Prisión preventiva para mujer que denunció la "trama rusa"
19 de enero de 2019
Nastia Ribka está acusada de inducir a la prostitución, delito que se castiga en Rusia con seis años de cárcel.
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La Justicia rusa ordenó este sábado (19.01.2019) prisión preventiva para la bielorrusa Nastia Ribka (Anastasia Vashukévich), que hace un año pidió asilo político en Estados Unidos a cambio de información sobre la llamada "trama rusa".
Ribka, que está acusada de inducir a la prostitución, delito que se castiga en Rusia con seis años de cárcel, tendrá que permanecer en prisión durante 72 horas, según informó el tribunal encargado del caso.
La bielorrusa, que fue detenida el jueves en el aeropuerto de Sheremétevo, adonde llegó tras ser deportada por las autoridades de Tailandia, negó este mismo sábado su culpabilidad. A su vez, aseguró que no tiene intención de revelar información "comprometedora" sobre el oligarca ruso Oleg Deripaska, actualmente bajo las sanciones de EE. UU., al que relacionó hace un año con la supuesta injerencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses.
"Ya me harté", dijo Ribka, a la que el líder opositor ruso Alexéi Navalni acusó ayer viernes abiertamente en un tuit de dedicarse a la prostitución.
Las autoridades tailandesas acusaron a Ribka de ofrecer servicios sexuales ilegales, motivo por el que estuvo nueve meses encerrada en una cárcel del país asiático junto a varios ciudadanos rusos y bielorrusos.
La bielorrusa viajó a Tailandia en febrero de 2018 después de que Navalni publicara los resultados de una investigación anticorrupción en la que mencionaba la conexión de Deripaska con la llamada "trama rusa" a través de Paul Manafort, exjefe de campaña del presidente de EE. UU., Donald Trump.
El vídeo incluía imágenes de otra grabación, publicada inicialmente en el Instagram de Ribka, que mostraba a Deripaska y a Serguéi Prijodko, viceprimer ministro y exasesor principal del Kremlin en Asuntos Internacionales, navegando por las aguas noruegas en un yate en compañía de la detenida.
Asilo político en EE. UU.
Una vez detenida por las autoridades tailandesas por impartir un "curso sexual", la joven pidió asilo político en EE. UU. y ofreció a los medios de comunicación norteamericanos información sobre la presunta relación de los rusos con Manafort, Trump y todos los escándalos en torno a las elecciones de Estados Unidos".
El diario The New York Times informó en su momento que el Departamento de Justicia y el FBI intentaron, entre 2014 y 2016, que Deripaska fuera informante del Gobierno en un intento por obtener información sobre el crimen organizado en Rusia y luego de la interferencia electoral, aunque este habría declinado la oferta.
EAL (efe)
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Cierres de gobierno en Estados Unidos: una cronología
El Congreso está a cargo de aprobar el presupuesto hace más de 200 años, pero los cierres administrativos por desacuerdos financieros son algo más bien nuevo. Acá revisamos cuántas veces ha ocurrido el famoso "shutdown".
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Vieja historia
Siempre que se acerca la medianoche del 30 de septiembre, empiezan a sonar las alarmas: o se aprueba el presupuesto, o el Gobierno debe cerrar sus operaciones. Originalmente, el Artículo I, Sección 9 de la Constitución de EE. UU. requería que el presupuesto recibiera la aprobación de los parlamentarios. En 1870, el Acta Antideficiencia se enfocó en las agencias que gastaban dinero sin preguntar.
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No hay dinero, no hay pagos, no hay trabajo
A instancias de Jimmy Carter, el fiscal general revisó el Acta Antideficiencia en 1980 para responder la pregunta "Sin presupuesto, ¿deben ir a trabajar los empleados del Gobierno?". Según la opinión legal de Benjamin Civiletti, si no hay dinero, entonces no hay que trabajar. Carter vivió breves "shutdowns", pero la nueva interpretación de la ley convirtió los cierres en una táctica negociadora.
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Ronald Reagan y el primer cierre
El primer cierre de verdad, -más de 240.000 trabajadores sin paga- ocurrió en noviembre de 1981. A comienzos de su mandato, Ronald Reagan se negó a firmar un presupuesto sin un millonario recorte impositivo. El Senado, controlado por los republicanos, y la Cámara, por los demócratas, encontraron una solución al día siguiente. Escenarios similares se vivieron siete veces hasta el fin de su mandato.
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Bill Clinton y el cierre partidista
Hasta 1995, los presupuestos se aprobaron sin grandes problemas. Pero ese año Bill Clinton se enfrentó a Bob Dole en el Senado y Newt Gingrich en la Cámara. El Congreso liderado por los republicanos quería un presupuesto balanceado a siete años, mayores primas de Medicare y retrocesos en las regulaciones ambientales. Pasaron 27 días antes de que hubiera acuerdo. ¿El costo? Mil millones de dólares.
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Un juego parlamentario, un dolor de cabeza
Muchos departamentos, como las Fuerzas Armadas, la seguridad nacional y todos los que son esenciales para la protección de la vida, siguen operando durante los cierres. Pero el Servicio de Impuestos Internos y la Administración de Alimentos y Drogas, por ejemplo, deben cesar sus funciones. Esto redunda en retrasos en las decisiones fiscales y la inspección de alimentos, entre otros problemas.
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Obama y el Congreso controlado por Cruz
Otro cierre grande ocurrió en 2013, bajo la presidencia de Barack Obama. Su programa de salud, conocido como Obamacare, enfrentó una dura oposición. Liderados por el senador Ted Cruz, los republicanos presionaron para que se redujeran las prestaciones a cambio de aumentar el límite de la deuda. El cierre de 18 días perjudicó a unos 850.000 trabajadores y costó al país 24 mil millones de dólares.
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¿Un cierre de varios años?
El último cierre, que comenzó a fines de diciembre, ya se encuentra entre los más largos de la historia. Unos 800.000 empleados federales se encuentran sin salarios. Pese a los problemas, el presidente Donald Trump se ha negado a ceder en su insistencia de recibir financiamiento para su muro con México. De hecho, el mandatario ha dicho estar preparado para que esta situación dure varios años.
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El costo del juego político
Los costos de los cierres no han frenado la tendencia. Washington pierde millones de dólares, no solo en ingresos, sino también en pagos, pese a que los empleados deben quedarse en casa. El tiempo, trabajo y dinero perdidos son consecuencia de los "shutdown". Según datos de la agencia Standard and Poor's, el actual cierre le costará a EE. UU. aproximadamente 6.000 millones de dólares a la semana.
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¿Contribuyen los cierres a la desconfianza?
Pero los mayores perdedores no son la economía ni los partidos, que hacen las concesiones. Podría decirse que el principal derrotado es el Gobierno. Según una encuesta Gallup, realizada tras el cierre de 2013, la insatisfacción de la ciudadanía con el Gobierno en general llegó al 33 por ciento. El récord anterior había sido del 26 por ciento, y databa de los años del escándalo Watergate.