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Putin y Erdogan presentan un gasoducto con futuro incierto

Andrey Gurkov
19 de noviembre de 2018

Erdogan y Putin celebraron la finalización de una sección del gasoducto Turkish Stream. Las entregas de gas a la UE a partir de finales de 2019 son muy dudosas, dice Andrey Gurkov.

Putin und Erdogan Eröffnung TurkStream
Imagen: Reuters/M. Sezer

Políticos de muchos países del mundo dominan el arte de presentar en los medios de comunicación la finalización de proyectos de construcción inacabados. Rusia ha tenido mucha experiencia en esto desde los tiempos soviéticos y Turquía no es ajena a este know-how.

Ahora Recep Tayyip Erdogan y su homólogo ruso, Vladimir Putin, han establecido nuevos estándares en este campo. Este lunes (19.11.2018), ambos asistieron a una solemne ceremonia en Estambul dedicada al término del tramo marítimo del Turkish Stream. Un gaseoducto que está programado para entrar en operación a fines de 2019.

Sensación de éxito

Los motivos de ambos políticos para hacer tanto énfasis en las relaciones públicas son obvios: el modelo económico expansivo de Erdogan ha comenzado a tambalearse, la lira turca se ha despreciado bastante y la inflación ha alcanzado un catastrófico 25 por ciento. Por lo tanto, el presidente turco recibe con gusto cualquier éxito de la política económica y exterior.

Esto también se aplica al presidente ruso. Tanto el gasoducto Turkish Stream como el gasoducto del Mar Báltico, Nord Stream 2, tienen como objetivo principal terminar, o al menos reducir de manera decisiva, el tránsito de gas a través de la rebelde Ucrania hasta finales de 2019, cuando expira el actual acuerdo de tránsito con Kiev.

Andrey Gurkov.

El punto de fricción es la segunda línea

De las dos líneas que ahora desembocan en la costa turca, solo una con una capacidad de 15.750 millones de metros cúbicos tiene un cliente fijo: la compañía estatal turca de energía BOTAS, que suministrará gas a la parte occidental y europea de Turquía. Durante muchos años, esta región se ha abastecido a través de Ucrania, Moldavia, Rumania y Bulgaria; ahora, una nueva línea viene directamente de Rusia. Sin riesgos ni tarifas de tránsito.

Desde un punto de vista económico, Turquía es el verdadero ganador de este proyecto, y Erdogan tuvo todas las razones para celebrar en Estambul. Pero no Putin. Debido a que la segunda línea, que debería transportar gas a la UE y que al menos podría mejorar la rentabilidad del gasoducto, amenaza con terminar a fines de 2019 como un callejón sin salida.

La UE tiene el control

Todavía no está claro cómo este gas debe llegar a la UE. A finales de 2014 y comienzos de 2015, Gazprom había exigido que los socios europeos se encargaran de conectar a Grecia con Italia. Pero no ha pasado nada al respecto. En esta situación, la única alternativa que le queda a Gazprom y a Putin es transportar el gas hacia Bulgaria y luego a través de existentes o futuros gaseoductos a Rumania, Hungría, Austria y/o Serbia y los Balcanes Occidentales.

Pero aún no se ha decidido nada. Es cierto que los países del sureste de Europa podrían utilizar el gas ruso y les vendrían bastante bien las tarifas de tránsito. Pero aún se tiene que negociar con Moscú el cómo y cuáles podrían ser las condiciones. La UE tiene claramente el control de la situación.

(EMA/ER)

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