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¿Qué rol juegan las Fuerzas Armadas en la crisis de Bolivia?

José Ospina-Valencia
12 de noviembre de 2019

Bolivia tiene al menos cuatro golpes de Estado en su memoria reciente. Un pasado que no favorece a las actuales Fuerzas Armadas.

El comandante de las Fuerzas Militares de Bolivia, el general Williams Kaliman (centro) y la cúpula militar durante su alocución televisada, este 10 de noviembre en La Paz.
El comandante de las Fuerzas Militares de Bolivia, el general Williams Kaliman (centro) y la cúpula militar durante su alocución televisada, este 10 de noviembre en La Paz. Imagen: AFP/Ho

La crisis en Bolivia tras la renuncia de Evo Morales, después de casi 14 años de gobierno, sigue dividiendo a bolivianos y extranjeros entre quienes consideran que un hubo "golpe de Estado", como lo denunciara el mismo expresidente, y aquellos que prefieren concentrarse en un rápido proceso electoral.

Tras semanas de protestas y enfrentamientos violentos que dejaron 3 muertos y más de 400 heridos, Morales renunció a su cargo el 10 de noviembre, tras una recomendación de los militares, después de que se publicara un informe de la OEA en el que se denunciaban "graves irregularidades en los comicios del 20 de octubre". Evo Morales, ahora en México, dejó tras sí a un país enemistado en medio de una incierta etapa de transición.

La democracia en Bolivia es un bien tan escaso y frágil que casi 14 años de presidencia continua parecen una hazaña: ese país andino ha tenido varios presidentes de facto, al menos cuatro dictadores y otros tantos golpes de Estado en su memoria reciente. Un pasado que no favorece a las actuales Fuerzas Armadas.

¿Qué tanta presión significa un "golpe"?

En el libro "El hombre al lomo del caballo", el politólogo británico Samuel Finer, habla de los diferentes grados de presión militar que se ejercen sobre un Estado, y que pueden desembocar en un golpe, como el uso de la violencia o amenaza de violencia para reemplazar a un gobierno civil por otro gobierno civil, o el uso de la violencia o amenaza de violencia para reemplazar a un gobierno civil por un gobierno militar.

Según Iván Velázquez, profesor de Historia económica de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, "la renuncia del presidente en Bolivia no fue otra cosa que el resultado de una multitudinaria protesta ciudadana, después de la truculenta interrupción del conteo de votos del que Evo Morales salió presuntamente victorioso. Y tras la cual, no ha habido una toma ilegítima del poder por parte de ninguna fuerza armada ni grupo civil". Otros investigadores como Andrés Malamud, de la Universidad portuguesa de Lisboa, cree que la sola "sugerencia de irse del cargo, puede considerarse un golpe de Estado, toda vez que las Fuerzas Armadas terminaron definiendo el desenlace de Morales", como lo expresó Malamud al diario El País de España.

Velázquez resalta a DW, en este contexto, que, durante casi 14 años, el Gobierno de "Evo Morales siempre buscó subordinar a la Policía boliviana y las fuerzas militares, favoreciendo especialmente a estas últimas, que siempre habían contado con precarios equipos y logística".

Morales intentó, aparentemente, cambiar esa situación aumentando el presupuesto para seguridad, para así apuntalar su gobernabilidad. "Defensa, seguridad y el ministerio de Gobierno recibían mucho más dinero que los demás resortes de la nación", asegura el analista Iván Velázquez, doctorado en la Universidad de Göttingen, experto en temas de desarrollo, pobreza, inequidad y vulnerabilidad. "Mientras los militares recibían el 20 % del presupuesto nacional, la salud solo recibía el 8 y la educación el uno por ciento", explica.

Williams Kaliman Romero, comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia. Imagen: Reuters/D. Mercado

Pensión sin disminución

Fueron múltiples las formas que usó el ahora expresidente boliviano para mantener contentos a los militares, en detrimento de la Policía: "Estableció un sistema de bonos y aumento de salarios y, gracias a Evo Morales, los militares en Bolivia se jubilan con su sueldo completo, a diferencia de los policías o los funcionarios públicos".

Para Velázquez, la única condición que le puso el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas bolivianas, Williams Kaliman, al dimitido presidente es que "no se iba a enfrentar con la población y no iba a intervenir por la fuerza, una decisión que la Policía había tomado ya un día antes. Un paso que solo fue tomado como consecuencia de las masivas protestas ciudadanas que no fueron convocadas por ningún ente militar". 

Si bien, el comandante de las Fuerzas Armadas de Bolivia no quiso "enfrentarse a la población", tampoco Evo Morales, en calidad de jefe de Estado, impartió la orden de reprimir las manifestaciones por la fuerza, como sí lo hizo el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003.  "En efecto, Morales guardó cautela y cálculo político de no reprimir a la población", dice Velázquez. Sin embargo, precisa que hay que tener en cuenta que "la conflictividad había llegado a tan alto punto, que sobrepasaba los esquemas de seguridad, momento en el que la Policía levanta las manos y decide no intervenir más", dice y agrega: "Sin la Policía en acción, quedaba el Ejército como último recurso. Pero tampoco el Ejército quiso vulnerar las normas legales".

¿En qué estado queda ahora Bolivia? Velázquez lamenta que, a su salida, Evo Morales, el primer presidente indígena, no hubiera convocado a la unidad por encima de todas las diferencias: "En Bolivia, un país con 36 naciones y etnias, hay que manejar con pinzas el racismo y la discriminación", subraya y concluye que "Evo Morales no es víctima, toda vez que él salió de la presidencia no por indígena sino porque quería quedarse con artimañas en el poder".

(rml)

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