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¿Por qué Occidente rechazó el independentismo catalán?

18 de diciembre de 2017

El independentismo catalán vio desinflarse el que tendría que haber sido uno de sus más firmes pilares: el reconocimiento internacional. Hablamos sobre ello con Thomas Gergen, catedrático de derecho internacional.

Belgien Gebäude der Vertretung Kataloniens bei der Europäischen Kommission
Imagen: DW/B. Riegert

¿Hace bien la UE no inmiscuyéndose en las aspiraciones independentistas de Cataluña?

Sí, hace bien. Excepcionalmente, podría hacerlo si el movimiento pancatalanista se impusiera y pretendiera anexionarse parte de territorio español y francés. O Andorra, que es el único país cuya lengua oficial es el catalán, mientras que el francés y el español son allí lenguas vehiculares. En lo referente al territorio propiamente español, habría también un problema si el pancatalanismo pretendiera unificar las comunidades de Cataluña, Baleares y, en última instancia, también Valencia.

El estatuto español de autonomía rige la relación entre las regiones y el Estado central con disposiciones legales que, después de ser negociadas entre ambas partes, deben ser aprobadas y modificadas por las Cortes generales. Pertenecen al llamado "bloque de constitucionalidad” del Estado español y de la correspondiente región. Como el Estado español no aprueba el fin del estado de autonomía de Cataluña y la separación de la región, solo es posible renegociar mayores competencias para ella. Pero ahí vendría el temido problema de que otras regiones "problemáticas” vengan después reclamando más autonomía. El derecho europeo dicta que no debe inmiscuirse en esos asuntos internos.

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Pero la UE sí se mete en los asuntos internos de otros países, por ejemplo en la reforma de la Justicia en Polonia o en la ley de medios húngara. ¿No podría encontrar la UE también la manera de actuar en España?

La UE puede hacerlo cuando se trata de areas políticas que abarcan a todos los miembros, como el control del derecho constitucional para toda Polonia por parte de un único tribunal o la influencia del Gobierno de Orban en el panorama mediático húngaro. Pero aquí lo único que puede hacer la UE es amonestar a los Estados que manifiestamente atentan contra los principios básicos constitucionales. El problema es que existen muchas diferencias en cuestiones constitucionales entre los diferentes países. En el fondo de todo ello subyace el hecho de que ni Polonia ni Hungría tienen una profunda tradición como Estados de derecho. Para las cuestiones autonómicas españolas hay un derecho interno y una hipotética separación de Cataluña no puede darse de forma unilateral, sin la aprobación de Madrid. Eso me parece algo vinculante para el derecho internacional.

A EE.UU. no parece interesarle que haya un conflicto con Cataluña. ¿Cuáles son las razones estadounidenses para situarse tan claramente del lado del Gobierno de Rajoy?

Tanto a Europa como a EE.UU. les interesa una España fuerte, que sirva como una especie de estructura de seguridad, dado que es puente entre África y el resto del continente, con el flujo ininterrumpido de migrantes que desean llegar a Europa y una Grecia débil en cuestiones presupuestarias. Para la estrategia de EE.UU. en Cercano Oriente, es indispensable que haya Gobiernos que funcionen en sus Estados socios en materia de seguridad. Una Cataluña independiente implicaría un nuevo interlocutor para negociar y todo el mundo sabe que, si el plan catalán sale adelante, después vienen otras regiones con aspiraciones similares. Tanto a Europa como a EE.UU. les asusta que se rompa la unidad: los corsos, el sur de Tirol, Escocia… Nadie sabe cuánto van a durar las negociaciones del "brexit", así que los británicos no son ahora un apoyo fuerte para los estadounidenses.                                                       

El profesor Gergen es catedrático de Derecho internacional en el ISEC, Instituto Superior de Economía de la Universidad de Luxemburgo, y autor del libro "Legalidad lingüística en Cataluña" (2000). Imagen: Christian Schu

¿Cómo explica usted la estrategia de Puigdemont de "internacionalizar" el conflicto catalán en Bruselas y después criticar duramente a la Unión Europea? 

A primera vista parecía una buena estrategia para poner la cuestión catalana sobre el escenario europeo y para ganar tiempo a la Justicia española. Pero Puigdemont tendría que haber contado con la obstinación de Rajoy a la hora de aplicar de forma dura e implacable la Constitución y el derecho penal. Ahí es donde el expresidente catalán se ha equivocado, porque esperaba protección y ayuda europeas, algo que no ha obtenido. Como esto era de esperar, sus críticas a la UE han sonado poco profesionales.

¿Cómo valora usted la estrategia de Mariano Rajoy de dejar todo el conflicto en manos de la Justicia?

Rajoy tiene la ley de su parte. Si sigue siendo paciente, es algo que siempre podrá argumentar a su favor, incluso aunque el 21 de diciembre los partidos independentistas logren la mayoría. Si eso sucediera, Cataluña ganaría peso dentro de España, sobre todo porque el PP es muy débil en aquella región. Rajoy podría remitirse entonces al "bloque de constitucionalidad" para acometer las reformas constitucionales necesarias. Pero creo que con Rajoy no habrá reformas sustanciales en lo referente a la relación entre Cataluña y el Estado español. Y la comunidad internacional no presionará a Madrid porque desea preservar la estabilidad europea.

¿Cómo se imagina usted la situación si Puigdemont resultara elegido presidente el próximo 21 de diciembre? 

Si se convirtiera de nuevo en presidente, creo que Puigdemont reclamará más soberanía, pero dentro del Estado español. De esa manera, podría esperar apoyo del exterior para ablandar la estrategia de Rajoy centrada en la Justicia. Creo que, en ese caso, una mediación política entre ambos frentes sería imprescindible.

Autora: María Santacecilia (ERS)

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