Premio póstumo a Ana Politkovskaia
26 de noviembre de 2007En la fundamentación, el jurado destaca el valor, coraje civil e integridad moral de Politkosvkaia. La periodista fue asesinada el 7 de octubre de 2006 en el pasillo de la casa de apartamentos donde vivía en Mosú.
En Rusia, los artículos de la periodista crítica de Putin están considerados hoy nobles, pero extemporáneos e inoportunos. Su familia editó ahora sus últimos textos en un libro. Sólo una librería de Moscú permitió que se exhibira un cartel con la portada del volumen.
No es fácil hallar un libro de Ana Politkovskaia en su país. Muchos más fáciles de adquirir son por ejemplo volúmenes ilustrados sobre tanques y aviones de caza. Quien localice su libro, titulado “Para qué”, no puede extrañarse de hallarlo en la sección de libros políticos al lado de volúmenes como por ejemplo “Rusia bajo Putin”, una de muchas obras que ensalzan al Presidente, publicado por la editorial “Imperio siglo XXI”.
El lado oscuro de Rusia
“Best seller” en Rusia no es hoy el libro de Politkovskaia, del que se imprimieron sólo 11.000 ejemplares (en un país de más de 140 millones de habitantes). Hoy vende la grandeza de Rusia, no su lado oscuro.
Desde el asesinato de Politkovskaia, el 7 de octubre del año pasado, ha pasado más de un año sin que se haya detenido al autor o los autores del crimen. Pero no sólo es un déficit de la Justicia. En Occidente, la periodista está considerada un símbolo del periodismo valiente, en Rusia casi no se la lee.
Lo trágico en la historia de Politkovskaia es que no fue sino su muerte lo que la hizo famosa, pero no querida. La periodista previó la transformación del Gobierno de Putin en un régimen autoritario, que ahoga toda crítica en sus raíces y manipula a la opinión pública. Su muerte es la confirmación de que tenía razón.
Pero su mensaje tuvo y tiene poco eco en el país. Politovskaia continúa siendo importante para la “intelligentsia”, los intelectuales, defensores de los derechos humanos periodistas. Pero de éstos pocos, si alguno, se animan a seguir su ejemplo. Por temor, porque la serie de crímenes políticos es larga. Asesinados fueron por ejemplo también el periodista Yuri Shtshekotshin, el experto en fascismo Nikolai Girenki y el diputado liberal Sergei Jushenkov.
Olvidando el propio pasado
Sólo unas mil personas participaron en un acto en memoria de Politkovskaia en la plaza Pushkin de Moscú, rodeadas de un número doble de policías y cientos de “guardias voluntarios”, para “impedir disturbios”. Paralelamente, unos 10.000 jóvenes admiradores de Putin firmaban en la calle una tarjeta gigantesca de saludo a Putin con motivo de su cumpleaños, con tiempo de emisión garantizado en la televisión.
Politkovskaia apareció sólo en la televisión sólo cuando no era posible impedirlo: como mediadora durante la toma de rehenes en el teatro de musicales en Moscú y cuando la mataron. La periodista no va con la era Putin, en la que el pragmatismo va de la mano del cinismo y el éxito se compra olvidando el propio pasado.
Algunos defensores de los derechos humanos en Rusia ya desarrollaban actividades durante la era soviética. Muchos estuvieron en la cárcel. “Luchan con métodos antiguos contra un poder más refinado que el de la era soviética”, dice el filósofo Mijaíl Ryklin, “pues no recurre necesariamente a medios directamente políticos de opresión, sino que busca un pretexto aparentemente apolítico, como en el caso del propietario de la empresa Yukos y multimillonario Mijaíl Chodorkowski”, desde hace meses en prisión.
Lev Gudkov, director del renombrado centro de sondeos “Levada” de Moscú, dice: “La forma de pensar de muchos rusos puede compararse en parte con la de los campesinos en tiempos de la servidumbre. Miran de abajo arriba, hacia los poderosos, están acostumbrados a la arbitrariedad del poder, esperan del Gobierno asistencia y dejan a los poderosos que hagan lo que quieran. La mayor parte de la población en Rusia piensa aún en categorías soviéticas”. Si así es, el olvido de Ana Politovskaia no puede entonces sorprender.
El Premio Hermanos Scholl lleva su nombre en honor de Hans y Sophie Scholl, miembros de un grupo de estudiantes muniqueses activos en la resistencia contra Hitler durante la dictadura nazi. Detenidos luego de ser vistos repartiendo hojas volantes en la universidad, fueron guillotinados el 22 de febrero de 1943.