¿Qué cambiaría en Nicaragua con canal y con petróleo?
27 de agosto de 2013Su crecimiento del 5% en 2013 es la prueba de que la economía de Nicaragua atraviesa por un buen momento. Según la CEPAL, esto se debe entre otras cosas a la buena captación de la inversión extranjera directa y a una cartera de megaproyectos interesante.
Entre estos últimos llaman especialmente la atención el proyecto de un Canal que una el Pacífico con el Caribe, con capital chino, y, con empresas estadounidenses, la exploración de petrolera en espacios del mar Caribe recientemente recuperados. Los proyectos abren interrogantes.
¿Podrían representar que el segundo país más pobre de América Latina deje de serlo en un plazo previsible? ¿Incidirán en la integración regional? Por lo pronto, las voces críticas hablan de una cesión de soberanía, de “venta del país”, de efectos negativos en las relaciones con los vecinos y de impactos ambientales irreparables.
Proyectos cuestionados
“Es importante tener en cuenta que el proyecto del Canal ha sido apoyado por el Foro de Sao Paulo, en el que confluye los movimientos de izquierda del 90 y en el que hay muchos trabajadores pobres inmiscuidos”, explica a DW Tomás Pérez Rosa, politólogo especializado en desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid.
Por otro lado, según datos oficiales, “el 51% del canal va a pertenecer al Estado, con lo cual la soberanía nacional, prevista en la Constitución, estaría asegurada. Y eso es lo importante, pues si no guardas soberanía da igual que sea Estados Unidos o China. No obstante, la diferencia está en que China hace negocios y no se conoce que busque la ingerencia política en los Estados donde invierte”, afirma Pérez Rosa.
Según este investigador español, el lema de Nicaragua será “intentar utilizar los recursos con cabeza y que los beneficios de estos sean destinados a un desarrollo social, para legar a lo más próximo de un estado de bienestar. El gran desafío estará en cuidar de que el costo ambiental de esos proyectos no sea tan alto”. Las numerosas críticas a Daniel Ortega provenientes de los “viejos poderes” –Estados Unidos y Europa- se originan a su juicio en el efecto negativo en sus intereses económicos que suponen tanto su posición política como la presencia asiática.
Un viejo proyecto
Por el contrario, según Karen Bähr-Caballero, investigadora del Centro de Investigación Interdisciplinaria Democracia, Instituciones, Subjetividad (CRIDIS) de la Universidad de Lovaina, los nuevos proyectos nicaragüenses no cambiarán el nivel de desarrollo, ni nicaragüense ni centroamericano.
El actual proyecto del Canal nicaragüense no difiere de otros planes similares en la región que se vienen urdiendo desde las primeras revoluciones liberales del siglo XIX, “cuando se comenzó a consolidar el todavía vigente modelo de desarrollo basado en la modernización: cambio de toda la estructura económica, política, social del país para que los países y las sociedades centroamericanas salgan de su retraso y alcancen un estado de desarrollo que los llevaría a ser iguales a las economías desarrolladas y modernas, como Estados Unidos y Europa. Según ese modelo, Centroamérica tiene que dejar de ser Centroamérica para desarrollarse”, afirma Bähr-Caballero.
Los nuevos proyectos de desarrollo no supondrán “una ruptura porque lo que proponen hacer no es muy distinto de lo que se ha venido haciendo en la región, sólo cambian de nacionalidad los inversionistas”. Estos proyectos, explica la experta en desarrollo y género, se llevan a cabo en “en zonas francas en donde no se aplica la legislación nacional y donde rige la voluntad de las empresas”.
La excepción se volvió norma
Las “zonas de empleo y desarrollo económico” se implementaron en el marco de las políticas de ajuste estructural con la idea de relanzar la economía de Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador después del conflicto armado.
Aunque estaban previstas como medida de excepción, “se fueron instalando como un modelo de desarrollo y la tendencia ha sido desvincular aún más el ámbito económico de todos los demás ámbitos del desarrollo, el social, político, cultural, y cada vez más supeditar lo segundo al primero”, puntualiza Bähr-Caballero.
Veinte años después –y a pesar de innegables avances- “los altos índices de pobreza, las violaciones a los derechos humanos, la precariedad del trabajo y la ausencia de políticas públicas coherentes en salud y educación hablan del fracaso humano del modelo”, asevera.
¿Se necesita un canal?
Es más, “la región asiste al debilitamiento cada vez más mayor de los procesos de democratización de la posguerra, lo que explica por qué esta región se ha vuelto la víctima más fácil del narcotráfico internacional que controla regiones enteras”, añade Bähr-Caballero y vaticina que, dado que obedecen a la misma visión de desarrollo, los nuevos proyectos de Nicaragua –aunque disparasen su crecimiento económico- no tendrán un efecto más favorable en la región que otros proyectos extractivos o de infraestructura.
Por el contrario, afirma Bähr-Caballero, el caso de Costa Rica –que con los mismos recursos que todos los otros países centroamericanos decidió invertir en educación- demuestra hoy con su alto índice de desarrollo humano que “no hay que esperar a ser un país con tasas de crecimiento súper elevado para empezar a dar respuestas a todas las otras necesidades de desarrollo".
En este contexto, “la pregunta debería ser: ¿se necesita el canal?”, concluye Bähr-Caballero, “y la respuesta deberían darla no expertos, sino la población que se verá directamente afectada”.
Impacto en la “buena vecindad” y la integración
Por otro lado, supuestas reivindicaciones territoriales y marítimas nicaragüenses generan titulares inquietantes, sobre todo en la vecina Costa Rica. A pesar de la inquietud por el pendiente fallo de la Corte de Justicia Internacional de La Haya relativo a la extensión de la plataforma continental de Nicaragua, el politólogo Pérez-Rosa cree poco probable que esto llegue a afectar realmente la “buena vecindad” en la región, más aún cuando favorecer la integración centroamericana está inscrito en la Constitución del país centroamericano.
“Crear fricciones sería un contrasentido del gobierno de Daniel Ortega”, opina Pérez-Rosa, que vería más beneficioso que el proyecto del canal fuese binacional aunque, por el momento, es muy difícil prever cuál va a ser el impacto a futuro.