Durante la visita del presidente ruso, Vladimir Putin, a la canciller alemana, Angela Merkel, se tratarán los conflictos de Siria y Ucrania, pero también el gasoducto a través del Báltico.
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Por segunda vez en tres meses, la canciller alemana, Angela Merkel, se reunirá con el presidente ruso, Vladimir Putin, para conversar sobre los conflictos de Siria y el este de Ucrania. Según el portavoz del Gobierno, Steffen Seifert, otro de los temas de la reunión del Palacio de Meseberg, cerca de Berlín, será la disputa sobre el gasoducto operado por Nord Stream a través del mar Báltico.
Reservas sustanciales
Nord Stream AG es una empresa subsidiaria del grupo Gazprom. Aparte del gigante energético ruso, también hay otras empresas que participan del proyecto, como las alemanas Wintershall y Eon Ruhrgas, con el 15,5 % respectivamente, y la holandesa Gasuine y la francesa Engie (Francia), con un 9%. Este conglomerado de empresas ya cuenta con una primera línea instalada, pero ahora aspira a a construir un segundo gasoducto desde Rusia hasta Alemania a través del Báltico.
Sin embargo, Ucrania plantea algunas reservas acerca de este nuevo gasoducto de 1200 kilómetros. Estados Unidos, Polonia y los países bálticos también critican el proyecto porque afirman que supondrá una excesiva dependencia del gas ruso por parte de la Union Europea. El presidente estadounidense, Donald Trump, se opone por principio a este acuerdo germano-ruso, porque también quiere vender gas a Europa. Y, por último, Ucrania teme por los ingresos que le genera el tránsito del gas desde Rusia hacia Europa.
En este contexto, Merkel pidió a Putin que la línea de Ucrania continúe abasteciendo a Occidente incluso tras la puesta en marcha del gasoducto del Báltico, escribía el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ). Para el Gobierno de Kiev, sería una garantía para unos ingresos en torno a los 3.000 millones de dólares al año. Bajo la moderación de Alemania y la UE, hace poco se convocaron en Berlín las primeras conversaciones entre Rusia y Ucrania sobre el nuevo contrato de tránsito de gas, que entraría en vigor en 2019 y sustituiría al actual.
Algo pasa en Dinamarca
Entretanto, los planes para el gasoducto Nord Stream 2 continúan y, mientras en la costa alemana se instalan los primeros tubos, por otra parte el consorcio ya solicitó la modificación de la ruta exigida por los ciudadanos de Dinamarca. El trazo del gasoducto podría modificarse a través de la isla de Bornholm, dijo el consorcio en Suiza. Aunque el nuevo trayecto siga atravesando la zona de influencia danesa, no pasaría por las aguas territoriales de este país, el único que todavía no ha aprobado el trazado. De hecho, el parlamento aprobó una nueva base legal al respecto que le permite prohibir el tránsito del gasoducto por territorio danés, alegando razones de política exterior, defensa y seguridad. Anteriormente, solo se podían referir a cuestiones medioambientales y seguridad.
Según el FAZ, la compañía podría soportar una prolongación de trayecto en un proyecto de 1.200 km y con un presupuesto de casi 10.000 millones de euros. La nueva ruta por el noreste de Borholm sería unos 39 km más larga al evitar las aguas territoriales danesas y, por tanto, la posible aplicación de la nueva ley. Y pese a los esperados controles más exhaustivos, el consorcio espera que la primera vía esté terminada a finales de 2019 como se había planeado. Los barcos instaladores están a la espera y la capacidad del gasoducto del Báltico podría doblarse hasta llegar a los 110.000 millones de metros cúbicos de gas anualmente.
Autor: Klaus Ulrich (JAG/ER)
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32 años después: los últimos habitantes de Chernóbil
Después de más 30 años del desastre nuclear de Chernóbil, 30 kilómetros a su alrededor están considerados como "inhabitables". Algunos regresaron a sus pueblos. La fotógrafa Alina Rudya nos muestra cómo viven.
