y puede tener dos colores: rosa o verde.
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Permitido beber
En muchos países quizás se necesite una bolsa para beberla en la calle, pero en Alemania no: allí está permitido beber alcohol en la vía pública sin ser objeto de miradas reprobatorias. Solamente en el transporte público de ciudades como Berlín o Colonia beber en los trenes está vetado.
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No las bote, por favor
Alemania tiene fama de ser un país respetuoso del medio ambiente y el reciclaje juega un rol fundamental en ello. Por eso, la mayoría de las botellas de cerveza cobran un depósito. En las de plástico es de 25 céntimos y en las de vidrio, 8 céntimos. Así visto, viajar a la tienda con las botellas vacías tiene sentido: el de recuperar el depósito.