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Expropiando en Internet

23 de abril de 2010

En el Día Internacional del Libro, la UNESCO alza la voz para defender los derechos de autor de los escritores; pero, en la era de Internet, el de la propiedad intelectual es un tema que trasciende el ámbito literario.

La UNESCO celebra el Día Internacional del Libro desde 1995.Imagen: picture-alliance / OKAPIA KG

Qué ironía que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) haya decretado el 23 de abril como Día Internacional del Libro en 1995; ése fue el año en que el acceso a las computadoras personales y a Internet –descrito muchas veces como el emisario de la muerte de los medios impresos– comenzó a ampliarse de manera acelerada en el mundo.

Reservando ese día para promover la importancia de la lectura, la UNESCO también procuraba crear consciencia a largo plazo acerca de la necesidad de proteger los derechos de quienes escriben los libros; unos derechos cada vez más indefensos porque Internet –que de ser un medio alternativo ha terminado opacando a los que lo precedieron– facilita a sus usuarios la reproducción de alta fidelidad de contenidos y obras, y dificulta la protección de la propiedad intelectual de sus autores.

Un debate, mil y una perspectivas

La copia de obras literarias es un viejo problema que se ha agudizado con el auge de Internet.Imagen: picture alliance/dpa

Pero el estatus de los derechos de autor en la era de Internet no preocupa únicamente a los escritores; son muchos los creadores y consumidores involucrados en la discusión: unos demonizan a Internet como una tierra sin ley, otros lo glorifican como una herramienta para democratizar realmente el acceso a la educación, la ciencia y la cultura, todo aquello que la UNESCO exalta. Y estas perspectivas contrastantes influyen sobre las posturas tomadas de cara a la propiedad intelectual en el mundo virtual.

La compra y venta de obras literarias y musicales copiadas ya constituía un problema para los legisladores en todo el mundo mucho antes de que estuvieran en capacidad de decretar reformas que blindaran las leyes para amparar efectivamente a los autores. Después se masificó el acceso a las bolsas de intercambio de archivos mp3, un fenómeno que, aún hoy, tras el ocaso de Napster y la célebre sentencia de una corte sueca en contra de los operadores de Pirate Bay, atormenta a los celadores de la propiedad intelectual con la pregunta: “¿Acaso se puede proteger aquello que ha sido lanzado a la red?”

Valiosas propiedades intangibles

Según Spielkamp, fundador de iRights.info, controlar la distribución de obras copiadas en Internet es una ilusión.Imagen: GMF

“Es ilusorio pensar que se puede controlar la capacidad de los usuarios de Internet de copiar contenidos digitalmente y encaminarlos por un sendero elegido democráticamente. Cómo lograrán los autores sacar provecho al hecho de que sus obras están siendo utilizadas en Internet; esa es una cuestión que todavía está por determinarse”, dice Mathias Spielkamp, de iRights.info, el sitio web que se ha trazado como meta informar de manera exhaustiva sobre el tema de la propiedad intelectual en Internet.

Spielkamp insiste en que la discusión en torno a este tema es, de por sí, un aspecto positivo de la crisis de los derechos de autor. Y la suya parece ser la mejor actitud que se puede asumir frente a esta situación, porque el asunto promete generar dilemas mayores con el paso del tiempo. De momento, el debate está acaparado por los acólitos y opositores de Google: desde 2005, la empresa detrás del motor de búsqueda más grande de Internet trabaja en la creación de la biblioteca virtual más extensa.

Respondiendo a los cambios

Google quiere copiar los contenidos de una gran cantidad de libros para luego publicarlos en Internet… ¡gratis! Las editoriales fueron las primeras en reaccionar, temiendo que la operación de Google colocara al gigante de Internet en una posición de ventaja insuperable en el mercado de los textos electrónicos que apenas se está gestando y del que también los escritores esperan sacar provecho algún día. Al menos los escritores que viven. Después de todo, si Google consumara su proyecto, terminaría publicando online libros que vieron la luz hace siglos; bienes comunes financiados con recursos de los que Google se estaría beneficiando sin poner un centavo de su bolsillo.

Los argumentos y contraargumentos en esta materia le han restado transparencia a la discusión y pocos saben a ciencia cierta a qué acuerdos han llegado las partes interesadas o si esos acuerdos obedecen a criterios más mercantiles que culturales. Lo bueno es que, en el ínterin, la opinión pública se ha inmiscuido más en el debate; en el seno del partido de los Verdes, por ejemplo, surgió la iniciativa de una Kultur-Flatrate, una “tarifa plana cultural” de pago obligatorio impuesta por ley.

¿Asunto de Estado?

Las editoriales fueron las primeras en reaccionar negativamente cuando Google dio a conocer sus planes de copiar libros para publicarlos en Internet sin cobrar un céntimo a sus lectores.Imagen: dpa

Detrás de esta idea se esconde la noción de que todo aquel con acceso a Internet a través de una conexión de banda ancha podría pagar una tarifa preestablecida por su consumo de bienes culturales, así como paga hoy –aunque muchos lo hagan a regañadientes– por su acceso a la programación de radio y televisión. Sin embargo, los análisis económicos que podrían respaldar la aplicabilidad de este concepto no se han llevado a cabo todavía; la incógnita más importante es: cuánto costará exactamente esta “tarifa plana cultural”.

Por otro lado, esta propuesta deja en el aire la impresión de que muchos se han resignado a ver la copia y el intercambio de material digitalizado como un fenómeno inexorable. En Francia y Gran Bretaña se concibieron mecanismos para bloquear el acceso hacia ciertos contenidos protegidos por los derechos de autor, pero, en Alemania, medidas semejantes tienden a ser percibidas como abusivas por limitar demasiado los derechos civiles.

Acceso libre y progreso

Y no son pocos los que celebran el acceso libre e ilimitado a la información disponible en Internet, alegando que eso aumenta la productividad cultural y acelera el ritmo del progreso. Uno de los problemas que quedan por solucionar si termina imperando esta visión es cómo se ganarán la vida quienes deban dedicar largos períodos de tiempo a la creación y a la concepción de las semillas con las que otros cultivan cuando éstas son lanzadas al espacio virtual.

Autor: Günther Birkenstock / Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina Valencia

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