Imagen: DW/A. Rudya
El optimismo contagioso de Baba Gania
Baba Gania (izqda.) tiene 86 años. Ella sobrevivió, pero su esposo murió hace una década. Durante 25 años ha estado cuidando de su hermana Sonya (drcha.), discapacitada mental. "No le tengo miedo a la radioactividad. Hiervo los champiñones hasta que la radioactividad haya desaparecido", dice con orgullo. La fotógrafa Alina Rudya opina que Baba "es la persona más cariñosa y amable" que conoce.
Imagen: DW/A. Rudya
Casas abandonadas con rapidez
Gania y su hermana viven en Kupuvate, un pueblo en una zona de exclusión a 30 kilómetros de la planta nuclear de Chernóbil. Tras el accidente en abril de 1986, cientos de miles de residentes en el área fueron evacuados rápidamente. La mayoría de las casas de Kupuvate están abandonadas. Gania está usando una casa de la vecindad para guardar el ataúd de su hermana y el suyo.
Imagen: DW/A. Rudya
La muerte regresa
"El cementerio de Kupuvate se parece a cualquier otro cementerio de los pueblos en Ucrania", informa la fotógrafa Alina Rudya. "Mucha gente que fue enterrada aquí fue evacuada y pasó su vida fuera de la zona radioactiva, pero regresa después de su muerte".
Imagen: DW/A. Rudya
El último deseo de Baba Marusia
Los que regresan buscan los restos de su familia, como Baba Marusia, quien llegó para limpiar la tumba de su madre. Vive en Kyiv con su hija y comparte un apartamento de una habitación con su yerno y dos nietos. "Estoy feliz de haberme quedado. Es mi patria. Es aquí donde quiero ser enterrada" y añade: "Pero cerca de mi madre y no de mi esposo".
Imagen: DW/A. Rudya
Los que regresaron para quedarse
Galyna Ivanivna es otra de las pocas habitantes de la zona, conocidas como "samosely", colonos, en ucraniano. "Mi vida pasó en un abrir y cerrar de ojos. Tengo 82 años y es como si nunca hubiera vivido. Cuando era más joven, quería viajar por el mundo. Recuerdo soñando con tener un billete gratis para todo el mundo. Pero nunca pude ir más lejos de Kyiv".
Imagen: DW/A. Rudya
La vida en un mundo pequeño
Ivan Ivanovych y su mujer decidieron, como otros pocos, en los años 80 regresar a la zona nuclear contaminada. Ivan se ha convertido, de alguna manera, en una estrella entre los turistas que visitan la zona. Su esposa murió hace algunos años, "cada vez que lo visito, me dice que sucedió el año pasado", dice la fotógrafa. Tiene muchas historias que contar, son "historias llenas de fantasía".
Imagen: DW/A. Rudya
Testigos del pasado
La fotógrafa ucraniana Alina Rudya también visitó el pueblo de Opachichi, una semana antes del 32 aniversario del desastre de Chernóbil. Según ella, una señora mayor vive aún ahí, mientras que el resto de los colonos ya ha fallecido. Casas abiertas con viejas fotos, cartas y muebles son los testigos silenciosos del pueblo.
Imagen: DW/A. Rudya
Diciendo adiós lentamente
Marusia está mirando a su esposo Ivan, quien hace poco tuvo un ictus y es demente. "A veces se levanta por la noche y va a buscar su tractor. Trabajó 42 años con uno". Ella es consciente de que está muriendo lentamente: "No quiero ser un estorbo para mis hijos y nietos".
Imagen: DW/A. Rudya
Preparándose para cuando venga la muerte
Antes de que Ivan cayera enfermo, contruyó dos ataúdes porque quería estar preparado para la muerte de su esposa y la suya. Están en una cabaña al lado de su casa. "El de abajo es para mí y el de arriba, para mi viejo marido", explica Marusia.
Imagen: DW/A. Rudya
Los últimos colonos
Solo unas pocas personas viven en la zona de exclusión. La fotógrafa nació cerca de Chernóbil, ha regresado varias veces y planea publicar sus imágenes en un libro. "Visitar los pueblos abandonados es cada vez más triste. Cada vez que vengo, alguien fallece y es que casi la mayoría de los colonos tienen más de 70 años de edad".